26.8.13

La violencia en Siria o Egipto es cuestión de distancia?


Entiendo que cuando hablamos de Siria, de Egipto, de Irán o Irak, de Líbano o Israel, de Jordania, Túnez o Argelia, nos creemos que son mundos lejanos de España.

Curiosamente creemos que Grecia o Italia están aquí al lado. Que incluso Turquía es un paseo. Pero no miramos al mapa.

Si Grecia es la Europa más familiar, debemos avisar que desde Grecia a Siria, Egipto o Líbano hay menos distancia que entre Grecia y Barcelona. Mucha menos si miramos a Sevilla. De Siria a Atenas hay 1,5 la distancia de Sevilla a Barcelona. De las Canarias a Barcelona hay el doble de distancia que de Atenas a Siria.

Chipre, país de la CEE, está tan cerca de Siria como Zaragoza de Madrid, para que sepamos bien de la distancias de las que hablamos cuando analizamos el grave problema Sirio o el de Egipto.

Efectivamente nos pensamos que el agua del Mediterráneo nos salva de toda violencia, ¡ja!, sin recordar que los españoles hace 500 años conquistamos toda América con aquellos cascarones a una distancia tremenda. El doble de la distancia entre Barcelona o Valencia y Siria.

No, no quiero decir nada que no sea lo cerca que tenemos los problemas como para ir de rositas, mirando a los escaparates como el que no quiere la cosa, como la Europa que se cree a salvo de todo cambio violento. Cuando los problemas son lo de nuestros vecinos, además de las barbas a remojar hay que acostumbrarse a los ruidos y los gritos.

Debemos olvidarnos cada vez más de lo urgente y valorar más lo importante


Hemos convertido la vida en algo tan curioso que somos incapaces de disfrutar de un segundo, de un minuto, incluso muchas veces de una hora. 

Todo se tasa por meses, por años. Tenemos que cumplir objetivos, plantearnos metas, alcanzar felicidades complejas. Pero no disfrutamos de respirar un aire fresco, de mirar al cielo, de ver a un pájaro hacer un giro rápido.

Plantearnos los objetivos por meses es condenarnos a que cada años solo podremos alcanzar (o no) la felicidad doce veces al año. ¿Cuántos años nos quedan? ¿cuántos son válidos?

Debemos olvidarnos cada vez más de lo urgente y valorar más lo importante.

Comer lento, por poner un ejemplo, sirve para degustar más aquello que nos gusta. Si un plato excelente, una bebida o un beso, lo tomamos con bocados pequeños y lo degustamos lentamente, nos durará el doble por el mismo esfuerzo u oportunidad.

La calidad de vida nada tiene que ver con la cantidad y ni mucho menos con la rapidez. Todos queremos tener calidad pero la queremos consumir en segundos. ¿Por qué solo en segundos? Buscamos el final de las cosas, para estar en disposición de irnos a buscar otra felicidad. Pero sabiendo que es complejo obtener felicidad ¿por qué deseamos acabarla para salir en busca de otra?