23.2.25

Para qué sirven los Papas católicos


Uno de los primeros programas de televisión que vi de niño fue el entierro del Papa Juan XXIII, el llamado "Papa Bueno" en la televisión de mi abuela allá por el año 1963. Jodo. Fue espectacular ver a mi primer muerto metido en un cajón y en blanco y negro, paseando a hombros por dentro de una iglesia que parecía el Pilar de Zaragoza. Creo que todavía no me he recuperado de aquello.

Luego llegaron Pablo VI, Juan Pablo I "El Breve", Juan Pablo II, Benedicto XVI y finalmente el que ahora está a punto de dejarnos, el Papa Francisco. ¿Y ahora qué?

Por lógica la primera pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿Para qué sirven los Papas?

Su importancia moral e incluso de mediadores a nivel mundial ha decaído mucho en las últimas décadas. No es que la religión católica haya perdido poder ni influencia, sino que la figura del Papa es ya claramente cuestionada desde dentro de la institución. Sea quien sea el Papa elegido.

Ahora, en este inicio de 2025, ya se están preparando las familias cardenalicias para elegir al "nuevo", sabiendo que como en todo, es una suma de Poder que nadie quiere perder, aunque sea una elección (dicen) del Espíritu Santo.

Posiblemente ya haya quinielas entre los purpurados, pero no son públicas. Parecería lógico que volviera a Europa la figura del nuevo Papa, tras salir desde Argentina el último representante. Pero eso no está nada claro, pues podrían surgir sorpresas muy mal entendidas. Al final, debemos reconocer que es una institución muy conservadora.

Dentro de la iglesia hay familias ideológicas, sensibilidades y deseos de influir. Y sobre todo hay una sensación de que todo depende de para qué quieran tener un nuevo Papa, pues eso condiciona que sea un Papa Breve o un Papa con años por delante.

¿Un Papa italiano? ¿Un Papa africano? ¿Un Papa español? ¿Un Papa muy mayor?

Mientras se circunscriba la figura del Papa a ser el gestor de la Iglesia Católica, su papel es pequeño en relación a lo que fueron algunos de los anteriores. 

Pero el Papa Pío XII en tiempos de la Segunda Guerra Mundial o el Papa Juan Pablo II fueron dos ejemplos de Papas que sí influyeron en la política mundial. 

No andamos sobrados de líderes mundiales que representen a unos 1.345 millones de católicos en el mundo, y otros 1.000 millones que sin ser católicos sí son cristianos, su influencia puede ser importante. 

Así que sí, el Espíritu Santo va a tener trabajo revisando las listas para no equivocarse.

22.2.25

Unas palabras sobre el socialismo teórico


Independientemente de los ideales políticos que uno tenga, la eliminación de rigideces en los mercados y una competencia basada en la igualdad entre participantes da —a través del egoísmo personal, o la búsqueda de la felicidad particular (que queda mejor)— el optimo social a niveles generales. 

Esta es la teoría utilizada para defender el liberalismo económico como camino hacia la eficiencia y el crecimiento.

En los modelos económicos se hace partícipe al ser humano como si fuera un agente con el mismo poder de mercado que las empresas o las industrias, igualando la persona física a la jurídica, y es un mal comienzo si queremos entender las rigideces existentes en el mercado de trabajo, y por ende, en la economía en su conjunto.

Cuando hablamos de rigideces solemos pensar que es algo malo, algo por lo que deberíamos esforzarnos en eliminar como, por ejemplo, las barreras al comercio. 

Pero en muchos casos, las rigideces asociadas al ser humano son intrínsecas al propio ser humano, ni malas ni buenas, sino la realidad por la que debemos luchar. 

El origen mismo de la economía era la gestión de unos recursos escasos para unas necesidades (ilimitadas se suele añadir, y es una palabra que no está exenta de matiz). 

El hecho de tener unas necesidades obligatorias para la sustentación de la vida, es a la vez origen de la ciencia económica y origen de ciertas rigideces a las que debemos acostumbrarnos y superar. 

Hablo de la alimentación, la salud, y en segundo lugar la educación y la libertad (conceptos más etéreos).

No podemos pensar que el mercado de trabajo puede ser como un mercado cualquiera, porque las personas, por lo general, tiene la necesidad imperante de comer, y de atender a una familia y no tienen otra manera de hacerlo si no es mediante el trabajo y su remuneración como tal. 

No hay un bien sustitutivo del trabajo, por así decirlo. 

Por lo que se debe pasar por el aro, y trabajar, y si no garantizamos las condiciones que estimamos que podemos y debemos garantizar, trabajaremos como esclavos.

Los ciudadanos chinos lo hacen o lo hacían antes. Y no lo hacían por gusto. Tienen que comer igual, y la única forma de hacerlo era y a veces sigue siéndolo, cobrando mal o no cobrando casi nada.

No podemos crear teorías liberales y de competencia perfecta en un mercado donde la gente, si no tuviera más remedio, trabajaría por lo que le dieran, simplemente para sobrevivir.

Porque tenemos que alimentarnos para sobrevivir. Sufrimos imprevistos sanitarios. Y tenemos que permanecer en un nivel mínimo de igualdad con el resto de la sociedad de nuestro entorno.

En términos económicos: El poder de mercado, medido a través de la elasticidad de la demanda (de trabajo) que es muy pequeña, es muy grande.

A la hora de una negociación unilateral entre una empresa y un trabajador, el status quo es muy diferente. La empresa está negociando el aumento o sustento de un x% de su producción total (en empresas más grandes un trabajador tendrá menos papel que en las pequeñas), pero el trabajador está negociando el 100% de su producción, todo su salario.

El liberalismo económico sería mucho más sincero con una base socialista. 

El hecho de asegurarle a una persona su propia vida con unos mínimos comunes, le hace ser más libre para participar en el mercado. Le hace arriesgarse más. Invertir más. Los mercados se vuelven mucho más flexibles, más competitivos, y por tanto, más liberalizados. 

Una persona puede participar en el mercado en igual de condiciones que una empresa. Las personas, físicas y jurídicas, se igualan en parte.

En Estados Unidos, por ejemplo, los liberales defienden bastante el impuesto sobre sucesiones y donaciones. Su objetivo es maximizar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos. Es la otra cara de la moneda. 

El pensamiento de que, si todos tienen las mismas posibilidades, todos pueden tener lo mismo. Potenciando la eficiencia (y no la equidad, como hace el socialismo) se llega a lo mismo.

Pero la igualdad de oportunidades no es equivalente a la igualdad económica. Podemos ver claramente con un juego de cara o cruz.

Tu pones a 64 personas por parejas, y que jueguen a cara o cruz. El ganador pasa a la siguiente ronda. 32 personas por parejas vuelven a jugar. Luego 16, 8, 4 y finalmente 2. Tras 6 juegos habrá un ganador y 63 perdedores. Y no se equivoquen. AL principio del juego todos tenían las mismas posibilidades, e incluso en el juego no influye ni la inteligencia ni ningún tipo de habilidad. Sólo suerte. 

¿Alguien va a negar que la suerte influye en la vida? La suerte y el caos asociado lo es todo.

Es cierto que conforme avanzamos los juegos de suma cero van desapareciendo. Esto es, que existen cada vez más situaciones en las que varios ganan sin que uno tenga que perder. Pero no podemos olvidarnos de que el poder (1) las diferencias intrínsecas de cada ser humano (2) y la suerte (3) influyen en nuestra vida, imposibilitando el llegar a una igualdad justa partiendo de la simple igualdad de oportunidades y el libremercado.

El socialismo, y Marx lo comentaba abiertamente cuando escribía sobre ello, no es sólo el camino a seguir. Es el fin a conseguir.

MPA