15.2.25

¿Queremos cuidar la Democracia o ya nos da igual todo?


La Democracia como modelo de vivir no es solamente votar cada cuatro años y poder elegir a los que gestionarán nuestro Foro Público y nuestros espacios de gestión pública. La Democracia es mucho más que tener instituciones y si solo la hemos convertido en eso, la estamos destruyendo. La Historia no lo avisa.

Digo destruyendo, y no digo devaluando, pues devaluada ya hace tiempo que esta, por los errores de casi todos. También de la izquierda.

Cuando a finales de los años 70 o principios de los 80 nos empezamos a sentir que ya vivíamos en una Democracia que aprendía a funcionar, nos dimos cuenta de la tremenda diferencia con los años anteriores. Por cierto en 1975, muerto el Dictador, lo que había NO ERA DEMOCRACIA, por lo que yo no puedo celebrar el 50 aniversario de la llegada de la Democracia.

Era en aquellos primeros años de la Democracia muy posible hablar con los que gestionaban lo público; ellos te escuchaban, tu los respetabas y si lo que se pedía no era posible, te lo decían bien claro y de forma pedagógica. Siempre había unas explicaciones. Y lo digo sabiendo lo que viví de cerca en mis peticiones con el Ayuntamiento de Zaragoza y con el Gobierno de Aragón, hasta lograr algunas cosas importantes. 

Todo eso se ha ido desvirtuando, hoy ya no queda nada de esas formas. Todos hemos aprendido a soportar las presiones de la sociedad sin tenerles que hacer caso, a saber el valor real de una manifestación y que los problemas no deben resolverse solo por que lo pidan las Asociaciones, sobre todo porque las Asociaciones ya no tienen fuerza ni poder.

Toda esta mezcla ha logrado que la Democracia se haya perturbado, tenga otro valor, y haya entrado en un proceso de una debilidad muy seria. E incluso a que haya una buena parte de la juventud actual que crea que la Democracia no es para tanto ni es buena en sí misma.

No me voy a referir a lo desvirtuados que están los Sindicatos ni algunos Partidos Políticos, no quiero que se me tache ni de agorero ni de imbécil, o al menos no quiero dar mucho trapo a ello. El que haya tan poco afiliados es un síntoma grave de la realidad. Y el que los que a veces se afilian no lo hacen después de leerse los Planes de Acción Política de los respectivos partidos o sindicatos, indica con qué criterios se entra.

O cambiamos, o cuidamos mucho más el valor de la Democracia (poniéndola con mayúsculas para empezar a entender que es un activo propio) o la iremos perdiendo a una velocidad superior a la actual. Lo dicen los libros de Historia. Sí, Historia también con mayúsculas.

14.2.25

Diferencias entre ser culpables y/o responsables


Venimos de una cultura católica excesivamente intervencionista en nuestros pensamientos y por ello confundimos la culpabilidad con la responsabilidad. 

Nos han intentado meter en la cabeza que siempre somos culpables de algo y que Dios maravilloso nos puede perdonar con un par de padrenuestros.

Pues ni somos culpables de nada (excepto que seamos culpables de algo) ni se nos puede perdonar con una oración y una bendición. No es así de simple. 

Somos eso si, responsables de nuestros actos, de todos nuestros actos, para bien y para mal. Y una vez asumida la responsabilidad ya no cabe perdón divino ni humano, si acaso entendimiento y comprensión.

Si somos capaces de entender la diferencia entre culpabilidad y responsabilidad —algo muy obvio pero que muchos no entienden— avanzaremos en nuestra forma de comportamiento. 

Somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario, pero aun así siempre somos responsables y no sirve de nada contarle a un cura encajonado lo que hemos hecho, para así buscar el perdón. 

Deberemos pagar por nuestros actos, incluso ante la ley divina, por mucho que hagamos penitencia, algo por cierto muy sencillo. 

La penitencia real es la responsabilidad y no la culpabilidad, que por cierto casi nadie admite y así es imposible hacer actos de contrición y propósitos de enmienda.