2.6.24

¿Cómo se fabrican los bulos? ¿Qué importancia tienen los bulos?


Los bulos, también conocidos como noticias falsas
pero sobre todo como desinformación o verdades a medias, tienen una importancia considerable en la sociedad actual, y su impacto puede ser muy negativo por diversos aspectos, resultado que no es menor dada la calidad con la que se fabrican esos bulos, el conocimiento que poco a poco van adquiriendo quien los fabrica, para que nos lleguen casi en forma de verdad.

La importancia del Bulo es que no parezca Bulo. 

Que una mentira o media verdad, aparezca como creíble, como cierta, como el inicio de una posible verdad. Diríamos que la primera norma es que un Bulo se lo crea incluso quien lo emite sabiendo que es mentira.

No se trata de construir Bulos de forma aleatoria, sin una escuela detrás. El éxito de un bulo es que NO sea una información falsa, sino una información interesada, a la que se le resta la parte que se desea obviar.

Se dice que la verdad es toda la verdad, y diciendo solo la verdad. 

Un bulo bien hecho es verdad, pero no le añadimos TODA la verdad, y además sí añadimos DETALLES sencillos que nos llevan a otro espacio de la verdad. 

Un Bulo tiene que ser sencillo de entender por todos los receptores. No hay que desentrañarlo ni esforzarse en entenderlo. Un buen Bulo es algo sencillo que una gran parte de la sociedad que lo recibe ya se dice a sí misma —¡¡Me lo imaginaba!!

No es mentira, pero tampoco es verdad. Y entonces funciona perfectamente.

¿Qué se consigue en el corto plazo, regando de Bulos la información que recibimos?

Erosión de la confianza pública: 
Los bulos pueden minar la confianza en las instituciones, en los medios de comunicación y en las figuras de autoridad de todo tipo, incluidas las que consienten los bulos. Cuando las personas se ven constantemente expuestas a información falsa, pueden comenzar a dudar de todo lo que leen o escuchan, y eso dificulta la toma de decisiones informadas y la participación cívica. Nos volvemos cansados de participar, y en el peor de los casos de quien lanza los bulos, dejamos de creer en todo.

Polarización social: 
Los bulos a menudo se utilizan para exacerbar las divisiones sociales y fomentar la polarización, la violencia verbal. Al difundir información falsa que confirma las ideas preexistentes de las personas, los bulos pueden crear una atmósfera de desconfianza y hostilidad entre diferentes grupos sociales. Nadie lanza un Bulo absurdo de algo que no es posible que exista, los Bulos se asientan en conceptos que ya funcionan de antemano. En la mayoría de los casos sirven para reforzar, para polarizar, para añadir información sobre una posible verdad pequeñita.

Daños a la salud pública: 
En el caso de la salud, los bulos pueden tener consecuencias graves, como disuadir a las personas de vacunarse o seguir tratamientos médicos recomendados, o pensar que la Sanidad Pública ya no funciona bien. La pandemia de la COVID-19 ha demostrado cómo los bulos relacionados con la salud pueden propagarse rápidamente y tener un impacto significativo en la salud pública. La sociedad constantemente busca seguridad para sí y para su familia.

Perjuicios económicos: 
Los bulos también pueden tener un impacto negativo en la economía. Por ejemplo, los bulos sobre la solvencia de una empresa pueden provocar caídas en el mercado de valores, o entre sus proveedores y clientes, mientras que los bulos sobre la seguridad de un producto pueden dañar la marca de una empresa y afectar sus ventas.

Violencia e incitación al odio: 
En casos extremos, los bulos pueden incitar a la violencia y al odio contra individuos o grupos específicos. La difusión de información falsa sobre un grupo en particular puede generar miedo, resentimiento y, en última instancia, violencia física. Las Guerras funcionan muy bien a base de bulos, pero a su vez se pueden comenzar a través de bulos que generen miedo o preocupación.

Combatir los bulos es un desafío complicado sobre todo por la calidad de estos creados en oficinas de desinformación pagadas y construidas por diversos tipos de organizaciones, y para defendernos de los bulos se requiere un esfuerzo conjunto por parte de todas las personas, instituciones, medios de comunicación y plataformas online. 

Es importante que todos seamos críticos con la información que recibimos y más con aquella que compartimos, y que recurramos a fuentes fiables para verificar la información antes de difundirla. 

Nada es verdad hasta que al menos dos fuentes diferentes y fiables la han publicado o comentado. Simplemente por salud pública.

¿Somos capaces de asumir tantos cambios y tan rápidos?


Somos animales sociales, y además en la inmensa mayoría de los casos, somos incapaces de pertenecer a más de una sociedad, de incluso entender más de una forma de vida social. Hemos aprendido a normalizar lo “cercano” como lo único válido.

Podemos tener una formación compleja, pero aun así nos costará mucho abrazar otras formas de vida diferentes a las que ya hemos conocido desde niños. 

Las entendemos, las podremos explicar e incluso nos pueden agradar parte de esas formas de vida, pero no estamos profundamente preparados para abrazar esos conceptos si son muy diferentes. Hablo de Culturas pero también de formas de entender la vida más común, más cercana.

Somos producto del pasado, del ayer, aunque vayamos buscando el mañana casi con ansia. Y eso nos debería decir que cuanto más “ayeres” tengamos dentro, más sabios o capaces deberíamos ser para entender los problemas del “hoy” por acumulación.

Curiosamente no siempre es así, pues el olvido funciona muy bien para limpiarnos de la abundancia de información.

Hay un detalle curioso en estos tiempos. Las personas siempre han necesitado una seguridad básica en sus acciones, en sus decisiones. Queremos y necesitamos saber qué terrenos pisamos para seguir andando en seguridad. Y para eso debemos tener asumido y asentado el terreno de juego. Las reglas.

Pero en estos tiempos hay un exceso de información, de formación incluso simplemente por la lluvia constante de datos, cambios, avances tecnológicos, entrada de nuevos conceptos que no hace tanto nos parecían lejísimos o imposibles de tenerlos a nuestro alcance, para bien y para mal. Nos cambian las Reglas del Juego excesivas veces en un mes. Bieeeen. En un año, de acuerdo.

Asumir esos cambios, toda esa información de la que en la inmensa mayoría de las ocasiones absorbemos sin darnos cuenta, es complejísimo, y eso nos lleva a la diversidad constante, o a la posibilidad de tener que decidir qué seguimos, a la hora de tomar direcciones personales. Ya sé que tú piensas que no, lo sé.

Hace medio siglo todo parecía circular levemente, a una velocidad asumible. Ya entendíamos los cambios como algo que se precipitaba sobre nosotros, pero creíamos que los podíamos dominar. Ahora es que ni nos lo planteamos pues ya son excesivos en los ámbitos sociales. E incluso creemos que lo mejor es no hacer caso a casi nada, pensando que así no nos dejamos influir. Curiosamente quien sí quiere influir… ya sabe dominar esos sistemas de defensa personal.

¿Cuántas preguntas ideológicas nos podemos hacer todos los meses? Hace medio siglo nadie se las hacía pues no existían dudas. Y si ahora hay dudas, siempre van acompañadas de inseguridad. Insisto una vez más, en que todos decimos que eso nosotros no lo hacemos.

Hace unas décadas todo transcurría de una manera muy lineal. Hoy estamos constantemente martilleados con decenas de opciones sociales, y aunque creamos que no debemos expresarnos, sin querer lo hacemos. Incluso sin darnos cuenta, que es la manera más manipuladora de conseguir objetivos.

Han logrado que expresemos nuestra opinión, sin que nos demos cuenta de que estamos expresando nuestra personal opinión. Con nuestros actos, con nuestras decisiones de consumo o de elección banal que alguien sabe muy bien medir, tasar y llevar a estadísticas.

Somos mucho menos libres que hace medio siglo, pero en cambio se ha logrado que parezca todo lo contrario, pues realmente creemos que podemos hacer lo que nos de la real gana, aunque no nos damos cuenta de que esa libertad está dentro de un catálogo de opciones diseñado por alguien o algo. Si te sales de ese catálogo, como poco serás tachado de “raro”, “impostor” o “revolucionario”.