12.4.24

Tu alianza que vendiste al separarte por despecho. Mponeng y La Bóveda de Vredefort


Una vez hace ya casi diez años me tiré un mes en Soweto, Sudáfrica. La huelga de transportes y hospitales que padecía cierto país no me dejó moverme sino hasta Pretoria. La mayoría negra quería participar de “las plusvalías” de los gobiernos del Congreso Nacional Africano encadenados durante veinte años y que “se vendían al capital”. 

Es jodido ver que gobiernan los tuyos y a ti no te toca nada; como lo es, se vengaban manu militari lo que solo ha dejado de provecho la imborrable literatura del maestro Coetzee.

Pero ya que… desde que te llegaste solo vivo cantando, vivo soñando, solo quiero que me digas qué está pasando, cuántas noches callando… aproveché la parada técnica y acojone general para quedarme quieto, y así viví en primera persona (la de cantar con ellos) varios recitales del coro principal del partido hegemónico de Mandela.

Esos que forman los que juegan fútbol y beben vino, y en que no se admite a los que juegan rugby afrikáner y beben Lion Lager. Menos a Johnny Clegg y Paul Simon (y a mí y a otros de paso, gracias a ellos y al trompetista de Soweto Hugh Masekela, volad a oírlo).

Tenía tres objetivos mi visita, que yo me tomaba como irrenunciables (muchas risas de lata): apretarme una botella de sauvignon blanc en la región del Cabo previo cruce en tren del Karoo, ir a ver Durban donde predicó y vio sus sutras mi molesto Gandhi y visitar la bóveda de Vredefort, carca de Joburg, el mayor impacto de meteorito mundial, mi nirvana geológico. Pero no pude, y me tengo que limitar hasta hoy al pequeñico pero muy amado de Rodenas de Teruel.

Qué país y geología la sudafricana, es de escándalo. Las Drakensberg, el monte de la Mesa pero también la acción humana en las minas a cielo abierto de cientos de metros excavados para buscar oro y diamantes. Ya os digo yo que las de lignito de Ariño y Andorra son una tontadica en comparación.

La fiebre del oro hoy se ha trasladado a Nueva Guinea Papúa. La carrera de relevos se inició en las Médulas de León, pasó por Californication la fiebre y luego subió a Yukón –mi abuelo Javier todavía vivió sus coletazos el año 1913 en la San Francisco recién urbanizada tras el terremoto que la devastó- y hoy la batalla se libra en Sudáfrica y Oceanía.

El oro lleva un carrerón exponencial de subida. Valor refugio transmitido de generación en generación para los emigrados como yo con origen rural, los del sur de Italia y pueblo gitano, cuando se desbarata al alza su precio indica hiperinflación y advertencia de conflicto mundial.

Es el principal indicador que yo conozco, puesto que el coltán, el platino o el iridio no solemos tenerlos en casa ni lucirlos, no tienen ni kilates, ni vas a encontrar en Delicias un cartel de “compro mercurio”. El brilli-brilli es lo que nos va y nos lo pasamos pirata viendo Golden Eye, de 007 que según los precios actuales ya pasa a ser el agente 084.

Sí, el precio del oro es la balanza o barómetro de la situación política y económica en el mundo porque se ha comportado como depósito de refugio de los países emergentes, que no hacen sino padecer las criptomonedas o las depreciaciones de yuanes y dólares porque a mí me peta como gendarme pintar de blanco mis deudas. Inicio de la idea: la España de la Edad moderna.

Además es un símbolo de poder: de alta y baja estofa. Avalado por su fama de metal maleable, al que todo le viene bien e incorruptible por inoxidable. Puede que, tal como va la cosa, lo que yo tenga de más valor sea el sello de mi primera comunión con mis iniciales.

Su valor se incrementa derivado de su belleza y reflejos pero fundamentalmente de su escasez, cada vez mayor, y del incremento consiguiente del coste para extraerlo.

Como sistema mundial de referencia financiera, el patrón oro se impuso desde finales del siglo XIX como valor de unidad monetaria por el Imperio Británico –en su momento de mayor expansión y poco edificante política exterior de guerras del opio- y, como la Restauración española, no saltó por los aires sino hasta la Primera Guerra Mundial en 1914. El maestro francés Vuillard nos ha regalado con páginas resonantes sobre los protagonistas empresariales de la misma, los que se beneficiaron como financieros y armadores de los ejércitos, causantes de una situación de híper inflación que provocó la huida del oro… hacia… sí, los EEUU del simpático virginiano Woodrow Wilson.

Ese puritano que declaró a los primos de América inicialmente neutrales para ir al frente pero, amasado el oro, dictó la ley seca –porque cerveza era y aún es asimilable a Alemania- y participó en la Conferencia de París y Tratado de Versalles con su alucinante idea de que el derecho a la autodeterminación, dirigido a debilitar Europa, fuera la base de la soberanía para trazar fronteras.

Como las suyas ya habían llegado al Pacífico y el oeste estaba conquistado, no le importó que Gran Bretaña las trazara rectas en África, el Oriente Próximo y en Sudáfrica se quedaran dentro enclaves que son otros países. En los que también puede haber oro.

El oro está triplicando su valor. Sé consciente y mira el tiempo en el teléfono. Nos vamos con unos octosílabos del infravalorado Victor Manuel, qué te puedo dar que no te hundas, que no vea en tus ojos, reflejos de cristal:

El oro, padre del pan   Y madre de la cultura
Tesoro de los piratas,
Con gemelos y corbata,  El oro que en las coronas,
Hace refulgir el sol.

Primo hermano del diamante,  Primo hermano del carbón,
El oro que tapa bocas,
Rompe manos que amenazan.   El oro que las vergüenzas
Encubre con gran pudor.

 

12.04 Luis Iribarren

¿Por qué los progenitores matan a sus hijos?


Uno de los grandes déficit de la lucha contra la violencia familiar (y perdón por decir familiar y no machista) es la falta de análisis concluyentes para tomar medidas. No es fácil, pero aquí la estadística, junto a la psicología social y la sociología, nos deberían ayudar más… que el cambio de Leyes.

Hemos modificado condenas, leyes y maneras de explicar lo que acontece con la violencia dentro de las familias, pero el resultado no para de crecer o de asustar y preocupar. 

Es decir, no ha servido para lo propuesto, simplemente por que los técnicos (y no solo los políticos) no han estado a la altura de lo que se necesitaba…, o no han sido llamados por los políticos para realizar suficientes y válidos estudios.

Al violento (en la inmensa y mayoría cantidad de veces siempre es un hombre) le da igual una condena mayor o menor. Ni le preocupa antes, ni después de sus actos. 

Muy al contrario, si piensa en una condena muy alta, opta por saltarse la condena con el suicidio, y a su vez cuando ya tiene decidido el final, lo amplía a más elementos de su familia.

Desgraciadamente estos datos hay que estudiarlos muy bien, si queremos realizar cambios que sean efectivos. No solo crear un Libro de Análisis de 300 páginas, sino seguir trabajando con los datos sociológico e incluso antropológicos de forma constante.

En estos últimos meses de siete niños asesinados por sus progenitores en España, cinco han sido en una zona concreta de nuestro país. El 71% de los hechos en España han acontecido en una zona con el 16% de los habitantes. Insisto, son solo indicios pequeños.

No es un número suficiente para sacar conclusiones, pero podría ser (o no) una primera pista para encontrar motivaciones. Los climas de violencia y tensión se contagian también.

Hay que meterse en la cabeza del asesino, pero no solo en el momento de su cruel decisión, sino intentar retroceder un año para ver qué se cuece en sus decisiones hasta la cruel decisión final. 

Qué les sucede en sus formas de entender los tiempos y los hechos que les afectan, para encontrar posibles modificaciones sociales de comportamiento global.

Es un trabajo de campo tremendamente triste y duro, pero hay que tratar de adivinar las conductas de las personas antes de que sean inevitables sus consecuencias. 

Trazar perfiles de personas y de problemas, que llevan a decisiones. 

Analizar en qué nos estamos equivocando de forma individual y colectiva, para que un serio problema crezca en cambio de disminuir con las últimas medidas tomadas.

Quedarnos en que ya sabemos los motivos de estos asesinatos no es suficiente. Lo sabemos a posteriori. No sirve de nada el después, hay que trabajar el antes.

Claro que lo sabemos, pero tarde, y sin que sea posible actuar para evitarlo a nivel colectivo e individual. 

No hay una sola causa, pero es verdad que sí hay un contagio, una banalización por parte de los asesinos de matar para hacer daño y para demostrar sus razones.

Por cierto, los hijos no son nuestros. Son de ellos mismos. Y después son de la sociedad. Y en tercer lugar de nosotros los primogenitores. Y eso es también algo que hay que explicar en la sociología de algunos países, de algunas culturas.