1.2.24

Residencias para personas mayores pero no muy mayores


Hay residencias que ofrecen estancias temporales, que atienden en régimen de asistencia completa a personas que han sufrido una caída, rotura,  operación, etc. para que estén atendidos mientras se recuperan de sus procesos.

Si la persona es de tercera edad, me parece bien que esta recuperación se haga en un Centro de personas Mayores.  Pero si esta persona es aún joven (50, 60, incluso 70 años), deberían existir centros donde quienes residen sean personas de la misma generación. Personas con las que interactuar, hablar, jugar a las cartas, hacer un crucigrama, ver series de tv, cualquier actividad que les mantenga ocupados y distraídos, sin pensar en su dolencia ni que han entrado en una fase de soledad, de enfermedad, de una debilidad que va en aumento.

¿Por qué digo esto? Porque si se está en un centro internado/a un largo tiempo y no se activa la memoria, el habla, las habilidades sociales, motrices, si no se motiva al paciente, si además se ve rodeado de personas ancianas, quizás en peor estado anímico y de salud que el paciente ingresado, conseguimos que alguien que entró para recuperarse de una cadera rota, o de cualquier otra cosa, salga peor de ese centro. 

Y creo que debería ser al contrario. A cualquier persona a partir de los 60 años se le debería dotar también de esperanza y alegría, de una cierta habilidad para relativizar sus procesos temporales de una debilidad, que no tiene que ver con su estado anímico al entrar ni con su edad. Y si no somos capaces de crear centros para adultos no muy mayores, los convertimos en "muy" mayores simplemente ingresándolos en unos Centros concebidos para personas con debilidad y una edad muy alta.

Hoy se es joven muchos más años que antes, y eso debe lograr que creemos servicios dotados para las particularidades de esas personas de 55 a 75 años, que todavía tienen mucha energía, aunque hayan tenido un tropiezo temporal en su salud. No deben ser geriátricos, sino más similares a hoteles con cuidados al menos de enfermería y actividades similares y cercanas.

Laura Puente 

Hay dos España, dos Madrid. Tremendamente diferentes

No queremos ver lo obvio por las calles, pensando tan vez que así nos sentimos más felices. El 31 de enero de 2024, a las 10 de la mañana, he cruzado la plaza Benavente de Madrid y había al menos unas 8 personas haciendo o intentando ser alquiladas para la prostitución.

Había un hombre durmiendo en el suelo, junto a una esquina cerca de una librería y sin tapar, y seis hombres sentados en el suelo de la otra punta de la plaza, alrededor todos ellos de dos cajas de vino.

Tenía esa mañana que acudir a un barrio “bien” de Madrid a casi una hora de Metro, donde el espectáculo era totalmente diferente.

En las tres últimas paradas de la larga ampliada línea de Metro, ya casi no viaja nadie y los que lo hacen son trabajadores del hogar hacia barrios muy residenciales. Los hospitales privados y las escuelas idénticas copan los espacios que dejan los grandes chalet o enormes edificios de diseño, con altas vallas y seguridad privada. Sin clave no se puede ni llamar al portero.

No hay comercio, no lo necesitan, no hay personas por la calle, no lo necesitan tampoco, no hay vida en la calle, si acaso en los Clubs privados de entretenimiento o dentro de las vallas metálicas.

Son dos España, dos Madrid, dos sociedades, dos formas de vivir y de morir. Son tantas las diferencias, que preocupan aunque las tapemos. El resto, nosotros, los que no pertenecemos ni a una ni a otra sociedad, no queremos mirar a ningún sitio. Nos conformamos. ¿Eso es lógico, inteligente, humano?