25.10.23

Todos somos Clasistas… ¿pero en silencio?


Y sí, como se dice en Argentina. Todos somos Clasistas

A finales de los 80 visité París por primera vez. La Défense, La Coupole, la Sorbona y los bulevares de Hausmann y Sartre ya eran parte de mi imaginario, pasiones inoculadas por mis profesores de secundaria. No sé si falsas dependencias pero entonces pensaba que no.

Llegué en coche como los emigrados comunistas, atravesando lleno de envidia desde mi Pau toda la sweet France, comiendo sopas y potajes con vinos de frasca.

Una vez en la luz (ciudad de) y en el albergue cerca de la Porte de la Villette conocí por tocarme como compañero de litera a un mexicano ingeniero, de clase media baja como un inseguro servidor, y que fue mi caballo de batalla. Recorrimos la línea de metro del “Último Tango en Paris” insieme, fuimos a ver los primeros rascacielos de Mitterrand cagándonos en los intereses de la deuda externa mexicana. Qué suerte cuando en los bancos te atendían y los ricos viajaban con travel checks.

Una tarde nos llegamos a oír pasar el metro como Brando debajo del bellísimo puente de Bir Hakeim, mi favorito del mundo fue hasta ver el de Oporto, tras bajarnos en la estación de Passy.

Miguel ahora estaría en mi vida, seríamos amigos de chat para siempre. No sé si estará vivo o no, pero los dos íbamos con “Rayuela” de Cortázar, que ahora no me gusta, cazando París y ambos habíamos ahorrado por estar allí. Un año de hostelería yo, cuatro años como ingeniero en Defectuoso él.

Ante mi amabilidad atendiendo a dos compatriotas del sujeto que nos abordaron perdidas, se quedó mudo y con una hierática cara mexica. Tras no atender a las damiselas, inquirido por mí por su falta de educación, me espetó dos frases puñal como las esculpidas por Rulfo que grabé en mi memoria en piedra, en forma de parábola: en resumen vino a decir que tenía suerte porque entre su departamento en Colonia Roma y su trabajo discurría en coche por Insurgentes y esa décima parte de DF donde no asaltan y que me planteara siempre ante cualquier queja de sudamericano viajando por Europa que solo podían hacerlo minúsculas élites, grupúsculos de la alta burguesía ultra católicos.

Yo entonces, ni él, pensaba que fuera clasista.

Pero sobrevolando las minas a cielo abierto y llagas en forma de pistas y molinos a los pocos cabezos con vegetación de la provincia de Teruel, en reciente viaje Malpensa Milán-Barajas de Adolfo, llegué a condenar más aún que lo viene haciendo el aragonés más influyente en medios de comunicación estatales y al que escucho como enorme humorista, y no voy a nombrarlo aún, a los alcaldes y diputados autonómicos que con su voto han malbaratado y herido para siempre nuestro delicado paisaje mediterráneo, creado por pastores y rebaños trashumantes.

Pero entonces es que fui clasista urbanita y pirenaico condenando, por ser vecino de un territorio que siempre estará protegido y al que su paisaje y condición de frontera ofertan, se machaque lo que se machaque, un futuro hostelero. Aunque sus habitantes, cada vez menos, dedicados al sector primario entienden que demasiado.

Por cierto, que reivindicar declaraciones de parque natural en Canal Roya y convocar andadas de cuatro mil por un valle viene a ser un uso tan intensivo como el que se denuncia, al final todo se acaba politizando y se les da la razón a los hosteleros que votaron en masa popular en las municipales en la montaña. Guardándose la última palabra por oferta de Azcón multimillonaria de inversiones nada neoliberales.

Pero, bien, vamos a ponernos en el lugar de estos alcaldes y alcaldesas de lugares donde ya no queda ni un crío y en que ya se han pagado estudios a todos sus jóvenes y ninguno ha vuelto, o si ha vuelto es como heredero y para incorporarse a la ganadería por su exigua nómina como técnico en la ciudad.

Les llega un convenio de molinos y perras para el Ayuntamiento para no quedarse fuera del pueblo de al lado (vuelvo a invocar el sagrado nombre de “As Bestas”) y amenazas a los que ven la partida de guiñote desde fuera pero opinan.

Pero entonces, para quién lo hacen. Qué sentido e interés general tiene tanta cicatriz. ¿Es para acoger a nuevos pobladores y crear un sector público municipal ofertándoles un salario público para mantener esa escuela de la que alejaron a sus hijos, que estén cinco años y que se vayan porque no se integran? ¿Terminarán todos los pueblos del Jalón Medio revirtiendo la torre mudéjar de su iglesia a minarete?

No se sabe.

Lo que sí se sabe es que yo he vivido en no comunidades de propietarios en que a mi madre o a mí nos tocaba fregar la escalera una semana de cada diez o menos por escaqueo y no te metas…, a asistir ayer a una comunidad de propietarios en que se debatió si tenía sentido poner en el tejado placas solares que duran diez años, me dijeron que ya veinticinco, para producir energía en cada casa.

Se me fue la cabeza, no entendía nada de lo que se hablaba, el orden del día en todo momento estuvo fuera de mi control. No tengo ni idea de si me conviene pasar a coche eléctrico, gozar de 1 kW producido por mí ni si pagaré después impuestos exorbitantes por producir mi energía. Lo que sí sé es que hay un bombardeo incesante para hacerlo, que las energías renovables tienen aroma a gin tonic de ginebra Premium.

Y que luego pasaremos a otro tema.

Como no entendí nada, voté en contra y me abstuve, me quedé en mi Edad del Nácar –como el peine con el que mi abuela se estiraba el pelo brillante lavado con vinagre tras deshacer su moño-, me lavé por la noche los dientes con bicarbonato y pensé en esos alcaldes o secretarios de Teruel que ya no hacen los expedientes, a los que les cae un convenio redactado por terceros al que solo se adhieren.

Quizá, Federico Jiménez Losantos, es que no haya ni corrupción ni pase que el alcalde de Teruel se venda barato como afirmas en precio del kilowatio mientras el ternasco sube. Quizá es que nos bombardeen con datos, que se expulse a los críos que aman a los animales de la ganadería, que todos vayamos a comunidades de propietarios que parecen un bloque de jamón de york, al matadero.

Ayer fue Crimea, hoy es Cisjordania, siempre es llevar a los niños a todas las extraescolares posibles. Pides una conciencia crítica que no existe y tú mismo después empiezas a hablar ñoño para ñoños, aunque eres tan listo y lo sabes tanto que tienes a Alaska de peso de la romana.

Tu mano que no mece la cuna todavía es más clasista, no le gusta el olor a tomillo y flor de azafrán del sudor de concejal del Jiloca. A quienes inmediatamente les recomiendan que vayan a las reuniones con tufo a perfume de duty free. Pocos se salen de eso, por mucho que luego pongan campos de lavanda.

25.10 Luis Iribarren

Reflexiones sobre la Realidad Actual en el mundo



A pesar de que en ocasiones pueda parecer lo contrario, es imposible olvidar que en el mundo actual se libran decenas de conflictos armados, siendo dos de los más prominentes la guerra en Ucrania y el conflicto en Israel, involucrando a Rusia y Palestina respectivamente y con serias opciones de que estos conflictos se contagien a más países de la zona. 

De hecho ya hay implicados medio mundo de forma indirecta o casi directa pero disimulada, desde Corea del Norte o Irán a toda la Unión Europea, Reino Unido o los EEUU.

El número de víctimas en todos estos conflictos sigue en aumento, y a todos los afectados les resulta indiferente en qué bando se encuentren, en qué momento caigan, o desde qué lugar geográfico pierdan todo, ya que, en última instancia, la muerte es un acontecimiento que solo ocurre una vez. 

Pero sus realidades bélicas se contagian a numerosos países del mundo. Sin ir mas lejos, sabemos que las últimas y tremendas olas de inmigrantes en cayucos desde África a Canarias vienen en casi su totalidad desde Senegal, en guerra contra ella misma.

Mientras, millones de ciudadanos de todo el resto del mundo que nos creemos en Paz seguimos absorbiendo las noticias sobre estos conflictos, a veces como si fueran los capítulos de una serie televisiva, mientras somos tan egoístas que simplemente agradecemos nuestra propia tranquilidad. La percepción de la importancia de los sucesos, cambia con el paso del tiempo y con el lugar desde donde se analizan los hechos.

Sin embargo, es importante destacar que —excepto para quienes pierden todo en estos conflictos, a menudo ilusionados por ser informados y manipulados de que están ganando— tendemos a dar por sentado la gran suerte que tenemos por lo que poseemos, creyendo erróneamente que es eterno. 

Gran parte de las personas que hoy mueren no sospechaban que las guerras los dejarían a todos ellos sin nada, incluso sin barrios para convivir, sin ciudades sobre las que crecer.

Lo curioso de cualquier situación bélica es que nunca se puede predecir cuándo o cómo terminará o cuál de los contendientes cederá primero, para llegar a un acuerdo entre vencedores y perdedores. Todas las guerras, para mantener una paz duradera, requieren tanto de un ganador como de un perdedor. 

En ausencia de un perdedor, no puede haber un vencedor, lo que significa que, incluso si se firma un acuerdo en papel, la paz será efímera. Como seres humanos, aunque también somos animales, la necesidad de ganar y sentirnos vencedores es innata, y esto requiere la presencia de perdedores en el juego de la vida y de la muerte.

Nadie puede garantizas hasta qué punto llegarán los contagios actuales. Hoy mismo Israel ha dejado de otorgar Visados a la ONU para entrar en su país. Hoy se dice que 2.300 menores de edad han muerto en la Franja de Gaza en estas dos semanas, bajo las bombas israelíes, lo que supone la mitad del saldo total de víctimas en los últimos 23 años. Quienes sobreviven están expuestos a hambre, sed y a un grave daño de su salud mental. 

¿Es posible entender que los niños y jóvenes, desde Ucrania, Palestina, Líbano, Israel, Rusia, Irán, lograrán crecer hacia adultos, desde una mirada de PAZ, de concordia? 

¿No será el odio lo que les llene sus ideas futuras y que crezcan desde ese odio hacia su y nuestro futuro?

Ajovín