Ayer nos recordaba Nueva Tribuna que el 24 de junio de 1972 fue detenida por la policía política de la dictadura la dirección de CC.OO. con Marcelino Camacho al frente.
El 20 de diciembre de 1973 se celebró el juicio y el 28 del mismo mes de diciembre se hacía pública la sentencia condenándose a los diez acusados a penas de entre 18 y 20 años de prisión por un delito de asociación ilícita. Rápido, ejemplar, durísimo, dictatorial, brutal contra unas personas que simplemente estaban defendiendo pacíficamente la dignidad de los trabajadores.
Efectivamente, lo hacían en el interior de una cruel Dictadura. No se nos olvida a (casi) nadie.
No era simplemente un juicio contra unos dirigentes obreros —no eran sindicales pues no existían los sindicatos horizontales en aquella España— era un juicio contra todos los trabajadores, para meterles miedo, para explicarles que en aquella España no se podía jugar a muerte contra los empresarios.
Enseguida surgieron muestras de solidaridad con todos los encausados en toda España, y lo primero era crear una pegatina simples, sencillas pues no había medios de ningún tipo, ni existían todavía imprentas clandestinas que no estuvieran "fichadas" y se optó por unos procedimientos muy rudimentarios para hacer en papel adhesivo de oficina las primeras pegatinas de apoya para recoger dineros para las familias.
En el mes de julio de 1970, una huelga de la construcción en Granada acabó con tres muertos (Antonio Huertas, 22 años, Cristóbal Ibáñez, 42 y Manuel Sánchez, 24) obreros granadinos.