7.6.23

Fiestas Populares en Zaragoza. Pegatina 1977


Está a punto de llegar el verano, y con él las fiestas populares en pueblos, barrios y ciudades, algo que hoy en día nos parece normal. Pero que no siempre fue así.

Por el año 1977 del pasado siglo, las fiestas en la ciudad de Zaragoza, se limitaban para el pueblo llano, para la sociedad sin muchos recursos, en ir al recinto ferial, el teatro de Manolita Chen y algún otro elemento festivo no muy caro, y a las ofrendas de flores y frutos a la Virgen del Pilar y el Rosario de Cristal. El resto de festejos eran para los "elegidos". Los recuerdos de fiestas en La Lonja todavía se conservan.

En aquellos años se empezaban a respirar los primeros aires de libertad con la Transición y fue cuando el pueblo llano desde sus precarias organizaciones de base, Asociaciones de vecinos, clubs juveniles, sindicatos, etc. pensaron que era el momento de que llegasen unas verdaderas Fiestas del Pilar, unas fiestas populares para todos.

Famosa es la concentración con bocadillos en la plaza del Pilar, frente a la Lonja, para reivindicar esas fiestas populares, que fue reprimida por los “grises”, y que puede decirse, fue el embrión de las fiestas populares que hoy podemos disfrutar.

Esta pegatina fue enseña de aquellas primeras “contrafiestas”, que nos recuerda que no debemos perder ese espíritu reivindicativo.

Nota.: Colección de pegatinas de Pedro Martín

La transición de España hacia Europa empezó en 1962

El Ministro de Asuntos Exteriores de la España del año 1962, Fernando María Castiella, mandó una carta al presidente del Consejo de Ministros de la CEE, el francés Maurice Couve de Murville, solicitando por primera vez la apertura de negociaciones para la vinculación de España al Mercado Común, con fecha de 9 de febrero del año 1962.

Aquella petición fue rechazada con toda lógica pues tres semanas antes se había realizado en el Parlamento Europeo el Informe Birkelbach, cuyo título era toda una declaración de intenciones claras contra la dictadura de Franco.

“Los aspectos políticos e institucionales de la adhesión o asociación a la Comunidad Europea”

En dicho documento aprobado en el Parlamento de Europa donde en aquel momento sólo había seis países miembros, marcaba clarísimamente que un requisito imprescindible era que los países que entrasen a formar parte de la Unión Europea debían ser países democráticos. 

Se podían mantener relaciones comerciales o culturales, pero nunca se podía pertenecer si no se era un país con democracia plena.

Condenada al fracaso, aquella petición buscaba precisamente un consumo interno, para intentar demostrar a la sociedad española todavía inmensa en el hambre de la postguerra, de las cárceles llenas de personas no franquistas, que España era Europa, como Europa, a la altura de Europa.