1.5.23

Un libro es poca cosa, pero 2.000 libros es un problema

Ponga un libro en su vida. Ponga mil libros en su vida si tiene espacio para ello. Los libros son un vicio, y además es una manía casi minoritaria. Un libro es una historia, una vida contada, una película escrita, la recopilación de saberes. Un libro es un amigo silencioso que no molesta y si has sabido elegirlo, te ayudará.

Es bueno tener un libro de cabecera, un libro fijo al que acudir cuando necesites ayuda. Un libro que puedes leer diez veces o cien. Y que depende de tus gustos. Un libro que no tienes que volver a leer desde el principio sino abrirlo por donde te venga en gana. 

De esos hay muchos, cientos diría, y cada lector tenemos el nuestro. E incluso lo tenemos en secreto, para no dar pistas. 

Yo no tengo uno sino una decena. Desde El Príncipe de Maquiavelo que lo tengo ahora mismo encima de mi mesa, a algunos de Baltasar Gracián, El Shok del Futuro de Alvin Toffler, El Quijote, La Biblia para días tontos, algo de Aragón, sin duda algo de Arte y también alguna novedad sobre urbanismo o sobre política social. Todos empezados, algunos terminados en alguna ocasión y que ya no se abren desde el principio.

Nunca he comprado libros por colores, pero sí por capricho. 

Algunas veces he tenido incluso suerte, recuerdo que en uno que obtuve fuera de las librerías me encontré unos bocetos de un dibujante aragonés bastante conocido.  

Hay libros con cariño como el de Alvin Toffler que tenía en mi taquilla durante mi Servicio Militar, y algunos antiguos que he podido ir recogiendo de aquí y de allá.

Un libro es poca cosa, pero 2.000 libros es un problema. 

Cuando voy a esas librerías de segunda mano y compro algunos ejemplares, siempre pienso lo mismo. Sus dueños reales, los que los compraron de verdad en una librería, ya no están aquí. Alguien los ha recibido de herencia y los ha malvendido para conseguir espacio. Y ahora yo los compro para restarme espacio, para sentirme rodeado de papel.

Faltan en esta ecuación mis hijos que los harán desaparecer para volver a tener espacio vacío. Espero que no. 

Ajovín

¿Queremos hablar del trabajo actual? Mejor nos callamos, sí


Podríamos hablar hoy, como 1 de Mayo, Día del trabajo, de los derechos de los trabajadores en el mundo o en España, pero ese tema está muy manido, sobado incluso para nada, pues no somos capaces de articular sindicatos válidos que sepan defender a TODOS los trabajadores. Y lo siento en el alma, el sentirlo y el decirlo.

Hoy no tenemos ni idea de qué futuro le espera al trabajo. Hay demasiadas condicionantes sobre la mesa y casi todas nuevas y que se mueven a mucha velocidad. 

Nunca los que más tienes y más cobran se han diferenciado tanto de lo que se cobra el sueldo medio de la sociedad. Estamos ahora en una diferencia que casi dobla las distancias económicas entre lo que cobraba y poseía un Senador romano y su esclavo… hace más de 2.000 años.

Pero además de multiplicarse las formas de ganar dinero y acumular más y más a través de acciones que no representan trabajo productivo, disminuyen brutalmente las maneras de poder vivir con tu trabajo. Es posible ahora tener trabajo ocho horas al día en España y además de ser pobre no poder llegar a fin de mes. 

El mundo del trabajo organizado, sindical, se olvida de los trabajadores precarios aunque no se admita. 

Las familias concilian mejor a costa del trabajo de esclavas domésticas a las que llamamos con otro nombre y aseguramos que las tratamos muy bien, y si somos pobres y no podemos pagar a una esclava —casi siempre mujer— aunque no lo queramos admitir, utilizamos como esclavos a los abuelos.

Hay trabajadores de Primera y de Cuarta en las mismas empresas y trabajando en lo mismo. A unos los defienden los sindicatos y a otros también, pero sus derechos son tremendamente diferentes.

Podría hablar de esa Inteligencia Artificial que no es en nada inteligente ni inteligencia y sí y mucho artificial, pero a la que tendremos que atar en corto si no queremos que empiece a pensar en serio y ella sola en cómo prescindir de los humanos.

Pero podría hablar también de África y sus derechos laborales, o de parte de Asia y sus deseos tremendos por dominar el mundo a costa de sacar beneficios del trabajo de miles y miles de personas en condiciones inhumanas. Podría hablar de algunos países de Iberoamérica pero no quiero.

Incluso podría señalar con el dedo que en New York y en 2023 todavía se ofrecen trabajos a precio tasado en carteles por las calles, y que también todavía y todos los días circulan camionetas que van recogiendo a trabajadores por esquinas señaladas, para trabajos sin contratos de ninguna clase. 

Si os fijáis en el texto digo New York como ciudad adalid de la democracia, y no quiero referirme a ciudades del Sur de los EEUU. Y lo digo además porque yo mismo lo he visto en persona. 

En las puertas de ciertos bares de ciertos barrios se publicitan los trabajos y sus precios por hora. En muchos bares o panaderías o tintorerías, y no para trabajar en estas tiendas, sino trabajos de todo tipo, actuando estos locales como centros de contratación y publicidad laboral. 

No digo que esto pueda suceder en Europa, que es posible que también pues en algunos parques de Berlín o de Bruselas los adultos jóvenes que viven pegados a una caja de vino indican que están para lo que se les pida. 

Hablo de que mientras sepamos todas estas cosas y no seamos capaces de ponerlas sobre la mesa como un problema social del que no sabemos bien sus consecuencias, lo tenemos jodido. 

En Rusia se forman batallones de soldados de fortuna como en algunos países africanos. Se cotiza más el matar muriendo que el enseñar en las universidades o ser médico. 

Tengamos mucho cuidado con el tipo de profesiones que se pagan mucho hasta que te matan, pues si las dejamos crecer, tendremos solo un único problema. Todos los demás desaparecerán sin darnos cuenta.

Ajovín