21.1.23

¿Mandamos tanques modernos a Ucrania?


Sobre la mesa europea está ahora el debate sobre mandar o no mandar mejores y más modernos tanques para ayudar a Ucrania a defenderse de Rusia. Hablamos sin duda de un salto hacia arriba en la ayuda de la OTAN hacia uno de los países del conflicto. Aumentar el impacto y la ayuda en material bélico pesado, contra Rusia.

Las guerras, casi todas, siempre acaban cuando uno de los contrincantes es vencido, derrotado, humillado.

Con esta premisa anterior hay que tener mucho cuidado, pues aunque tenemos ejemplos no muy lejanos de guerras que se disuelven sin que nadie aparente ganar, y podemos nombrar a Vietnam o a Afganistan, lo cierto es que alguien pierde, aunque el otro no sea el ganador, no pueda decir que es quien ha ganado. 

En el conflicto de Rusia contra Ucrania, no es nada sencillo entender que uno de los dos países pueda perder. Por lo que supondrá para todo el mundo occidental esto, sea quien sea quien gane o pierda. 

O lo que es lo mismo, no debería perder nadie, si no queremos que al final perdamos todos.

Ya sé que esto es complicadísimo de entender, pero como en toda partida de ajedrez, a veces hay movimientos que no parecen lógicos, y son los que mueven el tablero y sus piezas.

Mandar las mejores armas pesadas del mundo occidental a Ucrania tiene sus riesgos serios. Y no hacerlo es también indicar que el apoyo es limitado y eso lo apuntará Rusia en su haber. Así que mucho cuidado con las decisiones, pues no hay que pensar en abril de 2023, sino en junio de 2024 como poco. 

Y mientras tanto los civiles ucranianos se van muriendo, el país y su sociedad sufre sin poderlo medir una guerra que no llega a entender, y Europa se juega su futuro aunque disimule para no meter miedos. 

En los conflictos en los que nadie puede ganar, lo normal es que todos pierdan. Incluso los de alrededor.

Nota.: La imagen es de 2017 de Patrik Stollarz para AFP


20.1.23

Oriol Junqueras pierde el respeto de los independentistas catalanes


Nunca creí que el camino que emprendió Cataluña en 2017 fuera a servir para nada bueno, era ilógico y absurdo emprender por la fuerza de la política catalana algo que nunca iba a ser aceptado por España. Una torpeza catalana en los modos, en los plazos, y en los contenidos.

Aquello llevó al exilio a los principales representantes legales de Cataluña en la política y a la cárcel posteriormente a casi todos ellos.

Ayer cuando vi a Oriol Junqueras abandonar la protesta independentista en Barcelona entre gritos y abucheos que le acusaban de traidor, y le amenazaban, se me volvió a caer las ganas de hablar de política, de estar dentro, incluso de estar cerca.

Estar casi cuatro años en la cárcel por ayudar en la Independencia de Cataluña, no le ha servido siendo uno de sus máximos gestores, ni para tener tan siquiera el respeto de los suyos, de los cercanos, de la mayoría de catalanes. Unos le insultaban, pero casi nadie lo apoyó o le defendió.

Algo va mal en Cataluña y en la sociedad en general cuando no sabemos valorar con errores o sin ellos, el coraje de quien gestiona.

Seguramente para muchos catalanes Oriol Junqueras no ha hecho bien todo, incluso para gran parte del resto de españoles todo lo he hecho mal. Pero que salga a la calle a apoyar un nuevo intento de Independencia y se les agreda verbalmente antes de tener que abandonar, nos indica en qué punto social estamos.

Tomemos buena nota, pues si a quien ha pasado todo ese tiempo en la cárcel por intentarlo… lo tratan así los suyos, debemos sospechar como nos tratarían a los que opinamos de otra manera.