24.4.22

¿Es posible hacer una paella con lejía?

Escuchaba a un diputado de VOX en Castilla León intentado explicar qué políticas desean hacer en Castilla León con su entrada en el Gobierno, sobre la mujer y la violencia de género. Y no me preocupó en nada sus palabras, sus silencios, sus balbuceos, sus miradas al infinito intentando buscar una salida. Me parecieron las lógicas en alguien al que han puesto para gestionar un asunto sin saber bien qué se puede hacer, y mucho menos sin capacidad para explicarlo.

Pero en cambio si me preocupa y mucho esa capacidad de las personas de no saber elegir al mejor, al capaz de gestionar y explicar, al que sabe hacer y transmitir con independencia de sus ideas, que pueden y deben ser plurales para poder elegir en democracia.

Los ciudadanos nos comportamos a veces como torpes peligrosos. Es como si fuéramos a un supermercado, y sin saber explicar bien el motivo, entre tantos alimentos eligiéramos lejía para hacer la paella. Hay libertad para elegir lejía, se puede hacer paella con lejía, es posible que la etiqueta de la lejía sea la más bonita de todas las opciones, pero normalmente una paella con lejía suele ser indigesta.

La autoresponsabilidad no la debemos fijar entre la de elegir entre un partido u otro, algo que en democracia se entiende como positivo y lógico y todos los que se presentan son legales; sino la de elegir entre unas personas u otras, entre capaces que sepan lo que se necesita, o entre incapaces que siguen un libro de estilo diseñado para todos, pero que no contempla los problemas de todos ni las soluciones para todos, sino para unos pocos, aunque disfrazado de lo contrario. 

Cuidado con vendernos lejía que huele muy bien, y con escuchar que en todos los sitios en donde se hace paella se hace con lejía, y que es la moda. Cuidado con ser tan torpes que nos creemos estas nuevas ideas novedosas pero en realidad muy viejas, pues al final tendremos que ir al médico. La paella nunca se debe hacer con lejía.

22.4.22

Las seis fases de un niño (o adolescente) violento con sus padres

Los niños a veces se vuelven violentos, complicados de tratar, incluso apoderándose de sus propios padres, creando un mundo paralelo para conseguir todo lo que se proponen. No es sencillo hablar de soluciones a estos problemas, pues cada niño, puber o adolescente es un mundo diferente y no sirven las mismas normas para todos. Incluso cada familia es distinta y las opciones de que se dispone para remediar estos problemas nunca son sencillos, si se está en una fase avanzada, que es cuando se acude a profesionales.

Sin duda, llegados a este punto hay que consultar con profesionales que detectan el momento en el que se encuentran sus actitudes, ver las soluciones posibles y tratar de encauzar su carácter, para que no se convierta en algo peor para los propios familiares más cercanos.

Y a la vez, para que estas soluciones no incidan en el niño o joven y se pierda socialmente, lo cual es también un tremendo problema. No hay que resolver solo la situación familiar, de los padres, sino evitar que con esa solución no se caiga en un problema personal del joven o del niño.

Los síntomas más usuales y por los que empiezan a demostrar que se están apoderando de la familia son:

No ayudan en casa, se niegan a colaborar en las tareas mas sencillas y básicas del hogar, exigiendo que generalmente su madre  haga de criada de ellos. Simplemente buscan demostrar —como un animal gregario— que domina la situación, controlan a las personas y logran mandar y que les obedezcan aunque sea poco.

Cuando no consigue sus objetivos recurre a los berrinches, los lloros, las broncas, que van en aumento tanto en número como en intensidad hasta lograr que los padres cedan. Es la herramienta más básica para doblar la defensa de padres y abuelos. Broncas que en principio pueden ser violentas con ellos mismos, luego con sus hermanos y las cosas o animales domésticos y después con los adultos.

Tienden a avergonzar a sus adultos en público, pues saben que es lo que más fastidia a los padres. Broncas en lugares públicos, frases delante de familiares y amigos, pequeños (o medianos) insultos sin venir al caso, pequeñas violencias físicas delante de otros familiares.

Logran que los padres le pidan por favor que ceda, que paren en su actitud, que se comporten, que dejen de hacer el gamberro. Es una forma del primer sometimiento de los adultos, que él ya domina a su gusto. Ya se siente el líder de la manada, con perdón por la palabra.

El siguiente paso es el soborno directo para lograr que él se comporte bien, para que no actúe delante de otras personas de forma violenta. Da igual lo que obtiene a cambio, lo importante para él o ella es la dominación, el obtener el premio del sometimiento de los adultos por comportarse bien.

Para finalizar, ignora totalmente a los adultos pues él o ella ya se han formado un círculo propio que dominan, y para ello nada como demostrar que son los demás los que deben estar a su subordinación. Comen cuando quieren, solos y sin orden, no respetan las normas, no quieren estar con sus padres, exigen dinero si ya tiene la edad para ello, dinero que va en aumento con amenazas de que si no se lo dan, lo logrará de “otras” formas. Han aprendido a dominar y tienden a no tener medida.

Estos problemas no empiezan en la adolescencia, muchas veces tienen sus inicios en edades muchos más tempranas, pero son en la pubertad y en la adolescencia cuando realmente se vuelven insufribles. 

Lo peor de todo es que a veces y una vez que ya tienen dominado todo el proceso, estos adolescentes no quieren ser adultos, pues saben que el estatus logrado es maravilloso para ellos y no lo quieren abandonar. 

Por eso la ayuda de los profesionales es muy necesaria, pero según en qué fase esté el niño o el joven, los resultados no siempre son satisfactorios.