17.1.22

¿Queréis que nos vayamos todos a la mierda o preferimos pensar en el futuro de nuestros nietos?


No existe conciencia de lo que necesitamos como sociedad, y tampoco existe idea de lo que debemos caminar para lograrlo, ni de lo que hacen en otros países o sociedades para tener aquello que a veces deseamos copiar sin entender qué caminos debemos emprender con urgencia. 

Deberíamos preguntarnos…: ¿Y qué queremos para España, no para nosotros sino para nuestros hijos y nietos?

No es posible quejarse de la falta de Servicios Públicos de calidad y a la vez quejarnos de lo que pagamos de Impuestos. Es incompatible. 

Como lo es decir constantemente que la culpa la tienen los gestores políticos, pues se llevan los dineros ellos. Eso demuestra que no se conoce de lo que se habla, y de que por mucha voz que le pongamos no sirve de nada, pues eso no conduce a ninguna solución.

Pero no sucede nada si lo que queremos es eso, seguir quejándonos de forma vacía, sin reparar ni querer conocer las realidades. 

La pobreza social no sale de la nada, es culpa de muchas sumas.

¿Qué queremos romper hoy? ¿Qué nos apetece quemar, destruir, insultar?

¿De verdad somos incapaces de pensar que lo que rompemos es siempre nuestro aunque está en la calle, entre la sociedad, parezca que es de las instituciones, de todos, de nadie?

Ayer mismo hablaba con una persona metida en harinas de queja y le hablaba de varios políticos que yo conocía bien, de Primer Nivel Municipal o Autonómico, o incluso algún Diputado a Cortes, que tras dejar sus responsabilidades viven maravillosamente de su anterior trabajo, en algunos casos con mayores sueldos de los que cobraban como políticos, y sin haberse aprovechado de nuevos puestos de trabajo. 

Simplemente vivían muy bien por no tener ya ese peso brutal, esa queja insistente, ese pararles en la calle para insultarles. 

Algunos puedo decir que son mejores, incluso bastante mejores que los actuales responsables. Y que BAJO NINGÚN CONCEPTO desean volver a la política. 

Eso empobrece la política, pues su experiencia —en algunos casos de muchos años— la vamos perdiendo poco a poco a costa de nada. No a costa de mejores gestores.

No hablo de ideologías, pues son al menos de tres espacios políticos diferentes, dos de izquierdas y uno de derechas. En todos los casos menos en uno, la política les produjo heridas en su vida familiar que no siempre han podido resolver. 

¿Que qué quiero decir con esto? 

Pues que debemos saber qué queremos, hacia dónde deseamos ir, deberíamos empezar por aprender lo que cuestan las cosas, las que tienen precio y las que no tienen precio, y que nada existe por obra de la casualidad. 

Podemos seguir en la misma línea actual, la de cabrearnos con todos según nos venga en la idea. Pero debemos sospechar que eso conduce a la mierda. 

16.1.22

¿Existirán las ideologías avanzado el Siglo XXI?

En los últimos meses que se podrían retrotraer a los últimos años, se habla claramente que el mundo de las ideologías se está diluyendo. Algo que le viene muy bien a quién tiene ideología y piensa que está ascendiendo con ella. Es cierto que la sensación de un mundo líquido por la enorme velocidad de los cambios, propicia que no seamos ya tan claros a la hora de diferenciar lo que son las izquierdas y las derechas, pues las pasamos por el marco mental de hace unas décadas que ya se ha quedado obsoleto.

Hoy, ya adentrados en el Siglo XXI, la izquierda y la derecha es otra necesidad a lo que eran en 1975 o en 1995.  No es que hayan cambiado las ideologías, lo que hemos cambiado somos la sociedad y nuestra forma de percibir su utilidad y su sentido fijo. 

Hemos ido abrazando el marco mental que nos han ido introduciendo suavemente aquellos que desean una Dictadura Mental, que son más duraderas que las militares. 


Algo, lo que sea, deja de servirnos en cuanto creemos que ya no tienen sentido para explicar los problemas actuales y para encontrar soluciones válidas.

Sin ninguna duda ha sido la izquierda la que peor ha sabido adaptarse a los cambios, sobre todo porque no han sido organizados por ella. Y no hemos entendido bien de qué va todo esto.

Tras los movimientos de las diversas Primaveras Árabes o de España y Francia, alguien debió pensar que se tenía que cambiar con rotundidad el Sistema pero sin que nadie se diera cuenta del cambio. 

No era fácil consentir para ellos que representan el Poder Escondido, que en cualquier momento los jóvenes árabes, españoles o franceses decidieran alzarse en la calle contra lo establecido. Había que inventar o potenciar los sistemas de reacción a las reacciones.

Y está dando sus frutos todo aquello que se hizo sin decirlo, a escondidas dentro de los Grandes Despachos, y ahora nos sentimos huérfanos de soluciones propias, porque la sociedad en realidad lo que busca no es a través de qué ideología o de qué partido político le ofrecen las soluciones, sino si estas parece posibles y válidas. 

Y como todas ellas son a medio o largo plazo, nunca sabemos —cuándo debe saberse— si realmente son posibles. Con que lo parezca ya es suficiente. No somos tontos, es que simplemente nos envuelven los regalos en papeles muy bonitos.

Ya casi nos han convencido de que no existen las derechas y las izquierdas, o van camino de ello a velocidad de crucero. Las máquinas políticas del Poder siguen ancladas en un bipartidismo falso, pues no se trata de que haya dos opciones políticas diferentes, sino de que esas dos opciones sean siempre las mismas.