9.8.21

Llevamos 32 años sin ideología progresista en Europa. ¿Cuánto queda todavía?


Van a cumplirse 32 años desde que en la noche del 9 de noviembre de 1989 empezó a caer el Muro de Berlín y con el / por ello, todo el entramado que sujetaba una Europa con dos conceptos antagónicos, la Guerra Fría, el comunismo y el socialismo de verdad. Aquella noche el mundo, Europa, empezaba un nuevo camino. Pero han pasado casi 32 años y aquella escenografía no ha traído nada para la izquierda europea, y ha pasado tiempo desde aquella noche de noviembre. ¿No queremos o no sabemos aprender?

Dos décadas después de aquellos meses tuve ocasión de visitar varias ciudades de la antigua Alemania Democrática. Se veía claramente todavía la señal de las desigualdades, los índices económicos todavía no se habían logrado igualar, el urbanismo o el color, el comercio y las formas de vida todavía dejaban ver diferencias claras a poco que te salieras de las zonas céntricas y turísticas.

En aquel final de 1989 se acabó una forma de comprender la ideología de izquierdas y había que intentar otra. Había que admitir el fracaso económico y social de un sistema de vida, el que habíamos leído durante muchos años; y sin dejar de ser progresistas e incluso socialistas, había que intentar construir un nuevo socialismo, una nueva manera de entender lo que es el reparto hacia las capas más vulnerables de justicia, economía o trabajo.

Pero no hemos sido capaces de construir una ideología sobre el papel, sobre unas bases filosóficas, económicas o sociales que sustenten una forma de ser y de trabajar por el futuro.¿Qué es hoy, en el 2021, ser de izquierdas? ¿Solo con ser feminista o ser amante de la sostenibilidad del Planeta ya se puede construir una alternativa de izquierdas a este momento? 

¿Y dónde se queda pues la inmigración de los más pobres, los nulos servicios públicos mal repartidos y el hambre, la pobreza y la injusticia social, la indignidad laboral creciente y el aumento del esclavismo moderno?

Han pasado más de 30 años desde entonces y el fascismo nuevo va creciendo en diversos países de Europa. La caída del comunismo ha traído hacia la sociedad un movimiento populista que se ha ido construyendo sobre la falsedad de edulcorar la historia, de repintar de nuevo esas desigualdades que unos provocan y otros las sufren. Y mientras ellos han sido muy listos en estos ejercicios de trampantojo social, la izquierda no ha sabido levantar un edificio ideológico nuevo.

Ni la Tercera Vía funcionó, ni la socialdemocracia supo acercarse al socialismo nuevo que había que construir, ni los populismos de izquierdas supieron encontrar un espacio convincente y explicativo. Y poco a poco fueron todos los intentos cayendo en la trampa bien construida por los competidores y por la apatía y la desafección de su sociedad. ¿Y ahora? ¿Otros 30 años más de espera?

¿Nos importa el Planeta? ¿Y nuestros nietos?


Sabemos que el mundo, este espacio en el que vivimos y el único que tenemos, está sufriendo un cambio climático importante que sobre todo sufrirán nuestros hijos. Pero no parece importarnos y somos además incapaces de encontrar soluciones aceptadas por los gobiernos. Da igual que lo diga la ONU o cualquier científico de reputado prestigio, el mundo no quiere cambiar y punto.

¿Sabremos adaptarnos? ¿O será el propio planeta el que se rebelará contra nosotros por ser incapaces de tomar medidas de cambio, de sostenibilidad?

Hoy ya, en estas primeras décadas del siglo XXI sabemos que no se trata solo de parar el cambio climático, pues algunas medidas no tomadas han creado condiciones de las que es muy complicado salir en los próximos siglos, sino de parar el deterioro para ver si al menos así es suficiente. Y estamos hablando siempre de algo de lo que llevamos 30 años hablando sin haber tomado medidas suficientes, sino parches para la galería.

Durante años nos hemos convencido e que solo se traba de parar un aumento de las temperaturas que se producía en décimas de grado. Y nos parecía asumible y no importante. O un tema de agoreros y malas y negativas prácticas de izquierdistas de libro. Pero ya sabemos que eso es falso, que lo que se está produciendo es una suma de cambios climáticos, que no siempre son solo de calor, sino también de grandes tormentas, de inundaciones, de calor y deshielo, de grandes nevadas incontroladas, de lluvias en zonas donde antes llovía mucho menos o de sequ´ñias persistentes en otras zonas. 

Sabemos también que la atmósfera es distinta a la de hace unas décadas y que eso afecta al clima y a la sostenibilidad del Planeta, pero parece que esto nos da igual, y que no es necesario cambiarlo. O que si algunos grandes países han hecho durante décadas lo que les ha dado la real gana, ahora al resto de países que no lo hicieron les toca poderlo hacer, pagando una tasa como quien paga por la recogida de basuras. Pero el Planeta no es un Ayuntamiento, y los errores se acumulan y no se pueden meter en bolsas negras de basura.

Los últimos informes de la ONU estiman que a finales de este siglo XXI se llegaría a un incremento de 4,4 grados sobre las temperaturas medias, algo que multiplicaría también la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos. Pero nosotros no estaremos, piensan los tontos que no admiten que debemos dejar todo como lo encontramos. Y a nuestros nietos que los jodan. Pero los científicos nos recuerdan también que la última vez en la que se llegó a un nivel de calentamiento por encima de los 2,5 grados fue hace tres millones de años, cuando ni siquiera existía el ser humano. Y seguimos pensado que son frases de pesimistas.