26.4.21

Nuestros jóvenes en España son los que van a pagar la factura


El Banco de España (abril 2021) nos advierte del difícil legado que les estamos dejando a los jóvenes, en el ámbito laboral y económico, pero también demográfico, legal, de rentas y de una Deuda Pública que hay que pagar en el futuro

Los Servicios Públicos no solo son peores hoy que hace dos décadas, sino que la posible deriva que salga tras la pandemia no facilitará las calidades de servicio. Pero además hay que decir con seriedad y tranquilidad, mezcladas pero no agitadas, que la situación política es peor a la de las décadas anteriores, y nadie parece darse cuenta de la gravedad.

Hay miedo en todos los segmentos de gestión sobre el futuro tras la pandemia, pues han sido excesivos tiempos de parón económico. 

Dos años con unos ingresos bajo mínimos suponen una zancadilla brutal. Ya son dos primaveras, pronto dos veranos. Decenas de actividades económicas, culturales y de gestión ya acumulan dos años bajo cero, dos ciclos suspendidos.

Nuestros jóvenes sin empleo acumulan dos años más de edad, de desempleo, de poca actividad, de escasa capacidad de emancipación. 

La Educación y Formación se ha empobrecido en estos dos años. No es sencillo reenganchar tras dos años de congelación en las actividades lógicas. Y lo sabemos bien los que nos dedicamos a estos asuntos.

No sabemos bien de qué manera ha afectado este curso y medio perdido o medio perdido en la educación de los jóvenes. Su rendimiento sin duda habrá sufrido un claro revés, pero también su motivación escolar. Hemos congelado la Cultura. 


¿Eso nos va a salir gratis? 

Sabemos ya que han subido ciertos vicios peligrosos, está medido, y con ello cierto tipo de violencia. La calidad social deja heridas tras de momento 14 meses de pandemia.

Pero a su vez y sin poder preparar recambios de calidad nuestra sociedad se ha ido envejeciendo, la productividad se resentirá, los ERTE al duran tanto tiempo se han convertido en un arma arrojadiza, el teletrabajo sin haberlo diseñado en calma y con controles no es la solución a lo que es necesario para crecer. 

Es cierto que algunas empresas saben bien qué deben hacer ahora mismo para no perder competitividad, pero quien se queda rezagado lo sufrirá.

No hay compraventa de vivienda entre jóvenes, no se conceden hipotecas para este segmento social, pero tampoco se crean empresas. Muchos comercios y servicios están esperando las ayudas para cerrar definitivamente.

Y los jóvenes se van a encontrar una España bien distinta a las que han podido vivir sus padres. ¿Hasta dónde nos harán responsables de estos desfases? 

¿Hasta dónde podremos decir que todo es culpa solo de un virus llamado COVID?



Sigamos viviendo tranquilos, que nunca pasa nada


Estamos inmersos en esta pandemia del siglo XXI que esperamos sea la última, pero seguro que es la de la década, la que nos ha robado la primavera de los años 2020 y 2021. 

Quedarse sin dos primaveras seguidas es un patada en los cojones. Pero no creo que estamos aprendiendo lo suficiente. 

El mundo es mucho más débil de lo que nos imaginamos pero por nuestra culpa. Y en esa culpa quedan todavía muchas posibilidades de algún desastre complicado que todavía no hemos explorado. 

Y eso no lo queremos saber. Ni imaginar. Y lo curioso es que como no nos lo queremos imaginar, no somos capaces de prepararnos por si acaso. 

Somos capaces de provocar una Guerra Mundial que nos podría comenzar y afectar de media docena de formas brutales y todas desconocidas. La maldad humana es muy sofisticada. 

Pero si ahora en una pandemia de un virus enano no somos capaces de contar los muertos o de distribuir una vacuna en fecha o de crear un antiviral que sirva, menos podemos esperar en caso de conflicto más armado todavía, con enemigos con casco. 

Pero… cuidado… también la naturaleza se podría cabrear en serio. Hay decenas de posibilidades de que nos jodan los virus y lo sabemos pero nos callamos, y para las que no nos queremos preparar pues no nos vendrán a por nosotros, je je je. 

Sigamos viviendo tranquilos, que nunca pasa nada. Creo yo. Nuestra capacidad de saber defendernos es muy superior a la de los bichos. Nuestro mayor enemigo es el ser humano.