2.4.21

Pandemia (18) Necesitamos mas conocimiento en el mundo occidental


Nunca antes el saber había sido tan necesario, el saber y la capacidad de demostrar que somos capaces de convertir el saber en soluciones. Pero siendo sinceros, no hemos estado a la altura en la defensa de esta pandemia del COVID19. Tras más de un año del inicio declarado de la pandemia empiezan a surgir distintas vacunas pero no hemos sido capaces de encontrar un remedio farmacológico para evitar muertes o enfermos graves, no hemos encontrado otro remedio que el confinamiento y no tocarnos, no sabemos frenar los contagios ni evitar que puedan abrir numerosas actividades económicas con garantías. 

Estamos entrando en una Cuarta Ola en este abril de 2021 con cerca de 700.000 contagios diarios de media, y nadie sabe el motivo de este nuevo crecimiento del virus.

El conocimiento acumulado no ha sido suficiente para remediar los problemas graves de la pandemia, y hemos tenido un año para ello, es decir ya no solo estamos hablando de lo que sabíamos antes de la pandemia sino de nuestra capacidad para tener que saber más de forma urgente.

Pero no solo de la pandemia y del COVID viven las personas, y mucho menos tendrán que vivir en el futuro. 

El conocimiento será uno de los valores más necesarios en los próximos años, donde no podrá existir el descanso para paliar los problemas que nos va a dejar como herencia  la pandemia. 

Necesitamos conocer mucho más de todo, y sobre todo necesitamos repartir ese conocimiento para que se multiplique. El conocimiento no sirve de nada si lo metemos en un cajón, hay que repartirlo, hay que ponerlo a funcionar y la única manera es entregarlo a todos los demás para que eso sí, contagie de forma positiva la vida de todos. 

Todos tenemos que ser “más listos” en la medida en que cada uno pueda aportar más, ser algo más, y para ello además de acumular conocimiento entre todos, hay que saberlo repartir con un sistema educativo distinto también.

Diferente simplemente porque los conocimientos a repartir son distintos a los que había en el siglo pasado, dirigidos a todas las edades, y porque partimos de un punto de muy baja implicación de las personas occidentales, con muy poca motivación para querer seguir aprendiendo. Desde los jóvenes a los adultos. Hemos restado valor a la educación, al conocimiento, y no es fácil retomar lo perdido.

No podemos entregar el conocimiento a unas pocas personas, no es posible de cara a este siglo pensar que unos pocos tienen la obligación de saber y el resto de ir creciendo con nuestra mano de obra sobre lo que otros saben e investigan, sea de forma científica, de mercados, de recursos, de sanidad. 

Hemos entrado en una dinámica del saber, y debemos poner en valor el conocimiento como una parte esencial de nuestra forma de ser, de comportarnos. Ya no sirve para nada tener conocimiento de una parcela de tu oficio, no sirve de nada ser buen oficial de una materia, hay que ser polivalente, y sobre todo y ante los cambios tan rápidos en las tecnologías y en los oficio, hay que estar siempre preparado para cambiar de oficio, para adaptarse a todos los cambios.

Ningún oficio durará ya como antes, observaremos cambios tan importantes que si los comparamos con el punto de inicio, veremos que son totalmente distintos aunque los sigamos llamando igual, y sobrevivir ante todos estos cambios solo se logra con formación continua, con el conocimiento básico que te garantice estar a la altura de tus contrincantes en el mismo puesto de trabajo. 

Pero si a nivel individual el conocimiento será cada vez más importante, a nivel global es imprescindible, pues hemos demostrado que sin investigación suficiente los problemas se convierten en mortales para la sociedad. 

Y el conocimiento global solo se logra a base de creer en él, de ponerle financiación suficiente, de situarlo en el lugar del respeto de toda la sociedad que se merece.

Parece absurdo con lo que nos está cayendo encima reconocer que cualquier jugador de fútbol de los países más ricos de Europa que meta goles en equipos de Primera División gane mucho más que cualquier investigar sanitario. 

¿Cuántos millones de euros ha perdido Europa por no tener un remedio contra el COVID en cuatro meses en vez de en 12/24 meses? 

El conocimiento es capacidad de encontrar soluciones y de reaccionar cuando se debe, es también capacidad de ser más libres. En estos 13 meses hemos comprobado que las únicas soluciones que somos capaces de tener pasan por restar libertades personales, si el conocimiento nos hubiera permitido tener otro tipo de actuaciones contra el COVID no se hubieran restado tantas formas comunes de relacionarnos.

Durante siglos el valor de los países se medía por el número de personas, por la capacidad de sus tierras en producir valor o por sus gestiones militares. Pero ya en el siglo XV cuando España descubrió América se demostró que el conocimiento era un valor de suma importancia. De Colón por intuir que había mejores caminos para ir a las Indias, y de los Reyes de entonces por apoyar con sus dineros aquella expedición y posteriores.
Esa mezcla es la que se sigue necesitando constantemente y algunos países ya la están practicando. 

Si nos fijamos en el poder de los países del Sureste Asiático vemos que hace pocas décadas eran países muy diferentes a los actuales, mucho más empobrecidos entendiendo además que sus riquezas actuales no están todavía bien repartidas entre sus territorios. Su crecimiento ha sido en algunos casos espectacular.

Ellos lo han hecho muy bien y algunos otros, los de la competencia como en todo tipo de empresas, lo han hecho mal o al menos peor que ellos. Apostaron por el conocimiento para lograr que todo se pudiera transformar. 

Y lo curioso es que ellos lo han sentado sobre las bases de un conocimiento que muchas veces ha venido desde personas formadas en sus países competidores, o desde sus propios compatriotas que han ido a formarse a países occidentales que no han sabido rentabilizar a sus propios ciudadanos.

Desde esta zona del planeta no han logrado otra cosa que no haya sido comprender mejor que nadie dónde estaba el futuro, qué había que hacer para estar mejor preparados modificando los mercados internacionales de todo tipo, incluido el del conocimiento. Es cierto que hay otros componentes de más complicado acceso en el mundo occidental y nada recomendables además, como son sus propios sistemas dictatoriales que imponen sin cortapisas los caminos que debe emprender la sociedad. 

Pero siendo cierto, no es fundamental para que los países occidentales no hayan sabido encontrar las soluciones a sus faltas graves de apoyo a la investigación y el conocimiento, al control de los mercados estratégicos y a la auto defensa de sus sistemas de producción industrial.

Dejemos a un lado lo que otras zonas del planeta ya han logrado y centrémonos en lo que se necesita alcanzar para defendernos en el futuro. Hay trabajo remanente suficiente para plantearse cambios necesarios y en eso es donde debe estar España. 

¿De verdad el Sistema quiere a ciudadanos bien formados, críticos, con capacidad de análisis y reflexión? 

¿No será mucho más cómodo gobernar a millones de niños altos y con barba, adultos in espíritu de mejora y así poderos dominar con mucha más facilidad, sin que dejen de ser esclavos aunque nunca se lo puedan imaginar ellos/nosotros mismos?

1.4.21

¡Yo, también soy puta!



    Habla una mujer. Hablan millones. Hablan las putas. Me dirijo a todas las mujeres que, al fin y al cabo, siempre nos han puesto este epíteto en algún momento de nuestra vida, cuando querían humillarnos, vejarnos o simplemente hacernos sentir mal. Ni siquiera nuestras madres se libran del insulto. Si no somos putas, somos hijas/os de puta. La cuestión es ser puta. Algunos se escandalizarán por utilizar esta palabra tan corta, cuatro fonemas, pero afilada como un cuchillo que apuñala desde hace siglos la conciencia y la femineidad de las mujeres.

Como putas se nos trata cuando, en situaciones de guerra, los soldados violan porque saben que es la mejor vejación a una mujer. No nos pegan un tiro en la cabeza. Nos pegan un tiro en nuestra esencia como mujer. Y la verdad de esto, por desgracia, es que aciertan en la diana.

Pero una vez conseguida la diana, que no se da solo con las violaciones, sino con las palabras, actitudes, ideas y prejuicios machistas, qué hacer. Las mujeres hemos pasado por todas las fases. Lloras, te indignas, hablas tímidamente, te encolerizas justamente, después alzas la voz, ríes y, por fin, contestas con fuerza en tus actos y palabras. He dicho fuerza, no violencia. 


¿Les suena Fadela Amara? ¿Conocen su lucha? Ni putas ni sumisas


En otra ocasión, hablaré de Fadela Amara y sobre, lo que muchos consideraron, la politización del movimiento Ni putas ni sumisas. Me gusta el origen de una idea justa, la que germina y se mantiene sin envenenarla. Luego, ya se sabe, la vida engorrona todo, pero para eso lean el Criticón del aragonés Baltasar Gracián que lo dice y explica mejor que nadie. 


Si de algo sabe la mujer es de la podredumbre de la vida. Somos licenciadas cum laude.


Ni putes ni soumises, daba en la clave del problema al utilizar como lema cuatro palabras que resumen la visión maniquea que se ha tenido y se tiene de la mujer. Todo parte de una idea clara: sexo. Es este el que ha determinado la actitud y aptitud de la mujer; es la meta de salida desde la cual la mujer, desde niña, tiene que hacer una carrera de fondo. 


Cinturones de castidad, la honra no mancillada o la deshonra de la familia, pureza maternal, no hay término medio, de eso se pasa a la mujer fácil, la buscona, la de la falsa moneda que de mano en mano va y nadie se la queda. Al final, se llega al papel principal. ¿Imaginan cuál es? Exacto, puta.


El sexo no es biología, es ideología. El sexo no atiende a sentimientos, emociones ni conciencia cuando hay que definir a la mujer. Para nosotras, el sexo es la letra escarlata que se nos lleva poniendo desde hace siglos. Si hasta Simone de Beauvoir tuvo que oír palabras despreciativas de Albert Camus, cuando definió su libro El segundo sexo como una obra pornográfica, qué no debemos esperar el resto de mujeres. 

El movimiento, Ni putas ni sumisas, surge con más de medio siglo de distancia a la publicación de El segundo sexo, sin embargo, la esencia permanece. Una mujer en 1949 no podía hablar sobre la mujer y menos sobre su sexualidad, pero Beauvoir lo hizo. Varias mujeres de los pobres suburbios parisinos no podían manifestarse sobre su cruda realidad como mujeres, pero lo hicieron. Tanto en un caso como en otro lo que dejaban claro es que una mujer independiente y libre ni es puta ni sumisa. 


Así que, cuando a una mujer se la llame puta, no se la definirá. La estarán alzando a los altares de una femineidad desconocida, porque cada letra de la palabra tiene para ella un significado distinto. 


P ureza de espíritu

U nión de mujeres y hombres para superar el machismo

T enacidad en el día a día

A mante respetuosa con su pareja y, sobre todo, consigo misma


Demos un cambio al lema Ni putas ni sumisas por el de Putas e insumisas.


Termino este artículo con una reflexión sobre la fotografía que encabeza este texto. Estaba cerca de donde vivo este graffiti y me gustó, sobre todo, porque, hasta para hacer arte urbano o cualquier arte, hay que tener intelecto y ciertas dotes contestatarias; la sorpresa vino cuando, pasados los meses, me encontré el cambio de musa a puta


Quien lo hiciera quería despreciar el mensaje inicial. Sin embargo, no se dio cuenta de que estaba reforzando el contenido primero. Desde luego que se quiere a la mujer como puta, en la acepción  machista, porque se le teme como artista o como insumisa. Estuve a punto de comprar un bote de pintura en spray y escribir debajo, ¡Gracias, nos das la razón! ¡Yo, también soy puta! 



Olga Neri