22.3.21

Pandemia (06) ¿Habrá revolución juvenil por la pandemia?

Todos los modelos de sociedad se agotan en algún momento de la historia
, todos tienden a ser sustituidos por otros. Es cuestión de tiempo, de oportunidad, de motivación, de un acelerante que sea capaz de producir la combustión de lo viejo. Hay momentos históricos en los que todo parece acelerarse, en los que notamos que el cambio es necesario, previsible, incluso imparable pues se unen diversas situaciones en diversos lugares y a la vez en una misma dirección o en direcciones complementarias. 

Cuando esto sucede —y se nota casi siempre con anterioridad— se acelera el cambio propulsado además por los mismos que lo están notando y que no se atreven a pararlo. Lo admiten, lo aceptan y quieren participar en el tiempo nuevo a ser posible como protagonistas.

Es como si cada pequeño elemento del cambio formara parte de un proceso organizado hacia el cambio. 

El COVID es uno más de entre muchos procesos que se mueven y de momento tampoco es seguro que vaya a propiciar un cambio histórico de Sistema, pero intervienen el cambio climático, la debilidad de los EEUU, el posicionamiento de China o el declive del comunismo del Este de Europa. Influye el BREXIT y la debilidad de la Europa del siglo XXI e incluso los problemas sin resolver de Corea del Norte o Irán, del terrorismo internacional o de la inmigración descontrolada. 

Son en realidad la suma de varios elementos dispares los que inflaman la herida mundial.

Entre los años 2010 a 2012 estuvimos a punto de vivir un momento muy similar excepto sin el detonante de una pandemia que acelerara la combustión. Las Primaveras Árabes de los países del Norte de África se incendiaron pero de forma controlada en muchos de los casos. No hubo un descontrol real a la vez, no hubo una inflamación o un contagio real, pues se trabajó bien la separación por países. Líbano, Kuwait, Libia, Túnez, Argelia, Omán, Arabia Saudí, Sudán, Yemen, Somalia, Sahara, Mauritania, Jordania, Siria, Egipto, Irak, Irán, Palestina, Líbano y en pequeña cantidad Marruecos iniciaron una ola de movilizaciones con muy diversos fines y objetivos, aunque todos sonaran similares.

Más libertad, cambios profundos, hambruna, cansancio de unos gobiernos déspotas, etc. Y aunque entre todos los países se calcula entre 120.000 y 200.000 fallecidos, sobre todo en Libia y Siria, no fue un proceso que incendiara de verdad otras zonas del mundo. 

Faltó para un Cambio de Era esa chispa que a veces surge casi por combustión espontánea. Tuvieron un papel importante las Redes Sociales, y fueron acciones de los jóvenes de estos países que en mayor o menor medida reclamaron cambios profundos, pero todo fue (casi) perfectamente asumido y controlado de forma interna. 

Era el “Tiempo del Cambio” pero tal vez era demasiado pronto para el cambio de verdad.

Este fue el ejemplo más claro de que un incendio es muy complejo de parar en sus alrededores más cercanos, y que hay que formar defensas sobre un espacio de influencia superior creando caminos libres de combustible alejado del núcleo del fuego. 

Por eso la actitud de Marruecos fue fundamental, que Europa se callara fue muy importante, que no interviniera ninguna de las grandes potencia fue imprescindible para que todo se fuera consumiendo dentro de unos territorios delimitados para que el fuego se consumara sin contagiarse, dentro de unas fronteras decididas por muchos. Curiosamente casi todos ellos son países con presencia militar más o menos declarada de los EEUU.

¿Alguien se imagina esa misma situación si se hubieran implicado en esa Primavera Árabe más o menos manipulada, los países o las sociedades de Israel, Irán y Turquía?

Muchas veces tenemos que analizar, sopesar, revisar a quien le interesa cada movimiento de rebeldía. Y sobre todo si es el momento del estallido. Nada se produce por casualidad, o lo que sería lo mismo, casi siempre se produce por causalidad. 

Casi nada es casual, casi todo es por alguna causa. Excepto que como en ese 2020 tan cercano y lejano a la vez nació un detonante no controlado en forma de virus mundial, que puede además crecer o decrecer sin poderlo dominar, y que es un simple virus que se mueve sin control, y casi sin conocimiento suficiente para vencerle. Un mal enemigo al que no vemos.

La capacidad de la persona para aguantar momentos complicados en asuntos alejados de su propio “yo” es enorme, por eso aunque haya confinamientos y se resten libertades individuales, mientras eso no afecte a uno mismo no hay ningún peligro de estallido social. 

Otra cosa es que los cambios te afecten en tus ingresos por pérdida del trabajo, de la empresa, o por restarte la capacidad de tener ingresos sin bajar la de tener gastos. Mientras exista la esperanza de que sea algo muy temporal no sucede nada descontrolado. Si los tiempos de reacción gubernamental se eternizan o no producen el efecto positivo que se necesita, la situación se puede descontrolar. 

Los procesos de control sobre lo descontrolable son también muy eficaces y están muy estudiados desde el Poder. 

Por eso ha sido necesario construir toda una nueva arquitectura de ayudas directas o de cambios laborales, para evitar que el descontento salga a la calle de forma organizada. Los ERTEs o incluso los créditos sin interés pueden servir durante un tiempo, pero sin duda las ayudas directas y sin devolución son el único camino de apaciguamiento si la situación se eterniza. 

La capacidad de poder ir cambiando las formas de apoyo es fundamental, pues ninguna de ellas es en sí misma suficiente para calmar los ánimos y hay que ir intercalando diversos procesos, entre los que sin duda para algunos sectores muy afectados debe estar el abrir y apoyar con modelos de discriminación positiva.

En cuanto a los propios procesos de la enfermedad pandémica, tienen ese punto sociológico que entra dentro de la pirámide poblacional, para que no sea algo a provocar en sí mismos ningún proceso de cambio permanente. 

Lo pueden producir las medidas que se tienen que tomar para controlar los contagios, pero no las consecuencias directas de esos procesos graves en la salud. El hecho de que de forma grave y mortal sobre todo, afecte en mucha mayor medida a las personas ya jubiladas, mayores de 65 años, hace que la sociedad lo contemple de una manera muy distinta a si afectara a otro segmento por edad. 

Si la terrible pandemia afectara a los niños o a los adultos jóvenes por encima de todos los demás cortes de la pirámide poblacional, produciría unas tensiones brutales para tomar medidas mucho más contundentes que pondría contra la pared de las soluciones a cualquier que gestionase los tiempos.

Pero los fallecidos son —en el mundo occidental— en la mayoría de los casos personas de más de 70 años y con enfermedades previas que los enfrenta al COVID19 ya debilitados. Parte de la sociedad entiende incluso que es un proceso lógico de selección natural. 

Y si a eso añadimos que de los fallecidos mayores, un porcentaje enorme estaban previamente internos en Residencias para Personas Mayores que es en donde se han contagiado, entenderemos mejor la incidencia sobre las reacciones sociales de la propia pandemia.

Julio M. Puente Mateo

Pandemia (05) China o el impulso que necesitamos para cambiar el siglo


No será suficiente con el COVID para asegurar un cambio de Ciclo, de Era, de Sistema
, por mucho que esta situación actual por su duración en el tiempo ponga todos los elementos para ello. Lo establecido está muy bien como está, y esta pandemia le ha venido a trastocar su caminar que requiere tranquilidad en sus zonas de influencia y complejas violencias y movimientos entre sus zonas de suministros. 

Sobre todo el Sistema que domina y ya establecido, lo que desea por encima de todo es dominar también las crisis. Y aunque esta ni la ha provocado ni la entiende bien, está aprendiendo mucho más rápido que los propios científicos que buscan una solución médica al problema.

Es mucho más complejo poder construir una vacuna eficaz que aprender a controlar un proceso enfermo antes que el enemigo. 

Pero contra la vacuna solo existe la dificultad del tiempo y las defensas no siempre entendibles del virus. Contra el enemigo social todo es más complejo pues también quiere posicionarse, defenderse con tus mismas herramientas. Un virus es en realidad tonto aunque estropee la vida de millones de personas. Un Sistema Social enemigo es mucho más similar a otro Sistema Social y utiliza los mismos mecanismos de defensa y ataque. 

Ya en las primeras páginas de esta seria de reflexiones me preguntaba: ¿Quién liderará el mundo tras este proceso que nos ha movido los cimientos del capitalismo consumidor?

Todas las esperanzas a una salida rápida están puestas en una vacuna urgente, eficaz, con capacidad de inmunizar durante suficiente tiempo, barata, fácil de administrar y de conservar. 

Cada vez que un laboratorio occidental habla de “su” vacuna suben en Bolsa sus valores. Saben que ese es el gran próximo negocio. De marca, de utilidad como empresa, de futuro. También de beneficios por la venta de su producto, pero eso importa mucho menos. 

Hemos sido incapaces de poder construir una alternativa de defensa que no pase por una vacuna. En ningún lugar del mundo. Incluso tampoco hemos sido capaces de conocer bien sus métodos de transmisión y por aerosoles se ha reconocido a partir de octubre de 2020 aunque la propia China advertía de esta posibilidad en sus revistas médicas en febrero de ese año 2020. ¿Por qué hemos vivido esos 8 meses de pérdida de tiempo o de error en los métodos de defensa pasiva?

La Comisión Nacional de Salud y la Administración Nacional de Medicina Tradicional China advirtió a mitad de febrero que al contagio por gotículas respiratorias y contacto con elementos donde se hubiera depositado el virus había que incluir el aire del ambiente sobre todo en lugares cerrados por acumulación de aerosoles de la respiración de las personas afectadas. 

Se refería a la mezcla del virus con gotitas en el aire para formar aerosoles, que pueden flotar por largas distancias y causar infección después de la inhalación. Y eso se advertía en ese mismo febrero, antes de que en España por poner un ejemplo cercano se hubiera decretado la existencia del problema.

La rectificación del plan inicial chino también sugería entonces que los pacientes ya recuperados se quedasen en casa y evitaran el contacto cercano con otras personas durante 14 días para reducir el riesgo propio de infección con otros patógenos y visitarán el hospital para chequeos en la segunda y cuarta semana después del alta, advirtiendo además que los pacientes infectados con Covid-19 en condiciones severas podrían sufrir una "falla orgánica múltiple” de momento sin especificar. 

¿No supimos leer estos Planes de China para defenderse ellos del COVID en febrero de 2020? Si observamos el transcurso de los meses, de sus propios datos de contagios y fallecimientos, tal vez debamos pensar que se puede hacer todo y siempre, de varias formas. Y algunas son torpes.

Los datos de acierto y error son tan contundentes que nos obligan a sopesar que la batalla por el liderazgo mundial ya está planteada, al menos en su primera fase. 

Del total a finales de marzo de 2021 de unos 124 millones de contagiados, en los EEUU hay casi 31 millones, en España 3,2 millones y en China unos 90.000. La población de China es cuatro veces superior a los EEUU y unas 30 veces superior a España. China nos puede engañar con sus números de contagiados, seguro. ¿Tantas diferencias entre contagiados pueden ser capaces de engañar?

Sin duda estamos en muy distinta fase, y las medidas tomadas en China y países cercanos han funcionado de muy diferente forma a las de Europa, incluso siendo similares restricciones. 

En la propia ciudad de Wuhan hay vídeos en YouTube de españoles que viven allí y las mascarillas llevan meses sin estar siendo utilizadas hoy con el rigor de España, aunque nadie se salta las normas impuestas por su Gobierno, sean las que sean. 

Por ejemplo es normal ver a personas voluntarias que toman la temperatura de los viandantes cuando traspasan puntos cruciales de la ciudad o zonas que marcan la división entre barrios. De forma voluntaria y respetada por todos los vecinos de la ciudad que no se quejan de los mecanismos que puso (y sigue poniendo) el Gobierno chino para frenar la pandemia.

Este impulso de datos tan diferentes va a marcar el futuro, no tanto porque los ciudadanos dejen a de creer en sus propios países, como por la elevación de las economías de los países que mejor están sorteando este proceso que afecta contundentemente en los procesos de productividad y de consumo. Si la pandemia es un grave problema, que afecta de forma muy diferente a unas zonas u a otras, supone un añadido de distanciamiento ante el poder de gestión mundial.

Recuerdo que en los años 70 se decía en mis círculos de joven una frase que por entonces no sabía descifrar bien. “Cuando despierte China, el mundo temblará”, pues yo la achacaba más a sus procesos comunistas, a la posibilidad de que se enfrentara contra Rusia, a que se estaban multiplicando tanto los propios chinos que no cabrían en su país.

La realidad ha sido distinta y el mundo está temblando ante China por sus abrazos al mundo occidental para aprender de sus economías, de sus producciones, de sus tipos de comercio, de su capacidad a dominar el mundo sin hacerlo temblar, simplemente infiltrándose entre sus estructuras.

La realidad es que 1.400.000.000 personas consumiendo a la vez, descontroladas en sus consumos energéticos y contaminando en un crecimiento descontrolado no es soportable sin que el Planeta haga “clic” y se raje. 

Tienen derecho los chinos a tener nuestro nivel de vida, a comportarse como nosotros nos hemos comportado antes durante décadas. Y tienen la fuerza para que nadie les diga nada. Y el resto tenemos la debilidad de no haber sabido prevenir el proceso, o al menos de retrasarlo o lentificarlo, para hacerlo asumible. ¿Cuántos Planetas necesitamos si todos nuestros habitantes por igual desean consumir y contaminar lo mismo que un americano medio?

Si repasamos las aglomeraciones urbanas más grandes del planeta vemos que casi todas ellas están en el Sudeste Asiático. Un ejemplo de donde se mueven las personas, en donde se pueden esconder los problemas y las soluciones, por donde debemos mirar si queremos observar los cambios geoestratégicos del mundo más próximo. 

En esas ciudades se vive el futuro en estos momentos. No es algo que debamos copiar, en su interior no está la calidad de vida, el ejemplo a seguir, pero sí está la realidad del presente. Hay ciudades metropolitanas con más población que toda España.

Cantón, Tokio, Shangai, Yakarta, Delhi, Manila, Bombay, Seúl, México, Sao Paulo, New York, El Cairo, Daka, Pekín, Laos, Bangkok, Karachi, Los Ángeles, Osaka, Moscú, Calcuta, Buenos Aires, Estambul, Teherán, Londres, Johannesburgo, Río de Janeiro, Lahore, Tianjin y Kinsasa forman el núcleo de las 30 principales ciudades y sus entornos por número de habitantes. Estamos hablando de unos 640.000.000 de personas encerradas en 30 conglomerados urbanos alrededor de 30 ciudades ingobernables.

De todas estas personas sobre unos 400 millones habitan en la zona del Sudeste Asiático y unas 240 millones en el resto del mundo y muy repartidos. Hablamos siempre de enormes conglomerados que a veces llamamos ciudades. Es normal pensar que será en su interior en donde se gestará una parte importante del futuro de la humanidad. 

¿Cómo es posible gestionar una conurbación de casi 47 millones de habitantes? Estamos hablando para entendernos de espacios teóricos como Barcelona y su entorno periurbano, el Gran Bilbao, etc. pero con una población multiplicada al menos por 10.

Cualquier decisión que se tome de cara al futuro del Planeta pasa por entender este tipo de conglomerados, de saber qué se gesta dentro de ellos, qué capacidad tenemos para evitar su multiplicación.

E incluso de cara a las soluciones que necesita el mundo actual para defenderse de la pandemia, hay que entender la complejidad de la gestión democrática de una enfermedad de transmisión comunitaria como esta pandemia entre espacios urbanos tan inmensos. 

¿Cuántos hospitales se necesitan en estas ciudades? 

¿Es fácil contar a los fallecidos diarios? 

¿Qué capacidad de obediencia se puede dar en estos conglomerados para controlar la propagación de una enfermedad? 

¿Sabemos contar bien los contagios? 

¿Sirven el mismo tipo de medidas para los distintos tipos de conglomerados urbanos?

Evidentemente las respuestas con complejas y muy diversas. Cualquier error en la gestión de todos estos millones de habitantes se notará en el futuro, sobre todo porque están viviendo en una zona muy sensible, con grandes esperanzas internas de cambio, con una cultura claramente distinta a la occidental y a veces con odios contenidos, y con unas economías emergentes que pueden suponer un cambio tremendo en las maneras que hoy entendemos el comercio, la industria, las relaciones entre distintas culturas y espacios económicos.

Tenemos el mundo dispuesto a cambiar de rumbo, pero necesitamos ese impulso que la pandemia del COVID podría darle aunque también es muy posible que no sea suficiente. 

Para que algo se produzca muchas veces necesita dos impulsos simultáneos. La gasolina y la cerilla por separado no son peligrosos, para lograr un desastre necesitamos que se unan en el mismo momento y en el mismo lugar.