22.2.21

¿Por qué se incendian las calles de España por violencia juvenil?


Es fundamental saber los motivos reales de las violencias callejeras en las principales ciudades de España de esta semana pasada, para poder encontrar una solución válida, si es que se desea resolver el problema, y no convivir con él para resolver otros problemas diferentes. Sin diagnóstico que nos diga los motivos que llevan a una parte de la sociedad hacia este tipo de comportamientos tan violentos no es posible el tratamiento para resolver, evitar, minimizar. 

Aunque también es posible que como en cualquier olla a presión, se entienda que la sociedad, las calles de las grandes ciudades necesiten de vez en cuando que suelten el aire a presión, para así tranquilizarse la sociedad cabreada (y no solo la joven sino toda) y volver por reflujo a su posición inicial. 

Lo cierto es que periódicamente, en ciclos que se pueden estudiar perfectamente, surgen brotes de violencia callejera en todas las sociedades, y lo de menos es el motivo que (parece que) las inicia, sino el fondo que se alimenta por debajo.

Esta vez en España no es una mayor o menos dependencia de un rapero que insulta, o de una falta de democracia en España o de un control excesivo contra la libertad de opinión. Simplemente es que España y su sociedad ha llegado por diversos motivos a un punto de presión excesivamente alta. Sobre todo por incapacidad para resolver problemas, incluso para entenderlos por parte de los que gobiernan y sin duda para empatizar con ellos. 

Que la juventud no perciba futuro claro a su vida de emancipación es un drama. Y los incendios de las calles —en la España del desempleo juvenil y la pandemia— son el claro síntoma de que algo importante debe cambiar y con urgencia. 

Se percibe una violencia que crece en cantidad pero también y eso es lo peor en intensidad y destrozo. La violencia ha dado el paso de organizarse más y eso debe preocuparnos, pues a su vez obliga a la propia policía a tener que ser más contundente. 

O asumimos que el momento es de excesiva presión social y empezamos a saber comunicar soluciones, o la presión sin duda bajará en pocos días, pero lo hará en falso. Y eso también lo sabemos los que analizamos los comportamientos sociales. 

Aunque hay que advertir también que un grado de violencia no excesiva sirve para fortalecer al propio sistema y su particular modo patriarcal de gobernarnos.

19.2.21

Las emociones positivas alargan la vida y previenen enfermedades

En la Barcelona del año 2014 se celebró un Congreso Internacional de Inteligencia Emocional con un resultado muy positivo y una conclusión clara. El psicólogo Carlos Hué nos explicó qué debemos tener en cuenta, qué podemos hacer de forma sencilla para alargar nuestra vida con más calidad.

Las emociones positivas alargan la vida y previenen las enfermedades.

A partir de los 55 años, las personas que desarrollan emociones positivas por encima de la media alargan su vida
, ya que tienen menos enfermedades y presentan un estilo de vida más saludable con alimentación equilibrada, ejercicio físico frecuente, actividad constante, etc. Además, son personas que suelen ayudar a los demás a través de organizaciones tipo ONG y, sobre todo, se muestran optimistas y alegres la mayor parte del tiempo.

Se presentó una investigación que indicaba que las personas que desarrollan emociones positivas como la alegría, la amistad, la actividad orientada a conseguir determinadas tareas, relaciones sociales frecuentes, etc., disminuyen en un 34% la probabilidad de fallecer. Asimismo, indicaba este profesor que la probabilidad de coger una gripe aumentaba de 61 a 76 puntos entre las personas menos positivas.

Las emociones negativas como la ira, el miedo, el asco, la tristeza son propias de los animales y han sido desarrolladas por estos como elementos de supervivencia. Las emociones negativas están orientadas a salvar y conservar la vida. 

Estas emociones negativas las tenemos los humanos y nos ayudan a conservar la vida como el miedo al ruido de un coche que nos puede atropellar, o el asco que sentimos ante un alimento que nos hace dudar de su salubridad. Estas emociones responden a nuestro sentido de supervivencia y diríamos que nos vienen de serie cuando nacemos. 

Por eso, son más primitivas, son más generalizadas, son más iguales y no necesitan ser entrenadas. Pero si estas emociones negativas están fuera de control producen un efecto contrario, ya que aumentan la tasa de cortisol en sangre y ello hace que tengamos un aumento de la tensión sanguínea y del ritmo cardíaco con lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. 

Además, las emociones negativas deprimen nuestro sistema inmunológico, lo que nos hace estar indefensos frente a muchas enfermedades, aumentando, por todo ello, nuestro riesgo prematuro de muerte.

Las emociones positivas básicas, en cambio, son muy pocas, prácticamente se reducen a la alegría. 

Su finalidad no es la supervivencia, sino el desarrollo del ser humano. De esa emoción primitiva surgen otras emociones más complejas, los sentimientos positivos. 

Estos son muy diferentes para cada uno de nosotros y, encima, tenemos que aprenderlos a diversificar a lo largo de la vida como la empatía que se consigue en los primeros meses a través de la sonrisa, o el cariño, la amistad en la primera infancia, y más tarde, la tolerancia, la cooperación o el altruismo en nuestra juventud. 

Todos estos sentimientos nacen de esa única emoción infantil y serán los que nos prevengan de las enfermedades, ya que, al contrario que las emociones y sentimientos negativos, las emociones y sentimientos positivos generan dopamina, oxitocina y otros neurotransmisores que además de darnos un sentimiento de felicidad refuerzan nuestro sistema inmunológico y nos previenen de enfermedades alargando la vida de quienes las poseen.

Si queremos tener una mejor salud tendremos que esforzarnos en desarrollar sentimientos positivos como la alegría, el optimismo, la motivación por hacer cosas nuevas, la empatía, la amistad, la colaboración, el agradecimiento… 

Estas emociones, estos sentimientos positivos nos ayudarán a vivir muchos años, con pocas enfermedades y, además, muy felices y con mejor calidad de vida. En definitiva, podemos afirmar según las más recientes investigaciones, el optimismo y el cariño son garantía de salud. Ah! Y de felicidad también.