12.1.21

¿Vas a juicio si matas a otra persona en accidente? ¿Y si es por contagio de COVID?

Vamos a intentar ser sinceros. Con el COVID-19 estamos teniendo suerte. Y todavía no estoy del todo tonto. Esta pandemia está matando aproximadamente al 2% de la población infectada. Es mucho, una barbaridad que ya haya matado a dos millones de personas en todo el mundo. Pero son el 2% de los contagiados, aunque se haya cebado en algunos segmentos por edad. Es una cifra MUY baja con arreglo a otras pandemias que hemos tenido en el mundo, con arreglo al número de fallecidos que sufren enfermedades contagiosas. De sarampión fallecen un 1,4% de los contagiados. Pero la tuberculosis mata al 12,7% de los infectados. 

Cuando vemos películas catastróficas se habla de un 10% de fallecidos o incluso de un 33% de muertos por las enfermedades inventadas para producir terror en el cine o la televisión. Incluso en estos meses últimos el número de fallecimientos por contagiados es inferior al 1% de la población infectada

¿Esto supone que debemos perder el miedo a la enfermedad?

El miedo es subjetivo. ¿Quieres morirte tú? No, yo no. ¿Y quieres que se mueren tus padres o abuelos? Pues de eso se trata. 

Hay enfermedades que afectan más a los niños, la hambruna o el cólera por poner dos ejemplos terribles que enseguida se entienden. Pero el COVID-19 afecta más a las personas de más edad. Y eso hace que a una parte importante de la sociedad le parezca una enfermedad relativa.

¿De verdad existe ese egoísmo social? Pues seamos sinceros. SI. 

Y eso lleva a la dificultad añadida de que los que menos afectados se sienten, más interactúan a favor de la enfermedad. No la sufren como enfermedad grave, pero la contagian como enfermedad sin solución. 

Es curioso que a los homicidas se les detengan si matan a alguien en un accidente, pero a los que contagian con resultado de muerte no se les juzgue. 

El guitarrista de Maná, Sergio Vallín, nos enseñó la normalidad de ser normal


La profesionalidad de las personas existen, se nota normalmente en que son simplemente normales aunque sean excelentes. Ayer tuvimos varios ejemplos sencillos, maravillosamente excelentes. Iñaki Gabilondo nos dijo que él ya no podía mas, o que simplemente se había agotado de aguantar tantas tonterías sociales y políticas para nada. 

Andreu Buenafuente y Berto Romero nos enseñaron que se puede trabajar sin bajar el nivel dentro de un almacén con trastos, si la nieve no te deja desplazarte a Madrid. Sergio Vallín nos demostró en La Resistencia que se puede ser el guitarrista de Maná y no parecerlo, que la normalidad de las personas reside en querer hacer bien tu trabajo y mostrárselo a los demás.

Son casos simples de saber trabajar por y para los demás, cobrando un sueldo faltaría más, pero sobre todo creyendo en su trabajo y en la importancia que tiene su labor para seguir engrasando el funcionamiento de todos nosotros. En comparación de los que solo quieren medrar, engañar, disfrazarse de ovejas con dientes afilados, es casi un milagro poder contemplar que siguen existiendo millones de ejemplos sencillos que simplemente creen en su trabajo.