2.12.20

Entre chinos, bichos y murciélagos, llevo un lío…


Hoy me entero que el puto bicho entra por la nariz hasta el cerebro y nos pone tontos, como si eso no lo supiéramos de antemano. No nos pone tontos, se aloja en donde ya estamos tontos. Que me digo yo… ¿Para qué coño quiere el virus entrar e intentar ponernos tontos si ya lo estamos? Para mí que este bicho también es tonto. Sobre todo si lo hemos creado nosotros para jodernos un poco más.

Ahora también los chinos — con ganicas de joder o de enredar al menos— dicen que ellos no han sido, que no salió de Wuhan el bicho, sino que ya circulaba —como todos decimos y sabemos— mucho antes de la fecha que se dijo, y que vete a saber tú desde donde salió. Lo cual es importante saber.

No es que alguien se comiera un murciélago a la plancha, sino vete a saber. Igual son las cebolletas, la carne de pavo o el surimi. Que nunca se sabe. De momento en Navidad todos quietos, no vayamos a comernos el turrón con bicho. Jodo. Estamos heridos pero no sabemos de dónde ha venido la flecha.

30.11.20

Las lucecitas de Navidad nos van a costar caras, en más contagios y menos libertades


Entre las muchas tonterías que uno ha leído hoy sobre los contagios del COVID está la de "Sanidad pidiendo responsabilidad tras las aglomeraciones de este fin de semana paseando por las calles comerciales llenas de luces de las grandes ciudades de España, montadas para la Navidad"

¿De verdad estamos bien de los sesos o no sabemos dónde estamos o ni a quien hay que ordenar para que sepa mandar sin riesgo?

Si ponemos miles o millones de lucecitas para alumbrar unas calles comerciales… ¿No lo hacemos para que vayan a visitarlas, para que los ciudadanos vayan a comprar? ¿Cómo podemos responsabilidad a las personas si antes les incitamos con millones de lucecitas a que vayan a ver la iluminación?

Es cierto, totalmente cierto, que nos está costando mucho doblegar el número de contagios, sobre todo por la falta de responsabilidad de todos nosotros. Y estos encendidos navideños en nada ayudan. Igual lo lógico hubiera sido suspender como en Italia la Navidad y sin duda suprimir fiestas de lucecitas. Pero no somos capaces de entender el sentido común.

Sobre todo porque si no somos capaces entre todos de bajar el número de contagios de forma brutal, tendremos nuevas restricciones, más duraderas, que ya han afectado brutalmente tanto a las libertades como a las economías.