29.11.20

Seguimos sin poder ir por Aragón. Está prohibido. ¿Hasta cuándo?


Llevamos en Zaragoza casi mes y medio de confinamiento perimetral, sin poder salir de la ciudad y en silencio. Parecería irreal si nos lo hubieran contado hace solo un año, pero lo estamos admitiendo con normalidad, aunque esto suponga una decisión que afecta y mucho a más de la mitad de aragoneses. ¿Era necesario? Pues posiblemente si, o casi podemos asegurar que sin duda SI, tal vez incluso por culpa de todos nosotros que no hemos sido capaces de evitar con una autodefensa mejor, una Ola de Contagios que ha sido desmedida.

Pero el dolor de esta medida unida a la de todas las anteriores y las que la acompañan en cuanto a horarios del confinamiento dentro de la ciudad, nos lleva a muchas reflexiones que todavía no es el momento de hacerse. La debilidad de la sociedad está contundentemente clara. Y no quiero añadir nada más.

Lo cierto es que muchas personas no han podido ir a sus pueblos de origen donde mantienen sus viviendas excepto con trampas, no ha ido a visitar a sus familiares excepto con trampas, no han realizado viajes de ocio que a veces calman las ansiedades excepto con trampas. Y son múltiples las actividades económicas que se han visto muy perjudicadas. ¿Es posible pensar en el turismo de nieve en Aragón si a principios de diciembre todavía no se puede ir desde Zaragoza (el 55% de aragoneses) ni a la provincia de Huesca ni a la de Teruel?

Yo no esquío ni tengo segunda vivienda, aunque sí tengo familiares en varias localidades aragonesas. Y no, no sé otra fórmula (con muchos reparos) para doblegar la curva de contagios. Pero tan importante es bajar de contagios como saber gestionar a la sociedad y eso no sé si se está haciendo bien. Sé que incluso lo que parece que sale gratis, no es gratis. Nunca. Tampoco las decisiones que se toman con todos los miedos del mundo pero sin reparar en si son las más idóneas cada día. 

No es nada fácil gestionar estos tiempos, para nadie. Tampoco para los que dependen de un trabajo que ahora no tienen. Los ERTEs sonaban bien, pero se han ido convirtiendo en una trampa. Sí, en una trampa en la que han caído uno mientras que otros ni se están enterando de la pandemia. ¿Es lógica esta desigualdad y que llevemos tantos meses sin lograrla reparar? No, yo no tengo que tomar decisiones, si acaso señalar peligros, problemas o dudas. Pero sí sé que hay otro tipo de decisiones. A veces, muchas, no todo es blanco y negro.

27.11.20

Al pequeño pueblo de Huesca a ver a los nietos: NO. Pero hay que hacer tres filas en el supermercado


A los aragoneses nos está costando mucho entender y obedecer el confinamiento tan largo de las capitales, luego nos lo cambian a un confinamiento provincial y nunca al de todo Aragón cuando menos. Y lo digo con conocimiento de causa, de unos números de la pandemia que siguen siendo brutales, que bajan muy lentamente, que repuntan en algunas zonas de este Aragón tan diverso, cifras que no son capaces —después de tantas semanas de confinamiento duro aunque no sea domiciliario— de ponerse al nivel de entender que estamos doblegando los contagios.

Algo está mal, y posiblemente el cansancio social sea una de las claves. Puede ser que los jóvenes no sean ahora los protagonistas de las desobediencias leves, pero sí es verdad que todos han aprendido a saltarse de alguna manera las normas, por muy diversos motivos. Sobre todo porque el escepticismo entre la población no responde a lo que se necesita obedecer. No se cree en las órdenes y de momento se obedecen por las capas sociales que siempre lo hacen, pero no es suficiente.

Conocemos a jóvenes heridos graves por la pandemia, a personas en la cuarentena que llevan meses débiles y con un sinvivir de consultas médicas, pero también conocemos todos a personas que no se creen que sirve de mucho los confinamientos. 

Me decía ayer un conocido que en la zona de Albarracín hay 25 localidades que entre todas suman unos 5.000 habitantes. menos de los que están cada día en algunos Grandes Centros Comerciales de Zaragoza y su entorno. 

Otro amigo me comenta que él no puede ir a su pueblo en su coche cerrado, para estar en su casa junto a unos 12 habitantes más en todo el pueblo de Huesca, pero cuando va a su supermercado de barrio tiene que hacer filas en la carne, en la pescadería y en la caja. No puede ver a sus nietos, pero observa las cafeterías llenas de personas que buscan la manera de bajarse la mascarilla sin problemas.

Son criterios complejos de entender y que llevan al cansancio cuando son muchas las semanas que se tarda en salir de procesos complejos, aunque entendibles. Si no somos de lograr revertir una situación en un periodo perfectamente estudiado, hay que repensar los procedimientos o los precios a pagar son/serán muy altos.