10.10.20

Contra la pandemia ¿Sirve el confinamiento si durase un año o dos años?


Si algo tenemos claro con esta pandemia del COVID es que no sabemos lo suficiente, que no hay un criterio único, que no estamos preparados para defendernos, que las vacunas tardarán en llegar, y que mientras tanto crecen las Olas sin saber los motivos. Incluso a las peleas políticas en algunos países, se dan las peleas técnicas entre diversos investigadores científicos. 

Esta semana hemos pasado todos los días de los 300.000 contagios en todo el mundo, una cifra nunca superada en meses anteriores. Es decir, estamos en cifras mayores, también porque se detectan de mejor forma los contagiados. Pero no bajan sino suben, aunque los fallecidos en todo el mundo se mantienen en una curva estable aunque suban los casos. Y estas cifras de fallecidos se mueven mucho entre países y sistemas sanitarios.

Pero algo sí es ya detectable. LA SOCIEDAD ESTÁ CANSADA y casi agotada, lo que lleva a una obediencia social mucho menor y a una crispación nada positiva. Mientras nos crecen en Europa los contagios, sin ver ni una solución ni un espacio tiempo del lugar donde finalizaría toda esta pandemia.

Ya se habla claramente de poner en duda los actuales sistemas de confinamiento. Lo que podría haber sido una herramienta excelente si dura un par de meses, no lo es si va a durar un año, dos años. Y ya se plantean otros escenarios para luchar contra la pandemia del COVID, como NO CONFINAR pero hacerlo con criterios científicos de diferenciación según vulnerabilidad.

Sabemos que la afección grave de la enfermedad (aunque se pueda dar también en otras edades) se circunscribe a edades ya muy determinadas y a un personal de riesgo muy definido

Y sabemos también que la inmunidad de rebaño, es decir que muchos nos contagiemos y de esa forma frenar los contagios, es una herramienta eficaz para evitar la propagación del virus.

En la Gripe de 1918 se logró atajarla simplemente con esa inmunidad de rebaño. No había otra forma científica. En aquella Gripe llamada Española la enfermedad afectaba más a los jóvenes, se cree porque los mayores de 35 años habían sufrido en parte una Gripe Rusa anterior y los había dejado inmunizados. 

Incluso hasta hace poco se han ido detectando algunos casos de esa misma gripe de 1918 mutada pero que es capaz todavía de multiplicarse desvirtuada.  

Confinar durante dos años es socialmente imposible o muy poco recomendable. Hay que detectar a las personas vulnerables y cuidarlas de forma especial. Hay que detectar a los que ya son inmunes y ponerlos a trabajar sin problemas, hay incluso que provocar el contagio social (esto suena a barbaridad pero algunos técnicos ya hablan de una herramienta más para la lucha) para que crezca la inmunidad de rebaño entre la población más fuerte.

No es posible paralizar la economía dos años en algunos países (otra cosa sería hacerlo en todo el mundo), no lo es paralizar las escuelas o las universidades, tampoco llenar los hospitales de enfermos que sabemos son capaces de defenderse contra le enfermedad de forma humanamente eficaz por sus propias defensas, y restan espacios a los enfermos vulnerables.

Hay que trasladar las actividades al espacio exterior, todas las que se puedan aunque haya que pasar frío o calor. Hay que volverse a relacionar sobre todo entre personas muy mayores pues la soledad también mata. El abandono social también mata y no se contabiliza.

Contra estas ideas de inmunidad de rebaño existen las dudas razonables —por no haberse dedicado a investigarlas en profundidad— del tipo de inmunidad que se logra tras pasar la enfermedad, pero también existen lagunas sobre el daño psicológico que a medio plazo está produciendo el aislamiento social. 

Hay varias formas de luchar con el COVID, el aislamiento es una de ellas, pero hay más. Y la más ineficaz de todas es la pelea social, las dudas entre científicos, los errores en los análisis matemáticos, sanitarios, económicos pero también psicológicos y sociológicos. 

Toca repensar todo el sistema de defensa, si no somos capaces de saber el momento de la finalización de la pandemia.

                Julio Puente (Ajovín)

Secuelas de los enfermos de COVID-19


Las secuelas de la pandemia son más amplias que la propia enfermedad
superada o no, pues las secuelas duran mucho tiempo al ser una enfermedad que no podemos atajar sino si acaso mitigar los síntomas o no dejar que estos nos afecten mortalmente.

Ya sabemos que al lado de la propia COVID tenemos ya entre la población problemas psicológicos y laborales o económicos, pero no me quiero referir a ellos en esta ocasión, sino a las propias secuelas de los que han sufrido la enfermedad. Problemas que se siguen tratando por los profesionales médicos durante semanas o meses.

Sabemos que sobre un 10% de los enfermos diagnosticados de COVID sufren secuelas importantes durante un mes tras ser dados de Alta o haber superado la enfermedad sin estar ingresados

Y algunos de ellos serán meses los que tendrán que invertir para volver a la situación anterior a su enfermedad

Pero entre los hospitalizados estos problemas los sufren entre el 50% y el 90% según el tiempo que han estado en el hospital o si han tenido que pasar o por no UCI.

Salir de la UCI cuesta semanas, pero que el cuerpo y la mente se olvide de su estancia en las zonas más peligrosas puede costar medio año para los problemas físicos. La edad y el mayor tiempo en la UCI complican la salida de estas situaciones que a veces se vuelven crónicas.

Falta aire al respirar, hay cansancio, dolores de cabeza, intolerancia al ejercicio físico, falta de oxígeno en sangre, debilidad muscular, problemas de memoria, miocarditis, insuficiencia renal, ansiedad, insomnio, irritabilidad, depresión, estrés postraumático, disfunción pulmonar, vértigos, angustias y fatigas en los casos más leves.