21.9.20

Las personas mayores en las Residencias, se van muriendo de pena y tristeza

Hablo con una Residencia de Personas Mayores en una localidad grande de Cataluña, con la que he tenido relación unos años. La tristeza ya ha invadido todos los rincones. 

Sucedió en abril pero era una novedad que parecía temporal y el confinamiento se soportó con más trabajo de todos. Pero ahora ha pillado cansados al mundo de la Residencia de Personas Mayores, internos y trabajadores, y está hiriendo de gravedad todas las sensaciones. 

A los de la Planta Calle que serían los de mejor estado físico les dejan salir a los jardines, pero al resto de plantas no, y se tienen que quedar en sus habitaciones o a lo sumo en los espacios comunes si no tienen síntomas. No hay visitas y a lo sumo llamadas telefónicas. Los familiares cuando reciben en algunos casos permiso de visita, solo puede ser una persona y siempre la misma. 

La depresión, la angustia y ansiedad se ha adueñado de los internos y se ha contagiado a los trabajadores. No hay solución, lo creen así los que ya han dejado de dominar el mundo que nos construyeron y esperan la muerte en soledad y tristeza. Son los heridos de la guerra que no salen en los papeles. No es covid, es depresión. 

¿Rediseñaremos todo el mundo residencial de ancianos para que estos asuntos no vuelvan a suceder con tanta virulencia? 

¿Dejaremos de mirar hacia otro lado cuando sabiendo todos que las Residencias de Personas Mayores son simplemente un gran negocio de grandes empresas, no somos capaces de controlar su calidad asistencial?

¿Somos conscientes de que nuestros padres y abuelos, aunque tengan 80 años son personas, y además de construir lo que ahora tenemos, se merecen simplemente tener los mismos derechos que cualquier otra persona?

20.9.20

¿Si me quedo aquí, me das premio?


¿Si me quedo aquí, me das premio? Sí, es un mensaje dirigido a los perros amigos de compañía que se quedan sin entrar, esperando en la puerta a que sus dueños se tomen un aperitivo, unas cervecitas y disfruten de la vida.

¿Si me quedo fuera, me das premio?

¿Si me quedo sin entrar en tu juerga, me das premio?

¿Si me quedo callado y soportando lo que a tí te de la real gana, me das premio?

¿Si soy buena persona, me das un premio de consolación?

Podríamos pensar que seguimos dirigiéndonos a un animal de compañía, y es cierto. Pero ya no es un perro sino una persona, un pequeño esclavo 4.0 que mola un huevo tenerlo dominado. NO hay nada más que decir.