Vamos a realizar un ejercicio de relajación simple, así que antes de empezar este ejercicio ponte en un lugar cómodo, tranquilo, y donde tú te encuentres bien, a gusto. Si quieres pon incienso o un olor agradable en la sala, y una luz suave. O apaga las luces de la estancia.
Ahora cierra los ojos, controla tu respiración, lentamente respira notando esa misma respiración, dándote cuenta de las exhalaciones, de las inspiraciones….
Imagina ahora que vas de viaje en un tren a un lugar que para ti sea especial, una ciudad, una playa, un monte… un sitio donde hayas vivido algo especial.
El viaje en tren tendrá tantas paradas como años tienes tú. O si consideras que son muchas paradas, pues una cada dos o cinco años de tu vida.
En cada parada, se bajará del tren algo que te perturbe en tu vida, un lastre, un desamor, un trabajo que ya has finalizado, una experiencia negativa, un momento que deseas borrar. En cada parada del tren se va perdiendo un peso importante de tu vida pasada.
Pero también en cada estación subirá alguien o algo que aportará algo bueno a tu vida. Una persona con intereses comunes, un nuevo trabajo, una pareja, una meta fácil de cumplir, momentos especiales, algo que suba el tamaño de tu autoestima. Que te haga sentirte bien.
De esta manera, a la par que sueltas un pesado lastre que te atormenta, te darás cuenta de las cosas buenas que hay en la vida, de todo lo bueno que has hecho. E irás nivelando el peso de la vida con este viaje mental.
Y así cuando en la última parada llegues a tu destino, habrás vaciado tu equipaje de duelos y lo habrás llenado de sueños.
Y en tu destino, donde estás ahora, desconecta, relaja, escucha el sonido ambiente, déjate llevar por el momento. Intenta que todo parezca nuevo, para que poco a poco todo sea nuevo.
Céntrate de nuevo en tu respiración y haz una relajación progresiva por las partes de tu cuerpo.
Buen viaje, por la vida, por tu única vida. Y recuerda que este ejercicio lo puedes hacer tantas veces como lo necesites.
Laura Puente Ajovín
Hace cinco años nació sin vida una niña, tras nueve meses de estar poco a poco creciendo junto a la familia, incluso dando patadas el día de antes, nació MUERTA en un alarde de inhumanidad legal que es capaz de retorcer —no sabemos para qué— los conceptos de la vida y la muerte. Es como si parir no fuera siempre parir, como si nacer no fuera un concepto plenamente incluido en el ser humano.
Pero las legalidades parecen estar siempre por encima de los sentimientos, de las sensaciones, de los dolores. La sensibilidad no viene de fábrica por el hecho de ser funcionario, tal vez tendrían que recibir cursos de sensibilidad humana.
Para ellos, la niña no nació y por ello tampoco murió. Y en los Juzgados zaragozanos no la quisieron poner, incluir, nombrar, empleando en la explicación unos tonos y unas formas que parecían sacados de la Edad Media. Los tontos parecíamos nosotros por no entender la diferencia entre nacer y no nacer. Un cuaderno de espiral servía en esos momentos para apuntar a los que la ley considera LEGAJOS, aunque su corazón latiera nueve meses, legalmente “NO” HUBIERAN NACIDO —al nacer fallecida— en un hospital de la Seguridad Social. Aunque hubieran estado nueve meses con vida dentro del vientre de su madre, comunicándose con una familia y, hoy siga dentro de esa familia . Pero… la niña no nació, no vivió, con “todas las de la Ley”, que sin duda hay que modificar.
Cinco años más tarde se nos ha muerto la perrita que ha estado con la familia 18 años, un ser vivo queridísimo en la familia, pero que 5 años después, tras recoger sus cenizas, nos invita a reflexionar. Resulta que la perrita sí que ha muerto, simplemente porque legalmente estaba viva. Y acudimos a una empresa de cremaciones para animales donde nos trataron maravillosamente, con sumo tacto, con —curiosamente— una humanidad que no demostraron nunca las personas de los juzgados ni de la funeraria aunque en un caso fuera una niña, una hija, y en el otro una perrita.
Y nos han entregado las cenizas de la perrita desde la EMPRESA PRIVADA con una carta de condolencia, un certificado, una legalidad sobre el chip, unos detalles dignos de recordar, junto a la huella de su patita.
De la niña tenemos una fotografía porque las amistades en el hospital y nuestra perseverancia juzgada de locura en aquel momento, permitieron que se pudiera ver, y plasmar para el recuerdo al que legalmente llaman “LEGAJO” que era tratado legalmente como algo ajeno al dolor de la familia. Al amor de la familia. Al amor a la primera hija de una familia, hoy hermana mayor de tres hijos.
Y tras incinerarla se nos entregó, fríamente, un bote de mucha menos calidad humana que el de la perrita y sin ninguna carta ni certificación. Sin por supuesto ppder inscribirla en nuestro libro de familia, sin que el padre apareciera ni se mencionara en ningun escrito. En los Juzgados de Zaragoza y tras apuntarla en un cuaderno de espiral a bolígrafo junto a otros niños y niñas NACIDAS SIN VIDA como un LEGAJO pues así nos lo dijeron, quedó la hija registrada.
Nosotros sí sabíamos que la pequeña había nacido, y que había nacido muerta. Y nosotros siempre la seguimos tratando como a una niña que no pudo experimentar la entrada en este mundo, cómo a nosotros nos hubiese gustado, vete a saber por qué motivo. Y le seguimos poniendo flores en el cementerio, y sus hermanos le siguen haciendo dibujos, como hacen ahora con la perrita. Nos da igual que la inhumanidad “legal” hacia la pequeña y todos los niños y niñas que nacen sin vida sea la de ser tratados como legajos. Nos preocupa la inhumanidad de los inhumanos. Los NO avances de la ley.
Y es que simplemente nosotros no fuimos capaces nunca de entender al funcionario de los Juzgados y ahora nos agrada ver que sí hay otros seres humanos como los del Crematorio de de mascotas, que saben entender de seres humanos, de sus sufrimientos y sus dolores, del valor de la vida y de la muerte. Gracias a la Morada de Noé.