29.12.19

¿Lo mejor es votar, o negociar hasta llegar al acuerdo?

Creemos que el máximo uso de la democracia es el derecho a poder ir a votar para decidir, a elegir, a seleccionar aquellos responsables que creemos mejor para gestionar nuestro país y nuestras necesidades. Pero no es cierto.

El mayor éxito de la democracia en general es precisamente el contrario, no tener que votar sino ponernos de acuerdo en una negociación entre partes. Otra cosa es el Acto Final de Votar para que así conste en Documento Oficial.

Pero seamos sinceros, ponerse de acuerdo en una negociación es muy complicado, casi imposible a veces, y al final tenemos que ir a votar para decidir y saber cuántos hay de cada postura. Para contarnos.

No podemos estar negociando sin tiempo tasado, y a veces es imposible el acuerdo en la negociación pues los tacticismos ya indican que a una de las partes le viene mucho mejor votar y punto pelota. A veces confundimos el derecho a votar con “nuestro” derecho a votar.

Y la verdad es que en política la mayoría de las votaciones se hacen al margen de los ciudadanos y al margen incluso del conocimiento de la sociedad. Nos dejan participar muy poco, nos dejan votar de vez en cuando para luego ser “ellos” los que votan por nosotros.

Todos los días en todas las administraciones de debate, se votan decenas de propuestas. O se negocian y se llega a la conclusión para que no sea necesario votar.

Cualquier asunto que se lleva a un ayuntamiento por un Grupo Político (por poner un ejemplo sencillo), antes de presentarlo se debate para llegar a un acuerdo, intentando que no se tenga que votar, pues el votar divide. Siempre. Posiciona y divide, lo cual no siempre es malo.
En el primer acto de cualquier asunto existe la negociación. Se presenta a una mesa de “posturas” donde están representados todos los Grupos con un responsable, para tomar posición sobre el asunto. Se vuelve a negociar, se hacen transacciones y se acuerda o no se acuerda.

Aquí ya se marcan las primeras votaciones —se hagan efectivas o no— en esa mesa, para que cuando se acuda al Pleno, donde vuelven a estar todos los demás Grupos con todos sus integrantes, se vote definitivamente para que así conste en Acta Oficial.

Pero en el Pleno ya se sabe de antemano y casi con toda seguridad el resultado de la votación. Aun así en ese acto se vuelve a negociar, a intentar convencer. A transaccionar que es cambiar cromos. Vuelve a estar sobre la mesa el derecho a la negociación, al debate, antes que el de la votación. El derecho a convencer y a ser convencido.

Las democracias débiles empiezan a demostrarlo cuando ya no se debate o estos debates nunca sirven para nada. Cuando todo queda circunscrito a la votación. Votar para decidir es pues la demostración de una debilidad final del sistema democrático que es incapaz de ponernos de acuerdo.

Y se vota en política pero también en los órganos de poder de las empresas, o en cualquier situación donde haya posturas encontradas entre partes que negocian o plantean alternativas.

La democracia nos ha enseñado a votar, pero no tanto a negociar, a ceder y convencer, a ser capaces de admitir de la otra parte ideas y proyectos que pueden ser interesantes, aunque vengan de la parte contraria.

Es todo un arte la negociación. Y el votar es lo más simple y la demostración que han fallado todas las demás posibilidades.

28.12.19

Hay que hacer balance personal una vez al mes

Se acaba un año y hay que hacer balance. Pero no nos engañemos, los balances hay que hacerlos al menos todos los meses. Debemos saber qué resultados vamos teniendo sobre nuestros propios retos, marcarlos, seguirlos, identificar los errores y las dudas e intentar resolverlos.

Yo cuando tenía empresas hacía la facturación diaria, la sumaba en una excel y controlaba su marcha. En cada momento sabía si iba el mes bien o mal, si había que tomar medidas nuevas o modificar precios, apurar a la parte comercial o dedicarme a investigar nuevos servicios o productos.

En la vida común debe ser igual. Debemos marcarnos objetivos mínimos y máximos, y hacer balance constante para ver si vamos por el buen camino, si tenemos que cambiar algunas costumbres y formas para lograr mejores resultados y seguir peleando, pero aprendiendo de los errores que nos desvían de los objetivos.

Esto sirve para ampliar relaciones humanas, acceso a los trabajos, formación, inteligencia emocional, innovación en tu propia vida personal, etc. Hay que estar siempre haciendo balance de lo que vamos haciendo para optimizar los resultados. 

Y recuerda. Se aprende mucho si se sabe observar las acciones de los demás, para elegir las que nos parecen buenas y desechar las que entendemos equivocadas, viendo sus resultados en otros.