Es curioso que en el año 2019 y tras periodos absurdos de ataques a la actual Constitución española, ahora algunos partidos sobre todo de izquierdas se afanen en defenderla por buena, para evitar que se abra el melón donde podría entrar a saco la derecha extrema y efectivamente, cambiarla. Nunca es tarde si la dicha es buena. Claro que hay asuntos que podrían ser de otra forma como la Monarquía en vez de la República imposible en 1977 - 1978 pero… visto lo visto y las funciones de la Monarquía en España… ¿de veras una República española en estos años es sinónimo de que los ciudadanos vivirían mejor?
Veremos incluso en el futuro como somos capaces sin que se nos caiga la cara, de afirmar que el periodo de la Transición en los finales años 70 además de modelo de diálogo fue muy positivo, pues se logró que en las nuevas Cortes o Congreso NO entraran ni las derechas extremas que entonces eran muchas y mucho peores que las actuales, ni los poderes militares que eran los habituales del Congreso en las décadas anteriores y deseaban entrar para vigilar como poco.
La actual Constitución es un edificio que contienen muchas zonas cerradas pero a su vez muchas proclives a la interpretación suave pero suficiente, y sobre todo es una Constitución muy social. Otro asunto es que no se cumpla en su totalidad y allí siempre estaré dando la cara. Hay artículos que claramente desearíamos se cumplieran pero también sin duda hay muchos artículos que no desearíamos que se tocaran o se reformarán, y cuando se abre el melón de las reformas, cada grupo deseará modificar unos aspectos para consensuar otros. Mucho cuidado con reformar la Constitución, no vaya a salir peor que la actual a cambio de algunos cambios que suenan bien pero que pueden estar vacíos.
6.12.19
4.12.19
Felipe González habla desde Colombia. 10 detalles
Entrevistado en Colombia el presidente Felipe González y demostrando su gran capacidad de reflexión socialdemócrata ha dejado algunas perlas que deseo entresacar por las posibles luces que representan en estos momentos.
El mundo está (hoy) atravesado por dos problemas globales, la pérdida de la normatividad, del respeto a las normas y la desigualdad.
Hay que impulsar algunas reformas no estructurales, simples y que, sin embargo, inciden en la vida de los ciudadanos. La “revolución” de las pequeñas cosas.
Cuando se analiza concretamente un problema (uno) puede discutirlo con mucho más éxito con gente de diversas posiciones, diferencias técnicas, ideológicas, etc.
Hay desafíos que importan a todos (los ciudadanos) que son muy concretos y que se pueden traducir en propuestas.
La preocupación de los jóvenes hoy es por los cambios que se están produciendo en el trabajo en el sentido amplio por la revolución tecnológica, inteligencia artificial, robotización. Su actitud es de preocupación por el cambio climático. Cualquier político inteligente tendría hoy las mismas preocupaciones. ¿Cuál es el problema que existe para que esas preocupaciones de los chicos no conecten con la representación de los políticos?
La fractura social que supone una redistribución muy negativa del ingreso es una fractura social que ha tensado la sociedad norteamericana, americana o europea. A veces hay demagogos que dicen que lo van a resolver, pero siempre son respuestas simples.
El poder adquisitivo del salario medio en Estados Unidos no varía desde hace 35 años. Y en algunos casos se ha desarticulado mucho el trabajo, tanto que hay una concentración enorme del excedente en las capas más altas.
Por encima de la Constitución como Ley máxima no hay nadie. Si no, no hay Estado de derecho. La democracia respeta a la Constitución también para cambiarla.
El otro elemento que genera ese desconcierto en toda la sociedad es la desigualdad en la redistribución del ingreso. La gente está harta. Esa desigualdad está por encima de los sistemas, iba a decir de los modelos, se da en la misma proporción en China, en EE UU que en Dinamarca. Atención porque es un problema de sostenibilidad del modelo.
No sé si recuerdan la inmensa oleada que produjo la llamada Primavera Árabe cuando todo el mundo estaba con el gran entusiasmo sin el mínimo análisis serio, porque empezó como una revuelta del pan. En esta actual crisis de América Latina, a pesar de todo hay algunos elementos que son preocupantes. ¿Cuánta responsabilidad hay en los representantes políticos para que después de tantos años de gozar de democracias imperfectas, pero democracias al fin, estén (otra vez) de vuelta los militares?
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El mundo está (hoy) atravesado por dos problemas globales, la pérdida de la normatividad, del respeto a las normas y la desigualdad.
Hay que impulsar algunas reformas no estructurales, simples y que, sin embargo, inciden en la vida de los ciudadanos. La “revolución” de las pequeñas cosas.
Cuando se analiza concretamente un problema (uno) puede discutirlo con mucho más éxito con gente de diversas posiciones, diferencias técnicas, ideológicas, etc.
Hay desafíos que importan a todos (los ciudadanos) que son muy concretos y que se pueden traducir en propuestas.
La preocupación de los jóvenes hoy es por los cambios que se están produciendo en el trabajo en el sentido amplio por la revolución tecnológica, inteligencia artificial, robotización. Su actitud es de preocupación por el cambio climático. Cualquier político inteligente tendría hoy las mismas preocupaciones. ¿Cuál es el problema que existe para que esas preocupaciones de los chicos no conecten con la representación de los políticos?
La fractura social que supone una redistribución muy negativa del ingreso es una fractura social que ha tensado la sociedad norteamericana, americana o europea. A veces hay demagogos que dicen que lo van a resolver, pero siempre son respuestas simples.
El poder adquisitivo del salario medio en Estados Unidos no varía desde hace 35 años. Y en algunos casos se ha desarticulado mucho el trabajo, tanto que hay una concentración enorme del excedente en las capas más altas.
Por encima de la Constitución como Ley máxima no hay nadie. Si no, no hay Estado de derecho. La democracia respeta a la Constitución también para cambiarla.
El otro elemento que genera ese desconcierto en toda la sociedad es la desigualdad en la redistribución del ingreso. La gente está harta. Esa desigualdad está por encima de los sistemas, iba a decir de los modelos, se da en la misma proporción en China, en EE UU que en Dinamarca. Atención porque es un problema de sostenibilidad del modelo.
No sé si recuerdan la inmensa oleada que produjo la llamada Primavera Árabe cuando todo el mundo estaba con el gran entusiasmo sin el mínimo análisis serio, porque empezó como una revuelta del pan. En esta actual crisis de América Latina, a pesar de todo hay algunos elementos que son preocupantes. ¿Cuánta responsabilidad hay en los representantes políticos para que después de tantos años de gozar de democracias imperfectas, pero democracias al fin, estén (otra vez) de vuelta los militares?
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