7.11.19

¿Hablamos de la bandera de España? Desde la izquierda, tal vez

Hoy habla Íñigo Errejón de normalizar desde la izquierda el uso y respeto a los símbolos estatales como la bandera, y es un tema nada secundario, que llevamos arrastrando desde la Transición por un mal acuerdo con los símbolos. Suena a facha, precisamente por el mal uso que hemos realizado a decisiones mal formuladas. Ejemplos tenemos en toda Europa donde la bandera se respeta y se mezcla, nunca es escluyente ante otras como tenemos el ejemplo más palmario en Suiza.

Soy de los que saben que en aquellos años de Transición, en aquellos años 70, no todo era posible negociarlo, no a todo se podía llegar, no todo se hizo bien. Pero fue muy superior lo que se hizo bien de lo que no se supo o pudo hacer mejor. Y el uso de la bandera es uno de los errores históricos que hubo que admitir.

Posiblemente si en aquellos años 70 se hubiera elegido la bandera española de la marina mercante en vez de repetir con la bandera de la marina de guerra como estuvo durante la Dictadura y que se eligió en el siglo XVIII, muy similares y ambas elegidas a la vez por Carlos III, hoy la bandera sería mucho más utilizada por los españoles.

Puede que una bandera no suponga gran cosa para una sociedad, pero que se apoderen de ella solo un grupo ideológico es un gran error para todos. Si tenemos que seguir avanzando desde la democracia en paz, desde un cierto consenso en lo más básico, tal vez desde la izquierda ya en este 2020 haya que revisar algunos conceptos, para dedicarnos solo a lo magro, a lo importante.

¿Por qué fallan los sondeos electorales?

No podemos publicar sondeos electorales en la última semana de campaña aunque esta dure solo una semana. Y este absurdo se salta a base de publicar datos con vegetales o en otros países tan lejanos como Andorra. Parecemos tontos pues esto facilita que solo lo puedan hacer algunos medios y que su difusión esté vedada por igual a todos los ciudadanos.

En política los partidos grandes siempre han dispuesto en secreto de sondeos propios y bien elaborados que les iban marcando los caminos. Ellos sí saben de qué manera se están jugando los cuartos, pues se los dosifican en las ciudades que les interesa y en los momentos que creen claves. O incluso sabiendo bien la situación no ya solo suya sino de sus contrincantes más cercanos.

Las elecciones son un mercadeo, y los ciudadanos unos muñequitos que formamos parte del mismo. Y menos mal, pues no hay otro sistema de recambio. O el que podría haber es todavía peor. Si los sondeos internos se hacen bien y por profesionales no fallan, otra cosa distinta es lo que se propaga al viento, que allí sí es posible modificar tendencias e incidir en los votantes.

¿Por qué fallan? Pues porque los ciudadanos ya han aprendido a engañarlos. El método es perfecto y estadísticamente debería encajar de maravilla si las personas fueran sinceras en la mayoría de sus preguntas. Ya no digo en todas, el sistema de sondeo permite engañar en algunas, y ser detectados esos engaños. Lo malo es si se engaña en los sistemas de control contra los engaños.

No es lo mismo que usted mienta en una respuesta que en otra, pues todo el sistema matemático y estadístico está preparado para algunas mentiras pero es (casi) incapaz de poder detectar otras en otras preguntas. Pero en la misma medida en que el consultado aprende a mentir, los encuestadores cocinillas aprenden a detectar las mentiras.

Por eso los partidos políticos (algunos) utilizan unas prácticas diferentes, que no servirían para los medios de comunicación pero que en cambio funcionan muy bien para detectar tendencias y movimientos.