La Economía Circular es consumir menos y mejor, y junto a la Economía del Bien Común o la Economía Humanista son ideas muy válidas para avanzar hacia el postcapitalismo al que tenemos que llegar pensando en la sostenibilidad de todo lo que nos rodea. Y en esto los jóvenes están mucho más activos pues saben que ellos van a vivir muchas décadas percibiendo los errores que se están cometiendo ahora mismo.
Abría antes el cajón donde guardo los auriculares de botón y me he encontrado seis ejemplares nuevos. De ellos a los suma utilizo dos y medio. ¿Y el resto cómo han llegado hasta allí? Si ni yo mismo lo sé es que algo me está engañando sin darme cuenta. Y así con todos mis cajones. No sabemos seleccionar, compramos por impulsos, por tener más que por disfrutar, consumimos mucho más de lo que necesitamos y todo eso produce desechos, contaminación imposible de soportar por un Plantea ya herido.
El consumo de alimentación en el Primer Mundo es brutal, lo que se tira es un drama, lo que cuesta producir en residuos de todo tipo un kilo de carne es para conocer y reflexionar. Yo como carne, pero igual hay que comer menos, más elegida, de todo tipo, valorando los costes reales de lo que consumimos. Se tiran verduras y frutas simplemente por no ser “bonitas” y derrochamos energía en transporte o en temperaturas por no querer entender que es carísimo para todos movernos siempre entre 22 y 24 grados. Menos es “mucho” frío y más “mucho” calor.
¿Hasta cuánto y cuándo podremos aguantar con un consumo que nos convierte en esclavos del trabajo y además sin saborear lo que consumimos?
24.10.19
23.10.19
La formación y educación son las mejores armas para salir de la pobreza
Sabemos que la pobreza tiene una relación muy directa con la formación, con la educación y todo lo que rodea a esas necesidades básicas que se incumplen sistemáticamente aunque figuren en las Constituciones. No hay educación en igualdad en el mundo entre jóvenes con las mismas posibilidades de acceder a todos los grados, pero tampoco la hay en España por mucho que se diga lo contrario, aunque nos acercamos bastante a lo correcto pero no tanto a lo óptimo.
La educación no es solo crear escuelas y obligar a los niños a que vayan a ellas, es sobre todo lograr objetivos entre mínimos y máximos para lograr personas capaces de discernir y valerse en similares condiciones que todos los demás jóvenes.
Hay que impulsar la auto responsabilidad de cada persona para valorar la importancia de la educación e inculcar que es el método más sencillo para salir de la pobreza. Para eso, cuanto más pobre se es, más esfuerzo hay que poner en abrazar la educación en todas sus variables y en estar aprendiendo de forma reglada o no, desde multitud de espacios educativos.
No siempre los Sistemas Públicos, los Estados, están por la labor de poner la educación en primera línea de trabajo y en igualdad de acceso.
Los países necesitan a personas justamente formadas, pero no excesivamente formadas.
No tanto por coste, como por selección artificial de las posibilidades de pertenecer a una clase social o a otra. Por eso todas las herramientas que deben rodear la Educación para que sea encaminada a la excelencia de cada persona según sus propias capacidades, no son siempre bien utilizadas y lo saben los profesores y los que gobiernan la educación.
Los jóvenes que tienen en sus casas bibliotecas, familias estructuradas y con un nivel que ponga en valor la educación y el esfuerzo, tienen más posibilidades de salir de la pobreza. No es verdad que se necesiten por parte de la familia grandes recursos para la formación, esto se utiliza a veces para desmotivar. Tal vez hay que planificar mejor las actividades culturales y formativas de la familia, ordenar en el tiempo en qué momento hay que dedicar recursos para cada tipo de estudio, y conocer muy bien todas las posibilidades de formación gratuita.
Se puede y se debe trabajar mucho más en la obligatoriedad de la educación en igualdad de acceso global a todos los niveles y peldaños, pero no tanto en la presencial como en la constante formación personal fuera de las horas lectivas.
No sirve solo con “estar” sino hay que trabajar el “aprovechar” todas las posibilidades que brinda el sistema y al que ponemos zancadillas desde muchos espacios, incluidas algunas familias.
En las Escuelas Superiores e incluso ya en la Universidad se nota claramente que quien ha logrado ir subiendo en la formación desde modelos económicos débiles y tienen en su familia una pobreza clara o una economía muy justa, son capaces de elevarse sobre la media por su propia dedicación. No pierden ninguna oportunidad, ninguna clase.
Pero el problema son los que se quedan a medio camino, los que tienen que entrar en el mercado laboral sin suficiente formación y dejan de estudiar definitivamente. Los pobres de economía que no saben que se puede salir de la pobreza a costa de trabajar más y mejor la formación.
La formación tiene que ser siempre contínua y debe ser respetada como la mejor herramienta para ser más libres y con mejor futuro. Los padres españoles (y madres, claro) nos implicamos mucho en la formación de nuestros hijos pequeños pero nos equivocamos de edad de máxima implicación.
Todos entendemos mucho de preescolar, de Montessori o escuelas diferentes en edades tempranas, pero no hacemos lo mismo para buscar calidad y controlar implicación a partir de los 12 a 18 años.
Las AMPAS están llenas de familias de niños pequeños, pero luego en los Institutos ya casi no existen, ni se exige la misma implicación de todas las partes para buscar excelencias profesionales o formativas en los años finales y que son los que marcan los futuros y los que los alumnos se vuelven más complejos.
La educación no es solo crear escuelas y obligar a los niños a que vayan a ellas, es sobre todo lograr objetivos entre mínimos y máximos para lograr personas capaces de discernir y valerse en similares condiciones que todos los demás jóvenes.
Hay que impulsar la auto responsabilidad de cada persona para valorar la importancia de la educación e inculcar que es el método más sencillo para salir de la pobreza. Para eso, cuanto más pobre se es, más esfuerzo hay que poner en abrazar la educación en todas sus variables y en estar aprendiendo de forma reglada o no, desde multitud de espacios educativos.
No siempre los Sistemas Públicos, los Estados, están por la labor de poner la educación en primera línea de trabajo y en igualdad de acceso.
Los países necesitan a personas justamente formadas, pero no excesivamente formadas.
No tanto por coste, como por selección artificial de las posibilidades de pertenecer a una clase social o a otra. Por eso todas las herramientas que deben rodear la Educación para que sea encaminada a la excelencia de cada persona según sus propias capacidades, no son siempre bien utilizadas y lo saben los profesores y los que gobiernan la educación.
Los jóvenes que tienen en sus casas bibliotecas, familias estructuradas y con un nivel que ponga en valor la educación y el esfuerzo, tienen más posibilidades de salir de la pobreza. No es verdad que se necesiten por parte de la familia grandes recursos para la formación, esto se utiliza a veces para desmotivar. Tal vez hay que planificar mejor las actividades culturales y formativas de la familia, ordenar en el tiempo en qué momento hay que dedicar recursos para cada tipo de estudio, y conocer muy bien todas las posibilidades de formación gratuita.
Se puede y se debe trabajar mucho más en la obligatoriedad de la educación en igualdad de acceso global a todos los niveles y peldaños, pero no tanto en la presencial como en la constante formación personal fuera de las horas lectivas.
No sirve solo con “estar” sino hay que trabajar el “aprovechar” todas las posibilidades que brinda el sistema y al que ponemos zancadillas desde muchos espacios, incluidas algunas familias.
En las Escuelas Superiores e incluso ya en la Universidad se nota claramente que quien ha logrado ir subiendo en la formación desde modelos económicos débiles y tienen en su familia una pobreza clara o una economía muy justa, son capaces de elevarse sobre la media por su propia dedicación. No pierden ninguna oportunidad, ninguna clase.
Pero el problema son los que se quedan a medio camino, los que tienen que entrar en el mercado laboral sin suficiente formación y dejan de estudiar definitivamente. Los pobres de economía que no saben que se puede salir de la pobreza a costa de trabajar más y mejor la formación.
La formación tiene que ser siempre contínua y debe ser respetada como la mejor herramienta para ser más libres y con mejor futuro. Los padres españoles (y madres, claro) nos implicamos mucho en la formación de nuestros hijos pequeños pero nos equivocamos de edad de máxima implicación.
Todos entendemos mucho de preescolar, de Montessori o escuelas diferentes en edades tempranas, pero no hacemos lo mismo para buscar calidad y controlar implicación a partir de los 12 a 18 años.
Las AMPAS están llenas de familias de niños pequeños, pero luego en los Institutos ya casi no existen, ni se exige la misma implicación de todas las partes para buscar excelencias profesionales o formativas en los años finales y que son los que marcan los futuros y los que los alumnos se vuelven más complejos.
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