No nos enseñan a hablar en público, aprendemos a golpes de equivocaciones. Es curioso que ni en la mayoría de las universidades se enseñe a expresarnos en público empleando la voz. Articular y organizar las ideas, saber emplear los tonos y las velocidades, gesticular de formas analizadas para enfatizar lo que se dice, o ni tan siquiera enseñarnos a perder el miedo a enfrentarnos a la mirada de las personas que te escuchan.
El auditorio puede ser de dos personas, de diez o de mil. Y las formas pueden ser iguales o no, dependiendo del tipo de comunicación verbal que tengas que realizar. No debes comportarte como si estuvieras intentando explicar el mundo a todos los que te escuchan pues en realidad lo estás haciendo. Si lo explicas mal no hay vuelta atrás, aunque intentes rectificar. En la comunicación escrita puedes borrar, incluso tirar a la papelera lo realizado. En la comunicación verbal todo lo expuesto queda, pues incluso salirse del escenario y volver a entrar supone un acto en sí.
Por eso hay que llevar muy preparada la intervención verbal, la oratoria. Saber calcular tiempos, saber entretener estos tiempos, contar aunque sea un acto formativo una historia con inicio, desarrollo y final. Lograr que no sea aburran mientras te escuchan y aprenden. Y estar dispuesto al acto final de responder a preguntas y críticas.
No apures los tiempos, mejor quedarte algo corto que sobrepasar los tiempos estipulados. Y sobre todo entrega a tu auditorio presencia. Deben verte, debes moverte y actuar, debes mirarles, hay que estar de pie si es posible, y no vistas de boda. Tenes que ser como ellos, así que tienes la obligación de imaginarte a tu público y saber bien a quien te vas a dirigir.
Parece un consejo fácil o una broma de quien copia las modas, y puede que lo sea. Observa las actitudes de las conferencias americanas de universidades de prestigio por su modernidad. Y efectivamente, intenta copiar. Observa la presentación de productos de Apple y copia lo que se pueda adaptar a tus intervenciones, a tu público, a tu sala de oratoria. Lo importante no eres tú. Lo importante es lo que les vayas a decir.
4.10.18
Es fácil resolver un problema importante. ¿Y dos? ¿Y tres?
Los que nos toca gestionar problemas y gestiones sabemos lo fácil que es dar solución a UN problema, aunque parezca lo contrario a los demás. Lo realmente complejo es gestionar el tiempo que va desde el momento en que se produce el problema hasta que este se resuelve. En ese espacio temporal hay que tomar decisiones que pueden afectar a personas, a otras decisiones ya tomadas, y que son la suma que realmente te afecta y te complica la gestión. Hay que advertir que cuando hablamos de “problema” y de “espacio temporal” queremos advertir que los problemas a veces son complejos y además no se resuelven en segundos sino a veces en días.
Pero si vemos en la primera línea he remarcado en mayúsculas UN. Es fácil resolver UN problema y lo normal es que quien los gestiona los pueda resolver sin (casi) problemas. Para eso está. Por eso hay que seguir con la explicación de lo que entendemos como “problema”. Nos estamos refiriendo a un problema cuando por tu capacidad o por la capacidad de tu equipo, algo importante te sobrepasa, te excede en tu capacidad de respuesta. Se convierten los tiempos en imposibles, las cantidades en apabullantes, las averías te bloquean las soluciones, las bajas en tu equipo te impiden reaccionar, etc.
Dejamos pues muy claro, que gestionar y resolver UN problema de estos siendo algo extra y complejo, está en la capacidad de cualquier gestor con experiencia.
Es habitual encontrar a personas que sepan gestionar y resolver DOS problemas importantes a la vez. Ya el estrés empieza a notarse, los problemas se empiezan a entremezclar, uno de ellos interactúa con el otro y complica mucho las soluciones. Si además dispones de un equipo pequeño de colaboradores a veces es muy complicado dividir y delegar con calidad las gestiones o soluciones intermedias para encauzar el problemas. Surgen los nervios, priorizas uno, trabajas con personas que sepan mover diversas velocidades de gestión, empleas algunos trucos sencillos que con suerte suelen funcionar y que te logran sacar del problema que ya empieza a ser importante.
A partir de tener que llevar TRES problemas simultáneos es muy complicado encontrar a personas directivas que sepan y puedan gestionar los tres a la vez sin perder los nervios, sin asfixiarse, sin que los problemas se nos apoderen y nos conviertas en un pelele de nuestras propias decisiones. Estoy hablando de problemas, no de decisiones o de gestiones habituales por complicadas que estas sean.
Lo fundamental es no denotar pérdida del control. E intentar que cada uno de los problemas no sufra por la existencia de los otros dos. E intentar a la mayor brevedad posible resolver uno para quedarnos con dos. Porque no hay que olvidar que mientras tanto seguirá la gestión de la producción habitual, que si bien puedes tocar algo para ralentizar y mover soluciones de un lado a otro, no se puede nunca convertir en otro gran problema añadido a los existentes por una atención indebida.
Pero si vemos en la primera línea he remarcado en mayúsculas UN. Es fácil resolver UN problema y lo normal es que quien los gestiona los pueda resolver sin (casi) problemas. Para eso está. Por eso hay que seguir con la explicación de lo que entendemos como “problema”. Nos estamos refiriendo a un problema cuando por tu capacidad o por la capacidad de tu equipo, algo importante te sobrepasa, te excede en tu capacidad de respuesta. Se convierten los tiempos en imposibles, las cantidades en apabullantes, las averías te bloquean las soluciones, las bajas en tu equipo te impiden reaccionar, etc.
Dejamos pues muy claro, que gestionar y resolver UN problema de estos siendo algo extra y complejo, está en la capacidad de cualquier gestor con experiencia.
Es habitual encontrar a personas que sepan gestionar y resolver DOS problemas importantes a la vez. Ya el estrés empieza a notarse, los problemas se empiezan a entremezclar, uno de ellos interactúa con el otro y complica mucho las soluciones. Si además dispones de un equipo pequeño de colaboradores a veces es muy complicado dividir y delegar con calidad las gestiones o soluciones intermedias para encauzar el problemas. Surgen los nervios, priorizas uno, trabajas con personas que sepan mover diversas velocidades de gestión, empleas algunos trucos sencillos que con suerte suelen funcionar y que te logran sacar del problema que ya empieza a ser importante.
A partir de tener que llevar TRES problemas simultáneos es muy complicado encontrar a personas directivas que sepan y puedan gestionar los tres a la vez sin perder los nervios, sin asfixiarse, sin que los problemas se nos apoderen y nos conviertas en un pelele de nuestras propias decisiones. Estoy hablando de problemas, no de decisiones o de gestiones habituales por complicadas que estas sean.
Lo fundamental es no denotar pérdida del control. E intentar que cada uno de los problemas no sufra por la existencia de los otros dos. E intentar a la mayor brevedad posible resolver uno para quedarnos con dos. Porque no hay que olvidar que mientras tanto seguirá la gestión de la producción habitual, que si bien puedes tocar algo para ralentizar y mover soluciones de un lado a otro, no se puede nunca convertir en otro gran problema añadido a los existentes por una atención indebida.
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