30.9.18

Votantes, consumidores, esclavos, alumnos ¿y libres críticos?

La vida no es un vaso que tengamos que ir llenando de conocimientos, somos mucho más y sobre todo tenemos que ser también críticos con lo (los) que nos intentan enseñar. No debemos convertirnos en meras máquinas de un sistema que necesita mano de obra barata y callada, fáciles de recambiar y con los conocimientos justos para ser rentables.

No podemos ser simples votantes de opciones cerradas que nos venden como dicotomías entre el bien o el mal. Ninguna es buena como ninguna es mala per sé. 

En la misma medida en que todos somos religiosos incluso aunque no creamos en ninguna religión. Pero ser religiosos no es ser feligreses de ninguna organización montada para vendernos dioses o santos, normas o mandamientos. Se puede ser religioso del bien común, de la sociedad, de nuestro pensamiento y reflexión. Llevamos miles de años siendo religiosos, mucho antes de que nacieran los Profetas más antiguos de todos. Y aquellas personas sin Profetas ya creían en sus Dioses.

Y sobre todo debemos vigilar muy bien nuestra capacidad de ser clientes, consumidores, pacientes, ahorradores o deudores. Esa es la forma más sencilla de perder la libertad, de que nos conviertan en esclavos 3.0 del siglo XXI.

Debemos ser personas, individuos capaces de leer páginas enteras y no titulares, seres vivos en su totalidad que exijamos una formación continua válida y libre, donde nosotros mismos pongamos los objetivos y las metas. No debemos admitir que todo nos venga impuesto, envuelto en papel bonito y para consumir de forma fácil.

Insistir, persistir, resistir y nunca… desistir

Son cuatro indicaciones básicas: Insistir, persistir, resistir y nunca desistir. Sería una frase clara y contundente de resistencia ante lo que tenga que ser o venir. Y siendo positiva, hay que matizarla para que no parezca una frase de autoayuda tonta. 

Las dos primeras palabras y decisiones vitales ante cualquier tipo de problema (Insistir y Persistir), son claras y no creo que deban tener objeciones. 

Si no insistimos ante lo que creemos, si no persistimos en ello convencidos de nuestras razones, perderemos autoestima y opciones y nunca sabremos hasta dónde podríamos haber llegado con nuestra actitud.

Resistir tiene una doble vara de medir. Resistir sí, pero a veces hay que valorar los costos, las posibilidades, las herramientas…, y empezar a realizar algunos cambios. 


Resistir tras persistir supone que aquello no es nada fácil y que debemos reflexionar sobre los modos que hemos empleado. ¿No deberíamos hacer algunos cambios a la vez que resistimos?

Por últimos nos queda la decisión más compleja. ¿Nunca desistir? Pues no es una verdad absoluta. 


Aquí como lema puede servir, pero como realidad no nos tiene que valer siempre. Desistir o ceder no es siempre sinónimo de derrotarse. 

En toda batalla mental, real, profesional, vital, el pararnos y dar marcha atrás es una opción más, y a veces la más inteligente. 

Pero también es cierto que si las cosas están muy complicadas pero estamos convencidos de nuestras decisiones, desistir no es lo más positivo para nosotros, aunque paguemos un precio alto por esa resistencia.

Puede que nosotros tengamos razón pero que enfrente tengamos a alguien con más razones que nosotros. 


Eso puede suponer que nuestras decisiones sean buenas…, aunque las del contrincante sean mejores. Y que en cualquier otro momento, situación o ambiente, lo que ahora nos obligue a torcernos o incluso a perder, no sea un problema. 

En una partida, negociación o batalla… siempre alguien debe perder…, excepto que se negocien tablas.