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Seguimos con ese lastre, digo, porque el peso muerto existe y se hace notar a cada momento. Cuando la Fundación Francisco Franco no solo existe, es de interés público y recibe subvenciones del erario, sino que les gana juicios a las instituciones democráticas en nombre de la dictadura. Cuando retirar el homenaje institucional a los personajes de aquel régimen en mausoleos y monumentos se convierte en todo un problemón. Cuando militares retirados (y no pocos) suscriben declaraciones de apoyo e identificación con cuarenta años de oprobio y feroz autoritarismo. Cuando los foros conservadores enconan su resistencia a cualquier medida destinada a darles un mínimo de justicia y reconocimiento a los cientos de miles de víctimas. Cuando los descendientes del tirano, ennoblecidos, disfrutan de lo que este robó impunemente.
Así ha sido como hemos acabado liados todos con ese no se qué que tiene el franquismo, esa patología que desacredita a España y genera (¡como no!) dudas respecto de la calidad de su democracia.
Acalorados, andamos de los nervios con el Generalísimo, los taxistas, Cataluña, los indeseables de La manada... y la encuesta del CIS.