20.7.18

La culpa no es de los indios. Sino de los vaqueros

El ser humano a poco que le dejemos es capaz de la degradación de su entorno más asquerosa posible. Por eso necesitamos leyes y normas de convivencia que nos marquen objetivos y nos impidan comportarnos como salvajes. Es duro admitirlo, pero los ejemplos están para observarlos y aprender de ellos. Esta imagen es del río Yamuna, un afluente del Ganges, en la India. Podemos pensar lo que creamos conveniente para entender la imagen. La realidad es que las personas de su entorno poco a poco lo van degradando hasta estos límites increíbles. La verdad es que hasta llegar a Delhi es un río entre bueno y normal, pero en cuanto atraviesa la capital se convierte en una cloaca.

Es cierto que no hay sistemas de control de las aguas residuales en una capital de casi 20 millones de personas, convirtiendo al río en un colector de aguas negras y muy peligrosas. Pero también es verdad que las empresas vierten sus residuos sin ningún control y que los campos de la agricultura cercana van añadiendo al río todo tipo de químicos. Siempre son personas que deciden equivocadamente acciones que les deberían costar dinero, a cambio de la salud de las otras personas.

No viven animales a su alrededor, ni peces en su interior como es lógico, ni tampoco plantas en las orillas. No se trata de limpiar el río, es imposible, se trata de evitar que las viviendas crezcan sin sistemas de tratamiento fecal, se trata de controlar a las empresas aunque así dejen de ser tan rentables para unos dueños que nunca sabemos donde viven. 

Podemos pensar que los que no quieren evitar estos desmanes son habitantes de estos mismos lugares, y nos estamos equivocando. Los que quieren ganar más ahorrando en sistemas de limpieza suelen viven con wc de muy alta calidad a miles de kilómetros de distancia de allí.

19.7.18

Por qué se caen los árboles en Zaragoza?

Esta imagen es parte de la Zaragoza caída, de esa Zaragoza que lleva años viendo como sus árboles se caen a poco que haga aire. Es curioso porque a Zaragoza se la conoce por la capital del Cierzo, pero ahora parece que la culpa de estas caídas sea del viento exclusivamente. La semana pasada, diez minutos de vendaval lograron tumbar más de 300 árboles, casi todos ellos de muchos años de vida. Y una ciudad no se puede permitir esta pérdida en sus parques urbanos o en sus calles, sin preguntarse el motivo.

No se plantaron bien en su momento, pues lo hicieron a poca profundidad

No se eligieron el tipo de árbol mejor para una ciudad o un parque, que no tiene un subsuelo idóneo sobre el que asentar sus raíces

No se está empleando un sistema de riego correcto, pues es muy superficial y hace que las raíces estén muy cerca de la superficie

La poda de estos árboles es tremendamente horrorosa permitiendo una enorme altura lo que hace que el viento los logre tumbar con facilidad

No se planificó bien el diseño de los parques, pensando en que somos una ciudad con un viento racheado alto

Son defectos que vienen de atrás, pero que algunos como las podas se vienen reclamando cambios desde hace más de una décadas, sin ningún resultado. Creíamos que en Zaragoza había buenos técnicos en jardinería gobernando las zonas verdes, pero simplemente nos equivocamos, a costa de perder un gran número de árboles que llevaban muchas décadas con nosotros.