2.7.18

Potreros para jóvenes. Imprescindible su propio espacio

Los usos de las zonas verdes urbanas son múltiples en todas las ciudades. Esta imagen es de una ciudad europea y podría ser también de un parque de los EEUU. Una clásica cancha de suelo algo blando, unas canastas de baloncesto, unas porterías de fútbol sala, unas mesas de tenis o ping pong. Materiales duraderos, útiles, fuertes para su uso, una limpieza como en el resto del parque, iluminación y seguridad. Zona donde no se mezclan ni los juegos infantiles ni las zonas preparadas para los mayores. Cada segmento de edad requiere zonas separadas.

Estos clásicos “potreros” deportivos que deberían estar en todos los parques de barrio, pues ayudan a que el deporte sea más simple y a la convivencia entre vecinos jóvenes. Hay que dar alternativas al ocio de los jóvenes, posibilidades cerca de sus casas, para que ellos elijan libremente qué desean hacer. Son espacios que se pueden convertir en zonas de reuniones, de convivencia, de intercambio. 

Zonas libres en muchos casos de un control excesivo, para que sean utilizados los espacios con un grado de libertad suficiente. Pero no construidas tampoco en lugares ajenos al control exterior pasivo, pues entonces podrían convertirse en zonas exclusivas para “los más fuertes”.

No hay una democracia, hay muchas democracias distintas

Vivir en Democracia no es vivir de una forma lineal y perfecta, pues hay muy diversas formas de ser en democracia, muchos países con diferentes sistemas de democracia. La democracia no es un sistema político cerrado donde todos los que se acogen a él sean iguales. Y eso nos lleva a tener que cuidar la democracia como un elemento social que puede mejorar o empeorar, y admitir que eso depende en gran medida de nosotros los ciudadanos y nuestras exigencias.

Las democracias se agotan, y lo hacen sin dejar de ser democracias. Pero sus formas y sus fondos son dominados por los Grupos de Presión y Control de todo tipo, que saben muy bien jugar desde la democracia a ser dictadores de los resultados. Por eso hay que estar atentos y saber modificar las normas de convivencias cada vez que alguien o “algo” sepa manipular el sistema democrático desde su interior.

La democracia no es votar cada cuatro años. No puede ser un sistema que simplemente sirva para elegir a nuestros gobernantes con una papeleta. Debe ser mucho más. Si nos conformamos con creer que elegimos a los que nos tienen que gobernar, nos estamos equivocando. Eso es muy fácilmente manipulable, por muy diversos métodos, todos además muy democráticos.

La democracia tiene que jugar hacia controlar las desigualdades sociales, la violencia de todo tipo, ampliar las oportunidades y la formación personal, el trabajo digno, trabajar contra la intolerancia y a favor del humanismo, ser pacífica y moldeable, buscar constantemente la movilización social como uno de sus elementos claves de control interno del sistema.

No hay democracia si no hay solidaridad entre las personas y con el Sistema que resuelve problemas sociales. La democracia tiene que entrar más en las familias, en las escuelas, en el trabajo, entre las comunidades más pequeñas de relaciones personales, en el consumo, en las relaciones laborales, en la seguridad, en la justicia, en la reflexión y el aprendizaje social, en la colaboración con los vecinos, en el poder, en los medios de comunicación, en la calle.

¿Somos capaces de exigir cada día más democracia? ¿Todos los que pretenden gobernarnos tienen las mismas posibilidades de presentarse para hacerlo, o algunos ya vienen con las cartas marcadas desde casa? ¿Cómo encaja la democracia con el poder económico que puede potenciar ideas o candidatos con sistemas de venta por catálogo?