10.6.18

¿Se pueden prevenir los suicidios? ¿Por quien y cómo?

Hablaba ayer de los suicidios como el resultado de una serie de enfermedades y realidades sociales que no son bien conocidas, una realidad social también bastante maquillada para no crear efectos llamada. Y lo admitimos, aunque de vez en cuando haya que insistir sobre su importancia, para que se dediquen más economías a resolver (o intentar) una enfermedad que va en aumento.

Es además el efecto trágico y final de una serie de problemas poco atendidos por la sociedad en su conjunto, y no hablo de las atenciones médicas, que son lo que pueden ser, sino de las atenciones sociales y de funcionamiento de nuestra vida actual. La suma de autoexigencia, de facilidad para evadirnos artificialmente cuando nuestra percepción del éxito es equivocada, la poca comunicación válida que creamos a nuestro alrededor, hace que los problemas siendo menores, vayan creciendo hasta convertirse en mayores, cuando las soluciones son mucho más complejas.

En los EEUU el aumento de suicidios en las dos últimas décadas ha sido de entre un 25% y un 30%. Cifra muy preocupante. Muchas de estas personas nunca ha sido diagnosticadas de enfermedades que lleven a estas decisiones tan trágicas. En los EEUU, uno de los pocos países que ofrecen datos más o menos reales por su propia forma de entender la religión, se producen entre 10 a 15 suicidios por cada 100.000 habitantes y año (en España declarados como tales unos 9 suicidios por cada 100.000 habitantes, pero estos datos si se analizan desde otras fuentes pueden triplicarse).

Si trasladamos estas cifras a los habitantes de nuestras ciudades, vemos que el problema está muy escondido. Curiosamente hay más del triple de suicidios entre hombres que entre mujeres y también más del triple entre algunas provincias españolas y otras. Se conocen los datos se trabaja y mucho desde la Sanidad, pero hay que trabajar mucho más desde la prevención y la salud.

Si además se observa un aumento de la edad del suicidio afectando más a entre 45 y 65 años, veremos que el componente laboral y de éxito personal malentendido es muy importante. Otro dato que debemos analizar con calma es que las personas que se suicidan, en muchos casos, son personas que antes de tomar estas decisiones caen en evasiones artificiales como el alcohol o las drogas. Que no son el desencadenante, sino el inicio del camino hacia el túnel.

¿Se puede prevenir el suicidio? Sin duda.
Y aquí es donde hay que trabajar más y mejor. Empezando por abandonar el concepto de que la prevención es cosa de profesionales médicos. La prevención más básica y mientras se está en condiciones de ello, es del propio afectado, pero a continuación o a la vez, de su propio entorno. Familiares y amigos, tenemos la responsabilidad de apoyar y ayudar, de detectar y acompañar a la persona que sospechamos está en problemas.

Cuando se estropea o hace un ruido extraño el coche, enseguida vamos al mecánico. Cuando nosotros mismos hacemos "ruidos" fuera de lo normal, debemos acudir a un especialista. Y el médico de familia es el más cercano, rápido y barato.

9.6.18

¿Por qué se suicida una persona? Hay que entender mejor el problema

Ayer (junio 2018) se suicidó Anthony Bourdain que para la mayoría de vosotros no es nadie conocido, pero lo traigo aquí no por él, un tipo en apariencia simpático y muy válido en su trabajo televisivo, sino por lo que representa su suicidio como un tema callado, escondido, triste, doloroso por inexplicable, y al que le prestamos menos atención de la debida. NO hablo de publicitar más o mejor el suicidio como una decisión libre y personal, sino de analizar las causas e intentar mediar ante ellas.

¿Por qué se suicida una persona? Pues normalmente no se dice, admitiendo en silencio que dar información atrae a más posibilidades de suicidios. Algo que también sucede en las violencias contra personas cercanas, sobre todo contra los padres. Se publican muy pocas informaciones y en algunas sociedades católicas la propia familia intenta disfrazar los suicidios para que no se contemplen como tales, por el estigma religioso que lleva dentro tomar una decisión que solo le corresponde a Dios según los católicos.

Anthony Bourdain tenía dinero y varias empresas, trabajo y una familia con una hija joven y una esposa conocida, viajaba por su trabajo más de 250 días al año, se reunía con lo mejor de su profesión de cocinero y periodista, triunfaba en su actividad, tenía 61 años y era guapo e inteligente. 


¿Cuál es el motivo de que una persona acabe con su vida en una decisión libre y personal irremediable?

Somos complejos, enfermamos de todos los órganos del cuerpo, incluido el cerebro. Nuestra sociedad es muy dura y no nos permite bajar del carro cuando lo necesitamos. El triunfo tiene muchas caras y modos. No sabemos frenar. Y sobre todo la medicina y la salud en las enfermedades mentales van muy por detrás de la mayoría de las enfermedades que afectan al resto de órganos. 


No hay suficientes servicios de calidad para tratar la salud mental, y la propia sociedad no comprende de forma positiva que a veces la mente también enferma como lo hace el riñón, el estómago o las cuerdas vocales. 

No debe ser un estigma agravado que una persona tenga éxito y felicidad aparente y además empiece a sufrir de problemas de pensamiento, dudas y depresiones. Hay que trata cuanto antes los problemas, y buscar alternativas a la excesiva carga de pastillas.

Es mucho más fácil tratar una rotura de huesos o una próstata que una depresión. Y una depresión puede estar disfrazada de tantos matices que para la mayoría de los que nos rodean puede parecer una tontería o una enfermedad imposible. 


Lo más grave es que la propia sociedad no sabe distinguir ni reconocer una depresión y sus vecinas enfermedades y variables e intensidades, lo que agrava aún más la sensación del enfermo de que en realidad son cosas suyas y las debe resolver él. Y cuando no sabe de qué manera resolverlas, cuando el dolor del alma es grave, se toman decisiones contra esa enfermedad, que son irremediables.