
Hay dos imágenes que explican perfectamente la incapacidad de Mariano en el día de ayer. Esa incapacidad estética, de comunicar con los gestos y las imágenes, esa debilidad tremenda de quien sigue siendo el que más manda en España y en cambio no sabe tomar las decisiones correctas.
Por una parte su despedida del Congreso fue un adiós, una despedida gestual de derrota. Claramente y en directo nos dimos cuenta todos de que se iba no ya cabreado, sino derrotado, sabiendo que no volvería a entrar con el marchamo de Presidente. Salía el primero para ser aplaudido como sucede con los cambios en el fútbol. Necesitaba los aplausos.
Por otra parte su ausencia en la jornada de la tarde de la Moción de Censura hacia su persona, sin escuchar las intervenciones y sin entrar al debate, metido durante casi 8 horas en el reservado de un restaurante con otros miembros del PP, a escasos metros de sus propios despachos del Congreso, nos indica que estamos en la España incapaz. Todo lo queremos resolver en los bares. La imagen asustada y fingida de un Mariano saliendo de un restaurante con sus escoltas y dando la imagen de no saber ni donde está…, es patética.
No se trata (solo) de cambiar de Presidente, de partido o de ideología gobernante, se debería tratar de cambiar de formas, de modos, de calidad en la inteligencia emocional y social que requiere un gran país en el siglo XXI ya avanzado. Seguimos haciendo el ridículo.

En el año 2010 se le preguntaba en una entrevista en El País al recientemente elegido Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018, Michael J. Sandel por España, y aunque no respondió directamente nos deja un texto muy interesante. Leer su respuesta nos puede aclarar algo de su pensamiento filosófico.
-------------
P. Recientemente están emergiendo importantes casos de corrupción política en España. ¿Qué rasgos definen a un buen gobernante?
R. La respuesta corta es un argumento que se remonta a Platón y Aristóteles, y es que los mejores líderes son aquellos que tienen una devoción genuina hacia el bien común. Pero, en la práctica, en política hay poderosos intereses que compiten con el bien común. Y muy a menudo, la preocupación por los aspectos técnicos de las finanzas y de la economía produce líderes incapaces de articular visiones más amplias relativas a valores y justicia social, y con una visión ética amplia.
P. ¿Y un buen ciudadano?
R. Es el que lee periódicos, se informa de las cuestiones públicas, mira más allá de sus intereses individuales y pide a los políticos de que se ocupen del bien común.
P. ¿En qué cree?
R. ¿En términos políticos?
P. En general.
R. En un tipo de políticos y en general en una vida política abierta al debate sobre cuestiones morales básicas. En nuestras sociedades la democracia está empobrecida porque hay tal preocupación por cuestiones tecnocráticas que se presta muy poca atención a otras más amplias, relacionadas con justicia social o la dimensión moral de la vida pública. A veces es más fácil para los políticos no afrontar cuestiones éticas de fondo porque son controvertidas.
P. ¿Por ejemplo?
R. La distancia entre ricos y pobres, no solo en la sociedad sino globalmente. Cuáles son los límites morales de los mercados y qué esferas deberían estar a salvo de su influencia. O cuestiones relacionados con el pluralismo religioso o la bioética. Hay una tendencia a sacar estas cuestiones del debate público porque implica desacuerdos morales y religiosos. Deberíamos estar más abiertos al debate, a una vida pública vigorosa, más ruidosa. Eso enriquecería la vida democrática.