Los ciudadanos del mal llamado Primer Mundo estamos en una situación increíble, pues aunque seguimos siendo los que mejor vivimos, no lo valoramos y vivimos en una queja constante. Se podría pensar que no sabemos cómo se vive en otros lugares pero no es cierto, o que hoy se vive peor que hace unos años y en la mayoría de los países del Primer Mundo esto tampoco es cierto.
La primera sensación que tenemos es que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros. Y ese pensamiento es complicado de revertir, pues son simples sensaciones. No tienen por qué, si somos capaces de encontrar soluciones a los actuales problemas, que no debemos olvidar, siempre existen en todo momento histórico.
El actual mundo está lleno de guerras constantes, pero no más que en otros tiempos —pero seamos sinceros a la vez que asquerosos en este concepto que debemos admitir como cierto—. Algunas de estas guerras han sido provocadas para que nosotros, desde el Primer Mundo no las tengamos dentro.
Lo cierto es que ya no existe el Segundo Mundo, o cuando menos se ha transformado profundamente. Los llamados países del Segundo Mundo eran hasta los años 80 los países del que nombrábamos entonces como Telón de Acero o zonas comunistas. Países capaces pero con economías débiles. Los que hoy podríamos llamar Países Emergentes, pero cuidado pues algunos de ellos no solo están ya en el Primer Mundo sino que en economía productiva y real están a la cabeza.
Pero sí existen los países encuadrados por nosotros en el Tercer Mundo. Los que no tienen desarrollado un sistema económico y social que a la vez de ser moderno, sirva para garantizar una vida digna y comparable al resto de países. Tercer Mundo sobre el que a veces descargamos nuestras iras desde el Primer Mundo para que se enfrenten en guerras aprovechadas por otros países de forma estratégica.
Desde el Primer Mundo tenemos una obligación de exigencia social que no estamos cumpliendo. La de que la calidad de vida, los sistemas de protección social, las economías circulares de recursos y no manipuladas en los libros de contabilidad globalizadora, sirvan para todos los ciudadanos del mundo, y en similares posibilidades.
La economía humanista, la economía del bien común, la economía con sentido social, la economía motivada en la globalización positiva del reparto, la economía sostenible, deben marcar los caminos a explorar, una vez que el capitalismo demuestra que está agotado —y quiere convertirse en un new capitalismo de laboratorio— y el comunismo está desaparecido por no tener en cuenta la sociología de las personas libres.
27.5.18
26.5.18
Alimentos que desperdiciamos más
En estas infografías publicadas por El País con datos de la FAO del año 2016 (vamos a peor además) podemos ver la cantidad de alimentos que los seres humanos desperdiciamos, las pérdidas reales que se producen en los alimentos en todas las partes de la cadena que va desde la agricultura y su recogida a la zona de la postcosecha, limpieza y selección para la venta, el procesado en el caso en que sea necesario, la distribución y venta, y el consumo.
Estos datos, comparados con la realidad del hambre que sigue asolando a una gran parte del mundo, nos plantea frente a un espejo entendible de lo poco capaces que somos para hacer sostenible el Planeta y para saber repartir nuestras posibilidades entre los seres humanos.
Lo podemos ver además dividido por las diversas zona del Planeta. Europa. América del Norte y Oceanía. Asia Industrializada. África Subsahariana. África del Norte. Asia Occidental y Central. Asia Meridional. América Latina.
Duros datos que nos deberían obligar a recapacitar para aminorar tanto desecho mientras el mundo pasa hambre.
Nota.: Las imágenes on más grandes y si haces "clic" las podrás ver para leer los textos
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