Contra toda acción existe una revolución, de forma automática, pero sin que sea inmediata y sin saber de qué tamaño o forma. Acción = Reacción. Esto es tan viejo como el mundo. Así que tras las izquierdas que se creyeron de izquierdas…, crecieron las nuevas derechas empujadas por la necesidad social de hacer caso a lo inevitable. Otra vez acción = reacción.
Nacen o renacen y se engordan las nuevas derechas, los neoconservadores, los neoliberales, los neocapitalistas, mientras la izquierda se hunde convencida de que no fueron capaces de cambiar el mundo. Y es verdad, pero todo es cuestión de óptica, de táctica, de aprender a ver o incluso a querer ver. Es necesario que ahora aprieten y mucho los neocon para que resurjan las izquierdas con fuerza.
El truco está en el poder de la fuerza, en pasarse o no llegar en la frenada, en saber dominarte a ti mismo cuando gobiernas, para no dejar espacio al nacimiento de lo contrario. Una acción suficiente pero que no exija que tenga que nacer la reacción. Y no hablo de una tercera vía, ni tampoco de entenderse con los contrarios para que estos no se enfaden, pues eso es imposible y no válido. Hablo de saber entender cada jugada, cada momento, y actuar pensando en el futuro.
Contra la ACCIÓN de Cataluña declarando la Independencia, que es el sumo logro que se pretendía desde el campo de la independencia, surge la REACCIÓN del españolismo contundente empleando a los jueces como valedores del orden. Hace un siglo se hubiera empleado al estamento militar. Ahora al menos hemos sido capaces de reaccionar con la judicatura.
Pero esto mismo sirve para la lucha de clases, para los problemas sociales de cualquier campo global, para entender qué se puede y debe hacer y qué hay que hacer con la mesura de la inteligencia social. Da igual el siglo XIX, el 68 o el 2011. Da igual la Globalización del siglo XXI o la del XVI. Siempre quien pierde reacciona para aprender a ganar. Y eso es bueno, pues así vamos mejorando como especie. Siempre y cuando lo que se pierda sea controlable y superado por lo que luego se gana.
26.3.18
25.3.18
España no es democrática. Pero es lo que queremos. Y disimulamos
España es torpe, floja, anclada socialmente en una idea de incapacidad social para ser modernos y demócratas al completo. España está dividida y además damos la sensación de que nos gusta estar divididos en dos frentes totalmente irreconciliables. Los unos contra los otros. Con un odio escondido pero brutal, sabedores equivocadamente que es ese odio el que nos mantienen en nuestras razones.
Anteayer Felipe González volvió a dar muestra de que su inteligencia social está entera, aunque se haya escorado a la derecha. Pidió sin éxito que no se metiera a más catalanes políticos en la cárcel, pues al final el problema habrá que resolverlo desde lo social. Parecemos no entender que humillar a los catalanes, cuando son un paquete social de dos millones y aunque quien esté dispuesto a humillar primero sean otros catalanes de igual volumen, es muy peligroso.
Anteayer Felipe González volvió a dar muestra de que su inteligencia social está entera, aunque se haya escorado a la derecha. Pidió sin éxito que no se metiera a más catalanes políticos en la cárcel, pues al final el problema habrá que resolverlo desde lo social. Parecemos no entender que humillar a los catalanes, cuando son un paquete social de dos millones y aunque quien esté dispuesto a humillar primero sean otros catalanes de igual volumen, es muy peligroso.
¿Dónde están los mensajes sociales actualizados del PSOE y de Podemos? ¿De TODA ese izquierda que parece espectadora, cuando debería ser protagonista? Digo TODA con mayúsculas, pues no escucho a ninguna.
España no es nada sin Cataluña, y esto no sabemos entenderlo. Pero perder Cataluña no se hace solo desde el camino de su independencia, sino también desde el camino de la desafección social, del encontronazo perpetuo, del odio entre sociedades. Sobre todo por el efecto contagio que representa tener a una parte tan importante dentro del hogar de España pero fuera de la familia española.
En este mundo globalizado actual no cabe la independencia de territorios pequeños, y quien la pretenda es un torpe de preescolar social. Como también dicen algunos, es mucho más lógico el federalismo con Portugal que la independencia de Cataluña, todo dentro de una Europa imberbe e intermitente.
España no es nada sin Cataluña, y esto no sabemos entenderlo. Pero perder Cataluña no se hace solo desde el camino de su independencia, sino también desde el camino de la desafección social, del encontronazo perpetuo, del odio entre sociedades. Sobre todo por el efecto contagio que representa tener a una parte tan importante dentro del hogar de España pero fuera de la familia española.
En este mundo globalizado actual no cabe la independencia de territorios pequeños, y quien la pretenda es un torpe de preescolar social. Como también dicen algunos, es mucho más lógico el federalismo con Portugal que la independencia de Cataluña, todo dentro de una Europa imberbe e intermitente.
Pero lo que bajo ningún caso cabe en Europa es que haya países NO democráticos. Y las decisiones del Parlament de Cataluña olieron en el 2017 a NO democráticas, y que en España las decisiones más importantes para su futuro las tomen los jueces y no los políticos también es NO democrático. A los jueces no los elegimos los ciudadanos.
O aprendemos, o cambiamos, o desconectamos este devenir, o nos precipitamos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)