6.3.18

Las ciudades en lucha por la integración social

No existe urbanismo sin urbe, ni urbe sin ciudadanos, sin personas, sin sociedad. La pobreza solemne, la pobreza de todo es una constante en aumento en nuestras ciudades. Durante siglos fue la familia la que sustentaba de muchas formas a los retirados de la sociedad, del trabajo, del hogar, de la dignidad social. Pero la familia se ha ido transformando y hoy ya no siempre es capaz de integrar en la supervivencia a las personas separadas del “sistema” social.

En las grandes ciudades es muy sencillo ver a personas o incluso a pequeñas familias, viviendo en la calle, de la calle. Bruselas, Barcelona, Berlín, Zaragoza, Madrid o New York. Da igual. En España es casi imposible ver a familias sin atender, no así a personas solas. Pero si bien la acción social funciona sobre todo en Europa, lo hace en la fase de supervivencia, y no en la de resolver la dignidad social y personal. Los ayuntamientos están haciendo una labor magnífica, no así los distintos gobiernos superiores, que no siempre colaboran o realizan lo que es su obligación.

Toda persona necesita dos elementos básicos que no siempre se cumplen. Un trabajo u ocupación. Y un hogar. Hay es donde hay varias opciones. El trabajo no siempre es retribuido con dinero y como ejemplo tenemos algunas parroquias donde se ayuda en diferentes grados según la implicación de las personas con las personas. En algunos casos se ofrece hogar a cambio de ocupación.

El hogar puede tener muy diversas configuraciones.
Desde los clásicos albergues a los que hay que dar una vuelta de tuerca, a las casas de acogida o a las habitaciones comunales de ayuda. Donde no siempre es posible el apoyo mental efectivo, pues es muy complejo salir del pozo. 

Cuando una persona pierde lo básico, pierde normalmente una parte de la cordura social. En la misma medida en que cuando pierde la seguridad pierde el concepto de seguridad en todas sus vertientes, surgiendo con más normalidad el ataque a las leyes que nos hemos impuesto.

La acción social dirigida a la supervivencia es imprescindible, pero no es suficiente. Hay que trabajar la formación continua, la construcción de hogares diferentes y válidos para estos problemas con excesivas aristas distintas, hay que procurar la ocupación y el recibir a cambio las ayudas de todo tipo. 

Para recuperar a las personas hay que volverlas a convertir en personas con autoestima, que ellas mismas se consideren válidas para la sociedad, y en esto el trabajo es muy complejo pero imprescindible si queremos una sociedad integradora. Hay que revisar las acciones de salud personal, de responsabilidad con ellos mismos, de cambio en el orden de sus valores personales encarados hacia un nuevo futuro desde una nueva vida.

Ciudad vertical u horizontal. Debate y reflexión sobre los nuevos barrios

Cuando hablamos de ciudad compacta se nos viene a la mente imágenes de ciudades como New York, ciudades muy verticales, que emplea poco espacio para meter a muchas personas. La verdad es que ese New York que tenemos en el imaginario es parcialmente algo falso. Casi todos estos enormes edificios no son viviendas sino oficinas. Aunque también en las fábricas y en las empresas de servicios hay que trabajar la compactación urbana. Hace casi un siglo ya se inventaron en Barcelona los edificios de varias plantas con fábricas diversas en cada una de ellas, y construidos con las características para ser fábricas en plantas diversas, soportando peso y diseñadas para usos industriales.

Pero volvamos a New York. Que estas enormes construcciones sean oficinas no quita nada a la reflexión. ¿Cuánto espacio ocuparían las mismas empresas en edificios de 4 alturas? Cuanto más espacio se necesitan más distancias recorridas, más y mejores transportes, más coste y sobre todo más tiempo de las personas para desplazarse.

Sigamos allí. En estas calles hay de todo para sus usos, sin moverse excesivamente. Tanto para las empresas de servicios como para los turistas que también ocupan estos espacios con normalidad. Tiendas, lugares de ocio, comercios, museos y zonas verdes. Muchas zonas verdes. Los habitantes de estos espacios tan verticales disponen de toda la calidad de vida de una ciudad horizontal o incluso mucho más. Quién ha visto ciudades horizontales sabe que allí hay pocos comercios, que las distancias para comprar o realizar ocio con más personas son muy grandes y que la soledad en las calles es una constante que a veces incluso asombra a los que venimos de ciudades verticales.

La sostenibilidad de las grandes ciudades es hoy imprescindible.
Y para ello hay que ser capaces de ofrecer las ventajas de las ciudades horizontales, que las tiene, en ciudades diseñadas de forma vertical. Por ejemplo con viviendas de más tamaño y con posibilidades de disfrutar del aire libre en cada edificio, con terrazas comunales o terrazas individuales que nos hagan salir de la vivienda sin dejar de estar dentro del gran edificio.