18.12.17

No revuelvas el pasado durante la Transición

En los primeros años de la Transición la sociedad española estaba claramente dividida entre los padres que habían vivido la guerra en carne propia o la posguerra del hambre y el miedo, y los hijos que conocían (o no) las referencias de una Europa democrática y ya sabían que el futuro era suyo y lo debían escribir sin esperar a sus padres y abuelos. Jóvenes que a partir de los 17 años ya salíamos a la calle a manifestarnos o a escuchar en festivales a los pocos adultos que explicaban lo que era la libertad.

Y ese miedo y enfrentamiento generacional larvado de los adultos con sus hijos les atenazaba, fueran de la clase social que fuera. Y siendo distinto el motivo, existía en muchísimas familias de trabajadores, de clases medias o de la burguesía conservadora y franquista.

Los padres no querían hablar de los años de guerra o de hambre o de falta de libertad. Y no deseaban volver a sufrir nada parecido, pues en su interior admitían que no sería posible una transición a la democracia de forma suave y pacífica. Incluso temían ser juzgados por su pasividad y su aceptación durante excesivos años de dictadura.

Cuando ya muerto Franco observaron que no sucedía nada que les exigiera tener más miedo, empezaron a pensar que sus hijos podían tener razón y les animaron o permanecieron en silencio, dejando que los acontecimientos fueran transcurriendo desde las nuevas generaciones.

Pero en el interior de las familias burguesas, franquistas o más atemperadas con remover los viejos fantasmas, existía ese grito de la viñeta.

Edifica tu futuro, pero ojo, no nos toques el presente ni revuelvas el pasado

La conciencia de que la brutalidad franquista era algo que había que juzgar y conocer vino ya en la década de los 80, tímidamente al principio, pero sí con la fuerza de cómo poco se quería saber qué sucedió en verdad, para que España se hundiera en un fascismo durante tantos años.

Conversación entre Adolfo Suarez y el golpista Tejero

En la noche del 23F, Adolfo Suarezsolicitó hablar con el golpista Tejero a solas, para pedirle explicaciones, y con la complicidad del ujier de la Cámara Antonio Chaves, logró Suarez que el golpista Tejero le atendiera a solas unos minutos en privado dentro de una salita de portería. El ujier hasta que fue expulsado por Tejero, tomó nota de lo que allí hablaron de forma muy tensa y casi a gritos, y bastante años después, en enero del 2012, aquellas notas se las entregó el ujier a Alfonso Guerra, y por eso las conocemos hasta el momento en que fue expulsado de la sala.

Suárez: ¿Dónde podemos hablar?
Ujier: Presidente; aquí hay un cuarto.
S: Explíqueme qué locura es esta.
Tejero: Por España; todo por España.
S: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién tengo que hablar?
T: No hay nada que hablar. Solo obedecer.
S: Pero, ¿quién es el responsable?
T: Todos; estamos todos.
S: Como Presidente del Gobierno de España le ordeno que deponga su actitud.
T: Tú ya no eres Presidente de nada (actitud amenazante).
S: Le ordeno…
T: Yo solo recibo órdenes de mi general ¡Siéntese!
S: ¿Qué general?
T: Milans. No tengo nada más que hablar.
S: Le insisto. Soy el Presidente.
T: No me provoque.
S: Pare esto antes de que ocurra una tragedia. ¡Se lo ordeno!
T: Usted se calla. ¡Todo por España!
S: Le ordeno…
T: ¡Cállese; siéntese! (Dirigiéndose al ujier) ¡Usted fuera!


Según se supo, tras aquella discusión Tejero se le acercó con la pistola en la mano a Suarez y se la puso en la sien. Suarez le grito sabedor del final un: “¡¡Cuadrese!!”, y Tejero tras mirarle con desprecio dio media vuelta y salió de la sala donde quedó recluido toda la  noche Adolfo Suarez. En realidad Tejero era un teniente coronel incapaz de tomar decisiones por su cuenta, habiendo superiores militares que tenían que ir a dar las órdenes pertinentes. Nunca llegaron y le dejaron solo.