6.12.17

Transición en la educación, con sombras y luces

Con la llegada de la democracia hubo una serie de constantes que la izquierda admitió como cambios fundamentales para que socialmente tuviera sentido el cambio hacia una democracia occidental efectiva. Uno de ellos fue que la enseñanza sobre todo la básica, debía limpiarse de ideología y religiosidad. No era posible proclamar que se quería una enseñanza laica, pero sí que se quería potenciar la educación pública, sobre todo creando maestros jóvenes con las ideas democráticas en sus venas. Y restar poder a la escuela de pago, la hoy llamada concertada, para que no dominara la enseñanza de los niños.


Muchas de aquellas ideas no se han logrado. España sigue siendo un enorme negocio religioso donde la enseñanza es un gran activo en sus cuentas de resultados. El ministro José María Maravall lo intentó entre 1982 y 1988, con algunos éxitos y soportando algunos fracasos que supo explicar sin convencer. Aunque fue sin duda un gran ministro de Educación.


Maravall edificó la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE) y centró sus años de mandato en construir un sistema educativo que garantizara la igualdad de oportunidades, má que en desmantelar el que ya había. Puso condiciones no siempre cumplidas a las subvenciones públicas a centros privados y construyó un sistema  de atención preferente a niños con necesidades educativas especiales.


Esta pegatina del año 1976 es del sindicato CNT de la enseñanza y nos dice una frase muy sencilla y clara.

“Ayúdame pero no me manipules”

Primavera árabe o Primavera catalana. Cuidado con no saber sujetar

Cuando hablamos de transición con minúscula o con mayúscula, hablamos de transformación, y en lo que llevamos de siglo hemos podido ver transformaciones tremendas en el marco social de todo el mundo, algunas positivas pero otras muy negativas o que se fueron cambiando hacia el negativismo. Todas ellas aupadas con sociedades enteras.

La esperanza y la ilusión, la fuerza de la calle incluso, no son garantía de nada. O al menos no de todo lo necesario para que los cambios sean estables. Tan importante es lograr una República, como que te la crean, la respeten, la apoyen y la dejen desarrollar. Si no es así, no sirve de nada ni las Primaveras Árabes, aunque lleven dentro toda la energía de la sociedad.

En el Norte de África hemos visto caer a dictadores soportados por el resto del mundo como Gadaffi o Hussein. Pero pasarán muchos años y sobre todo muchas calamidades llenas de sangre, antes de lograr que aquello vuelva a ser mejor que lo anterior. Hace 10 días un atentado mataba a más de 300 personas en Egipto. ¿Quien alienta estos ataques?

Es muy complicado asentar los cambios porque las fuerzas que apoyan todavía las dictaduras o a los sistemas democráticos desde fuera, siguen asentadas en el poder, aunque no se note. Aunque estén muy alejadas de las tierras que sufren. Está sucediendo en Siria, y volviendo a España, podría suceder en Cataluña con todas las distancias necesarias sobre los tipos de violencia posible, hasta que se asienten las economías y las relaciones sociales, y se respeten los unos y los otros.

La Transición es también sujetar lo que se logra. No sirve de nada pedir el cielo, e incluso conseguirlo, si no se garantiza que va a ser para mucho tiempo. Lograr aprobar una Ley es muy sencillo. Cualquiera. Lo complicado es conseguir que se respete durante muchos años.

La imagen es de El País Dominical del 28 de agosto del 2011. La sociedad estaba eufórica por haber derrocado al dictador. ¿Cuánto duro esa alegría? ¿Son ciertas las noticias de esta semana sobre Libia donde se dice que se venden esclavos por 400 euros? 

Lo importante y a la vez complicado no es lograr los éxitos, sino saber sujetarlos.