19.11.17

Salvador Puig Antich, ejecutado en 1974

El catalán Salvador Puig Antich “El Médico” fue uno de los últimos ajusticiados (marzo 1974) por la dictadura franquista, en la España que ya resultaba insoportable en una Europa occidental que no permitía la pena de muerte.


Con 26 años fue estrangulado con el garrote vil, herramienta para matar de la Edad Media, por ser acusado y condenado de participar en el asesinato de un joven policía de la brigada antiatracos. Salvador era anarquista y militante del Movimiento Ibérico de Liberación.


Anticapitalista, lucha tras salir del Servicio Militar en contra del sistema económico imperante, pero cae en violencias absurdas, participando en atracos a bancos para lograr ingresos que destinan a financiar revistas políticas, como CIA y la Editorial Mayo 37.


En septiembre del año 1973 la Brigada Político Social detiene a dos de los integrantes de este grupo y Salvador Puig Antich al ser metido en un portal por cuatro policías inexpertos, logra sacar una de sus dos armas cortas y disparar mortalmente al policía Francisco Anguas.


El motivo de la importancia de estos hechos no radica en que un simple atracador asesinara a un policía en el momento de su detención. Sería un caso de delincuencia común, excepto porque el Régimen de Franco intentó llevar este asunto hasta los límites políticos que le convenía en esos momentos, aprovechando que Salvador era anarquista.


Se le juzgó por crímenes políticos en un Consejo de Guerra y condenado a muerte por asesinato por razones políticas. Se buscaba una venganza del Estado contra el asesinato del Almirante Carrero Blanco, y así se entendió en muchos países europeos que condenaron profundamente el juicio, sus grandes dudas y la ejecución de Salvador, del que nadie duda de sus violentas ilegalidades en atracos a entidades bancarias. 

En toda Europa se organizaron manifestaciones pidiendo la conmutación de la pena capital, pero Franco se mantuvo firme y no concedió ni el indulto ni retrasar en el tiempo la sentencia, sabedores las defensas de que el Régimen de Franco estaba muriéndose.


Los partidos políticos de España, ilegales entonces, así como los sindicatos, no realizaron actos de repulsa ante este ajusticiamiento. Se intentó a través del PC, pero se entendió que la presión de Europa era suficiente y que no era momento de posicionarse ante este tema, sabiendo que venían tiempos nuevos.

Ya estoy aquí. Josep Tarradellas 23 octubre 1977

Cuando el 23 de octubre de 1977, en una España sin Constitución, el presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, saluda desde el balcón del Palacio de la Generalidad a las miles de personas congregadas en la plaza de San Jaime, tras su regreso a Cataluña después de treinta y ocho años de exilio, está escribiendo unas líneas históricas que edifican durante años una relación de entendimiento entre Cataluña y España.
Antes de su salida al balcón y en menos de 24 horas tras su llegada a España acompañado de su esposa, fue recibido por el ministro de trabajo, por el vicepresidente primero del Gobierno, y por el Rey Juan Carlos I.
«Ciudadanos de Cataluña, ¡ya estoy aquí! ¡Ya estoy aquí! ¡Porque yo también quiero el Estatut! ¡Ya estoy aquí! Para compartir vuestras penas, vuestros sacrificios y vuestras alegrías por Cataluña. ¡Ya estoy aquí! Para trabajar con vosotros por una Cataluña próspera, democrática y llena de libertad. ¡Ya estoy aquí!»

Josep Tarradellas era fundador del partido ERC junto a junto a Francesc Maciá y Lluís Company y antes de la Guerra Civil llegó a ser ministro en Cataluña de diversas carteras y diputado en las Cortes de Madrid y en el Parlament. En el año 1954 fue elegido President de la Generalitat en la clandestinidad.

Se leemos algunos párrafos de una entrevista que concedió unos días antes de llegar a España a la periodista Pilar Urbano, podemos sacar algunas conclusiones tal vez producto del momento, pero sin duda reflejando un espíritu de concordia.

¿Cataluña se integrará autónomamente en organismos internacionales?
“¡Ni hablar de eso! Es España la que ha de integrarse en Europa y estar presente en los organismos internacionales. Cataluña lo que ha de hacer, y lo haremos, es ayudar esa política en la medida de sus fuerzas, propulsar el progreso espiritual y material, político y económico del Estado español, pero ¡Nada de hacer nosotros una política internacional al margen de España!” (…) Mire, yo no soy federalista. Soy federal de Europa. De España respecto a Europa. Pero no de Cataluña respecto a España. Ni de las demás regiones y pueblos de España. Francamente, no creo en la viabilidad para nuestro país de una estructura federal.

¿Aceptará usted, señor presidente, la denominación de «región» para Cataluña autónoma?
¡Claro! También la aceptó Maciá en el año treinta y uno. El estatuto decía que Cataluña era «una nación dentro del Estado español»; pero nos dijeron que «nación», no: y aceptamos «región», como lo acepto yo ahora. (…)Nosotros no queremos hacer «rancho aparte» del resto de los pueblos del Estado español. Yo me permití decírselo al presidente Suárez: el tema de Cataluña es muy importante para nosotros; de acuerdo. Pero, sin discusión, a nivel español, lo más importante es conseguir un clima de confianza ciudadana, laboral, empresarial, financiera, inversora; luchar contra la inflación, remediar el paro cuanto se pueda. ¿Qué haríamos los catalanes con nuestra Generalitat, si el Estado, si el Poder central, no funcionara? La Generalitat, si España no «marcha», no nos sirve para nada. ¿Piensa, usted que vamos a cruzarnos de brazos ante los problemas tremendos de toda España?».

Señor Tarradellas ¿Por qué es necesaria la Generalitat?
Porque representa el deseo de los catalanes al autogobierno. Este autogobierno es un derecho que hemos ejercido muchas veces a lo largo de la historia. No es un invento de ahora, ni una tozudez mía. Por nuestra potencia numérica, por nuestra considerable riqueza material, por nuestra cultura, por nuestra lengua, por nuestro fondo de costumbres, por nuestra voluntad de superación… queremos autogobernarnos y espero que sabremos hacerlo bien.

Y para acabar la larga entrada, el Editorial de El País del lunes posterior a la llegada a la Generalitat de Josep Tarradellas, donde he remarcado en amarillo algunos párrafos.