17.7.17

Viajar para conocer el urbanismo y sus gentes

Podríamos decir que el mejor regalo para un urbanista es hacer un viaje por el centro de Europa, por ejemplo Berlín, y otro por New York o por Tokio. No es que nos tengan que enseñar muchas cosas a los españoles estas ciudades tan saturadas, sino que simplemente son símbolos fáciles, donde tenemos que mirar mucho para aprender, fijarnos en sus ideas, poner en valor lo que en España está mejor que es bastante, y observar lo que ellos han logrado en amabilidad de uso.

Dejamos fuera la clásica pregunta de si nos cambiaríamos a vivir allí, pues en casi todos los casos donde mejor se está, en en nuestra cueva particular. No hay que viajar en búsqueda de mejores destinos fijos, sino en mejores recuerdos, en llenar nuestra memoria de vivencias diferentes.

Pero viajar supone ver otros urbanismos, otros parques, calles o soluciones. Y también otras gentes, otros locales de todo tipo, otros comercios cada vez más iguales entre sí, otros barrios. 

Una ciudad no se ve en su centro, pues en esas zonas cada vez se parecen más unas ciudades a las otras; se ven en sus barrios, en sus cementerios o mercados, en sus bares o en sus rincones menos concurridos. 

Viajar supone conocer también esos lugares que (casi) nunca salen en los libros, estar en esos locales que alguna vez te dicen en un programa especial o en una crónica de sabores. Viajar es ver a las gentes moverse y saber mirarlas sin ser visto. Visitar sus universidades, sus bibliotecas, museos, tiendas de pan, mercadillos de viejo, sus orillas de ríos o sus parques de barrio.

La imagen es de junio 2017, de una mañana nublada en New York, cuando los edificios más grandes se esconden entre la niebla.

Ciudades y sociedades poco solidarias entre ellas

Cuando hablamos de urbanismo amable, solidario, humano, actual o socialmente sostenible, nunca nos estamos refiriendo a cualquier tipo de urbanismo construido por caída, por asentamiento. Por necesidad vital. 

El urbanismo hay que planificarlo de forma social.

Esta imagen es de Santo Domingo, en República Dominicana, junto a las orillas del río Ozama e Isabela donde viven unos 300.000 dominicanos, en un país casi paradisíaco donde el turismo va a disfrutar y a gozar de todo lo que ellos creen no se da en España y si en cambio allí. Pero no para todos. No estamos ante un país pobre, sino ante un país que no distribuye correctamente sus posibilidades económicas.

El 16% del PIB se obtiene del turismo, pero solo el 0,.03% se destina a viviendas para los más necesitados en el año 2017 de acuerdo con una investigación de Oxfam. Varias organizaciones sociales –entre ellas Foro Ciudadano y Ciudad Alternativa– crearon una campaña denominada ‘‘Cambiemos prioridades’’ para reivindicar el derecho a la vivienda que tienen los ciudadanos dominicanos. Piden que el 1% del PIB se destine a resolver la carencia de vivienda digna, un problema que sufren según estos datos, un 70% de la población del país que acoge a miles de turistas desde Europa o desde países ricos.

La fotografía es de Pablo Tosco para Oxfam Intermón