5.6.17

El cemento es más sostenible que las zonas verdes. No siempre, pero cuidado

En China o en algunos países del Sudeste Asiático crecen las ciudades a un ritmo insostenible. Es como si cada seis meses se creara una nueva ciudad del tamaño de Madrid. El Planeta no lo puede asimilar y la migración de toda la sociedad rural hacia las ciudades grandes es un problema global que se debería meditar más.

Las ciudades ofrecen unos servicios mucho mejores que las zonas rurales, y eso lleva a la migración constante, pero también a la saturación de estos servicios. 

Se crean bloques sociales cada vez más diferentes en el acceso a los servicios globales, sean sanitarios, educativos, comerciales, laborales o de comunicaciones. 

Y ante eso es muy complicado defenderse para construir ciudades con calidad humana. 

Cada vez más, las ciudades son más diferentes de la zonas rurales aledañas, en vez de acercarse en sus posibilidades para mitigar las migraciones rurales. Diferentes no quiere decir siempre que sean mejores.

La realidad nos lleva a ciudades llenas de guetos muy diferentes, de barrios artificiales mal construidos, llenos de persona sin recursos o con muchos recursos, sin planificación de ningún tipo, que se construyen por asentamiento constante, en extensiones planas, muy contaminantes, sin servicios suficientes, rodeando las ciudades sin criterios de planificación.

Somos cada día más los urbanistas o sociólogos, los que admitimos al hormigón como más ecológico que las zonas verdes, y esto hay que explicarlo bien. 

Las ciudades horizontales y con viviendas unifamiliares y zonas verdes privadas, al final, resultan mucho más insostenibles en cuanto cruzan el umbral de un tamaño de crecimiento excesivo en esas ciudades horizontales y extensas. 

Para meter a 100.000 personas en una ciudad horizontal o vertical, la necesidad final de energía y contaminación que se produce, es infinitamente muy superior en una ciudad verde horizontal.

Los servicios y la movilidad de las personas se traduce en muchos más kilómetros día de multitud de vehículos, que contaminan más que el beneficio que ofrecen las zonas verdes. 

Depender de la energía fósil para hacer factibles las ciudades horizontales es un gran error. Y un gran reto.

Las distancias en las ciudades son un elemento a trabajar muy en serio, así como las grandes diferencias sociales entre sus barrios. 

Todas las personas van a consumir desaforadamente, más si son animadas a ello con todo tipo de trucos financieros. Y todas ellas van a tener que trabajar fuera de sus ciudades. 

Consumir supone transportar, y recoger desperdicios de todo tipo. Y también fabricar y suministrar a los lugares de producción todo lo que se necesite.

Las ciudades "viejas" van vaciando sus centros urbanos, que muchas veces son conquistados por los desplazados desde los barrios más guetos y menos integradores. 

En la misma medida en que se crean barrios marginales, se crean barrios encerrados artificialmente, para ofrecer seguridad a los niveles sociales que se pueden permitir el pago. 

Ampliamos pues la ciudades, creando urbanismos conflictivos muy diferentes, que están llamados a la violencia perpetua. Estamos perdiendo la ciudad abierta, a costa de encerrarla sin criterios sociológicos de integración.

Fotografía de Marcos Alves

4.6.17

Son buenos los parques en las grandes ciudades llenas de tráfico?

Siempre hemos pensado que los grandes parques y espacios verdes presentes en los centros urbanos de las grandes ciudades constituían una fuente de oxígeno —además de almacén de dióxido de carbono para las propias plantas— por lo que renuevan y purifican el aire además de otras ventajas como crear paisaje o dar sombra y relajación.

Pero cuando el calor sube más de lo normal en ciudades muy calurosas y los termómetros se disparan a los 30º C o los superan, los parques y zonas verdes de estas ciudades pasan de refugios naturales a pequeñas trampas de contaminación, según concluye un estudio recierte efectuado por investigadores de la Universidad Humboldt (Alemania).

Toda la vegetación —también la urbana— libera compuestos orgánicos volátiles a la atmósfera como el isopropeno y los, terpenos. Compuestos que reaccionan con los óxidos de nitrógeno (los muy negativos NOx) emitidos por los tubos de escape de los vehículos, produciendo ozono a nivel de superficie, además de partículas en suspensión similares al hollín.

Estas últimas dificultan la respiración; en tanto que el primero es un gas inodoro que resulta irritante, y tóxico en concentraciones relativamente bajas para el ser humano.

Estas 'indeseables' reacciones se dan siempre en alguna medida, pero cuando las temperaturas alcanzan valores en torno a los referidos 30º C, las emisiones de compuestos volátiles se maximizan (por decirlo de alguna forma, al igual que nosotros sudamos más intensamente, las plantas exudan más) y en consecuencia la concentración de ozono en la superficie se incrementa hasta en un 60% más, con el peligro que eso entraña.


La solución planteada por los investigadores no es prescindir de zonas arboladas, sino de los vehículos emisores de los NOx. Al menos en épocas estivales de fuerte temperatura. Una razón más para que los ayuntamientos restrinjan el tráfico en los núcleos urbanos. Y también para apostar por los vehículos eléctricos y/o las bicicletas.