1.2.17

Tocones de Zaragoza, sin arrancar

Esta imagen nos muestra un ejemplo más del trabajo mal realizado en el mantenimiento de los parques urbanos. Es el Parque Oriente de Zaragoza, un parque de Distrito, que contaba con numerosos árboles de gran porte, antiguos, que poco a poco fueron cayendo por una mala asistencia ante las inclemencias del tiempo. Y me refiero sobre todo al fuerte aire, al Cierzo zaragozano.

Este árbol cayó en la primavera de 2016, la imagen es del 1 de febrero de 2017. No fue el único, cayeron otros tres más en el Parque de Oriente. Todos ellos llevan más de medio año en esta situación absurda, sin terminar de limpiar, de arrancar, de resolver.

Ya no es que se pida a la empresa que realiza el mantenimiento, que intente evitar que caigan estos árboles, a costa de mejores podas y de sistemas que eviten las caídas por el aire. En Madrid y con árboles de gran porte lo resuelven, apoyándose entre ellos con unos sistemas de tirantes.

Lo que no es admisible es que tras tantos meses, sigan los tocones en la misma posición de caída, sin terminar de hacer el trabajo de limpieza y arranque. ¿Quien tiene que ordenar que esto se haga de una vez?

La religión mejora la salud de los creyentes

Es posible que seas creyente de alguna religión, sería lo habitual, pues se calcula que unos 4.500.000 de personas, y somos unos 7.000.000 habitantes, creen en alguna deidad, religión o similar. Lo curioso es que además de ser mayoría, gozas de mejor salud que el resto. La religión cura. En España el 70% más o menos se siente católica, un 3% cree en religiones diferentes al catolicismo, y sobre un 10% somos ateos que no creen que exista ningún dios y un 27% son no creyentes en un Dios concreto y claro, o más llamados agnósticos.

Decía que el 70% de los sí creyentes, esos gozan de mejor salud, pues la religión cura. Sí, sí, la religión ayuda a mejorar procesos simples de enfermedades que terminamos tratando con pastillas. Reduce la artritis, la ansiedad, el estrés, la depresión, la presión arterial y el consumo de medicamentos. ¿Y por qué sucede esto? Pues vamos a explicarlo.

Una persona que habla con Dios, es decir, que ora o reza de forma activa y constante, en realidad está más cerca de la meditación de lo que ella se cree. Entra en procesos reflexivos, de relajación, de análisis interiores de sus actos o del cómo afrontar los que le sobrevienen. Si habla con Dios, en realidad está hablando consigo mismo.

Pero además sus formas de entender la vida son más integradoras, y eso no quiere decir que los ateos o agnósticos no lo seamos, sino que cambian nuestras formas de serlo. Y aquí estamos hablando de personas que se tomen de forma activa la religión, tal vez el 25% de los hombres que se consideran practicantes y un 35% de las mujeres practicantes, cifras que aumentan con la edad sobre todo en el caso de las féminas.El resto de los que dicen ser católicos, no son de nada, pero tampoco saben que no lo son. O no quieren decirlo.

Necesitamos creer en algo, incluso necesitamos que nos encontremos con alguna creencia ya formada y que nos sea transmitida. Tal vez como decía Jeffrey Masson, la religión de cualquier tipo es la única diferencia entre humanos y animales. Necesitamos creer en algo, en el alma, en Dios, en unos animales superiores, en algo intangible. Es lo más sencillo para no respondernos con serias dudas.

Si nos tenemos que morir, nada como admitir que estamos aquí de paso, que alguien nos ha puesto para darle sentido a nuestra vida entregándonos en una parte a los demás, pues estas creencias básicas nos ayudan a soportar mejor el dolor y el sufrimiento. Y sin que nos demos cuenta, no ofrecen una seguridad añadida en los años más débiles de nuestra vida.

Entre rezar y tomar pastillas antidepresivas o para no tener insomnio, sin duda es casi seguro que lo primero tenga menos efectos secundarios. Sobre todo si no eres muy exigente con la vida eterna, la vida en plural, la vida de las preguntas constantes.