30.1.17

¡Rebelaros, abuelos! Mientras haya salud, somos libres.

En esa pérdida de valores por efectos de no se sabe bien qué mecanismos, donde se mezcla el egoísmo, el individualismo y la crisis total de referencias incluso familiares, las relaciones entre hijos y padres, en el mundo occidental, está atravesando un periodo jorobado, agrio, duro, donde todo está en constante revisión.

Los padres pasan enseguida de ser eso, padres protectores y blandos…, a ser abuelos. Y esto que parece lógico y un camino sencillo, se convierte en un drama callado, soterrado y admitido, en numerosas ocasiones. Los abuelos en excesivos casos, se convierten sin que nadie lo diga claro, en una de estas dos clases contundentes. O criados o un estorbo.

Están los abuelos que utilizamos como criados gratis, no ya sólo como cuidador del nieto sino como persona que a cualquier hora, en cualquier momento, debe estar a disposición de los hijos, repartiéndose los horarios de atención instantánea, de una forma que no se lograría con ningún trabajador por cuenta ajena.

Para más curiosidad, los hijos intentan convencer a los abuelos de que es bueno para ellos, que así se sienten útiles y válidos y les alarga la vida atender a los hijos. Es cierto que la relación nietos y abuelos es positiva si es estrecha y colaborativa, pero no si es obligatoria y constante, como sustitutiva de los padres.

Pero aunque se disfrace de atender a los nietos, es mentira…, a quién estás atendiendo es a los hijos.

Y no ya en horarios laborales para que los hijos puedan pagar la hipoteca, no, ni para que se realicen los miembros jóvenes de la familia a costa de que no se realicen los miembros mayores y ya en periodo de descanso. No.

Es que los abuelos tienen que estar a disposición y prevengan, también los fines de semana, pues los hijos se tienen que ir a divertir. Incluso deben irse de viaje de vacaciones y fin de semana solos. A joder o a bailar. A follar o a mirarse a los ojos. Evitando que puedan hacer lo mismo sus padres, que para eso son ya abuelos y no se hacen arrumacos.

Los abuelos también tienen que poderse ir a cenar a un restaurante, y con más derechos que sus hijos. Sobre todo porque no pudieron hacerlo cuando ellos eran niños. Deberían poder quedar con los amigos, pero ya no pueden…, pues cada pareja de amigos tienen a sus propios nietos agarrados con unas esposas.

Y luego está el otro tipo de relación. La de la absoluta dejadez relacional. Los abuelos son eso: abuelos, viejos, carcas, antiguos, aburridos, impertinentes, pesados. Si los hijos no los necesitan, los olvidan. Pueden pasar de tener al nieto todos los días 8 horas, a verlo una vez al mes y en una cafetería.

Ir a comer a casa de los abuelos no, pues cocinan con mucha grasa, o fuman, o huele la casa a viejo. Cualquier excusa sirve para además hablar con otros amigos hijos jóvenes de abuelos con las mismas realidades, de lo impertinentes que son los viejos. Hemos dejado de ser criados para ser presa de las críticas de nuestros “jefes” hijos.

No hablo de abuelos de 80 años (que también podría), lo hago de abuelos de 60, de 55 o de 65 años. De esa edad en la que las personas deberíamos estar disfrutando del descanso y no con más horario laboral que cuando nos ordenaba el jefe qué hacer. Nuestros hijos pueden ser peores jefes que nuestro asqueroso jefe de personal.

Y no he querido hablar de ese otro tipo de abuelos, con una jubilación suficiente, que tiene que amamantar todavía y con 60 años a sus propios hijos, pues o no les llega, o están en casa de vuelta o de NO ida…, y que a poco que te rebeles te miran con cara de asesinos. Los abuelos de edad, no tenemos derecho ni a quejarnos, pues enseguida hemos perdido los derechos más básicos a la libertad. Y eso…, creo que no deberíamos permitir.

¡Rebelaros, abuelos! aunque no tengáis nietos. Mientras haya salud, sois, somos, libres.

@Medranica

29.1.17

Convénzeme me ha convencido. Mercedes y el programa

Mercedes Milá necesita (como muchos de nosotros) aportar algo a la sociedad que no sea facilidad vacía, y esa decisión personal es buena para todas las personas, pues además de ser imprescindible para mantenernos activos y con la autoestima válida, nos logra perdonar de posibles caminos equivocados, si es que dudamos de los emprendidos en alguna otra faceta de nuestras decisiones. 

Lo que sucede es que muchos de nosotros, aunque necesitamos aportar algo, no siempre lo conseguimos, es decir…, nos tenemos que mantener casi escondidos y poco justos con nosotros mismos, para no frustrarnos. Creemos que sí somos válidos, para no caer en el no más duro. Algo que no le sucede a Mercedes Milá, que sin duda tiene la autoestima a prueba de bombas de todo tipo.

Así que ahora y en la tele, Mercedes Milá nos está llenando de gozo con un programa de libros titulado “Convénzeme” en la cadena Be Mad, donde nos presenta a personas comunes que hablan de los libros que leen, de los buenos y de los malos, de los que a ellos les parecen bien y los ponen en verde y razonando por qué otros les parecen suprimibles y los ponen en rojo.

No creo que haya muchos libros en rojo, malos, inútiles. Si acaso hay libros diferentes, que convencen a unos y desagradan a otros. Tal vez porque esperamos de ellos lo que no nos dan. Es un mal punto, sin duda, pero tal vez sea fruto del error no haber sabido elegirlos. Hay millones, y lo que para una persona es rojo, para otra es muy posible que sea verde.

El programa Convénzeme (con Z) es válido, dentro de lo complicado que resulta sacar un programa diferente y sobre literatura. Bien hecho, con esa calma necesaria si hablas de libros, y donde creo, deberían sentarse los guionistas para ver de darle una vuelta más pedagógica…, todavía. Unos apuntes para aprender a escribir, incluso para aprender a leer. Unos brochazos sobre lo que es un libro, lo que cuesta que tome forma explicado por autores y editores, etc. Sin caer en los “viejuno” pero si adentrándose en más “colores” y formas. Pero a mi, me ha convencido.