30.8.16

Para qué sirve un diario personal

La mayoría de las personas no sabemos verbalizar bien nuestras sensaciones, pensamientos, nuestras emociones, dudas y temores. Nuestros dolores internos que nos producen enfermedad a poco que los dejemos pudrirse. 

Pero nos puede resultar algo más sencillo escribirlo, sacarlo desde dentro sin preocuparnos en la calidad. Que por cierto, se va mejorando con la práctica, pues se aprende a escribir escribiendo.

Si no sabemos expresar las emociones, y si no sabemos sacarlas hacia fuera para vaciarnos, estas se pueden convierten en patología, en enfermedad.

Por eso los diarios personales son una buena medicina y sencilla, sin contar que no hay otra tan barata como esta. 

Un diario personal debe ser eso, personal, y debe adaptarse a nosotros, no al revés. 

Debemos vaciarnos, pero dominando el vehículo, sabiendo que lo que escribamos, además de ser un sistema de válvulas para vaciar, debe ser un mecanismo positivo, un lugar de reflexión, un sitio donde suene la música de cada uno.

Y sobre todo… un lugar muy personal.

Todos tenemos nuestros errores pegados a nuestra piel. Somos como todos los demás, seres que nos equivocamos. Y un diario debe ser ese lugar, esa charca, donde además de vaciar de mocos nuestra vida, debemos analizarlos en silencio o a gritos, pero en soledad, para volver a quedarnos limpios. 

A veces vaciarnos de mierda no nos deja limpios, sino más sucios. Por eso hay que planificar el diario, pactar con él, para que nos deje limpios y sanos.

Un diario personal puede ser prosa o poesía, frases aleatorias o un trabajo fino y concienzudo. Puede ser aleatorio e inconstante o una obligación personal para quedar limpio. 

Todo depende, y todo se adapta. Pero nunca un diario es más importante que tú. Domínalo y utilízalo como una herramienta para curar. Y disfruta de él.

Caminos del Deseo. Atajos marrones sobre el verde

Los “caminos del deseo” son esas sendas que vamos creando por erosión natural con nuestro paso los ciudadanos sobre las zonas verdes, caminos ajenos al diseño que han creado los urbanistas que distribuyeron las zonas de paso de los parques y zonas verdes sobre un plano, y que al final nos indican con mucho más sentido común, qué caminos son los correctos en un diseño urbano. No siempre son los caminos más cortos, sino muchas veces los más fáciles de cruzar, los que tienen menos pendientes, los que quedan más secos en periodos de lluvias, etc.

Pero si bien podemos ver claramente los caminos del deseo o atajos de los peatones sobre las zonas verdes, pues quedan sin hierba y marrones sobre el verde de la zona, no vemos igual los caminos del deseo de los peatones sobre el asfalto de las calles y los hay, o los caminos del deseo de los ciclistas. E incluso el camino del deseo de los automovilistas.

Los peatones cruzan constantemente entre las calles y a veces no lo hacen por los pasos adecuados e indicados para ello, por lo que los urbanistas deben analizar estos cruces a veces muy peligrosos para valorar sus motivaciones. Evitar los cruces ilegales o por otra parte y si son los lógicos, cambiar la decisión primera y abrirlos al cruce de peatones.

Algo parecido sucede con los ciclistas que no siempre giran donde se les marca, no siempre emplean los carriles bici, optando por otras alternativas. Siempre hay algún motivo de sentido común tras estas decisiones.

En el caso de los coches, literalmente hay que prohibir ciertos usos y abusos. Algunos conductores optan por entrar en zonas de barrio, de calles pequeñas, para evitar semáforos o distancias mayores. Esto son caminos de deseo, pero son deseos que hay que prohibirlos de forma disuasoria, y para ellos las “supermanzanas” urbanas tienen un ejercicio de trabajo lógico muy alto.


Los caminos del deseo sobre zonas verdes, en muchas ciudades, se convierten al final en los únicos caminos utilizados. Incluso en el diseño de zonas verdes realizado por urbanistas más modernos, se deja que sean los propios usos ciudadanos los que creen sus propios caminos de los deseos, que en un posterior mantenimiento se convierten en caminos bien arreglados, cuando ya los ciudadanos de la zona han decidido con su uso y sin tener que responder a ninguna encuesta, qué caminos son los más válidos, lógicos, usados.