6.5.16

Errores que hay que evitar en los RRHH y empresas

Los buenos colaboradores, empleados de nuestras empresas, hay que cuidarlos y mantenerlos, pues son parte imprescindibles de nuestra organización. No hacerlo es un gran error. Las empresas se han acostumbrado en una sola dirección: despedir. Pero hay que empezar tras la crisis que si queremos mantener un buen futuro empresarial debemos trabajar bien las relaciones laborales y trabajar más el mantener las plantillas y hacerlas crecer hacia la excelencia. ¿Pero qué hace que logremos quemar a nuestra plantilla, a nuestros colaboradores?

Pues generalmente errores graves que no percibimos así. En las empresas hay que mantener unas normas, hacerlas cumplir. Peor muchas veces estas normas son tontas, no sirven para nada y nos esforzamos en hacerlas cumplir. ERROR. También es un ERROR creer que a todos los integrantes de la plantilla hay que tratarlos por igual. Ni en lo positivo ni en lo negativo. Cada personas es diferente y por ello nuestra relación con ellos debe ser diferente. Pero tratar diferente no quiere decir nunca que suponga tratar mejor o peor. La inteligencia emocional hay que estudiarla y practicarla.

Hay que motivar. No aplaudir los logros es otro ERROR grave. Nos acostumbramos excesivamente a criticar los errores, los fallos. Pero sólo es posible compensar esto aplaudiendo los logros positivos con las mismas o mejores herramientas que empleamos para criticar los fallos. Los colaboradores son personas, son parte de nuestra vida, nos tenemos que relacionar con ellos y ellos con nosotros. No entenderlo así es otro ERROR. Los necesitamos y además los necesitamos contentos y en una relación agradable.

Los colaboradores deben conocer la marcha de la empresa, las metas que se persiguen, el futuro y sus debilidades. Si pensamos que un empleado es sólo una parte cerrada de todo el sistema estaremos cometiendo otro ERROR importante. Tienen que sentir la empresa como algo que forma parte de él mismo, de todos, de un sistema complejo que debe transmitir seguridad y para ello también información suficiente.

El trabajo no debe ser ni aburrido ni duro, ni impersonal, ni absurdo. El trabajo debe ser agradable, divertido incluso, con capacidad para que cada persona esté a gusto en el mismo, durante tanto tiempo cada año. Es parte de sus vidas y hay que encajar la producción con la calidad de vida, con la sensación de que no es un castigo sino una forma de estar en la vida. Es un gran ERROR que el trabajo parezca un lugar donde no queremos ir con libertad. Los lunes no deben ser malos.

2.5.16

¿Quien se acuerda de José Luis Martín Vigil?

José Luis Martín Vigil fue un jesuita asturiano, escritor para jóvenes, que en los años 70 marcó sin duda las formas de encarar la nueva vida a muchos adolescentes que empezamos a leer a través de sus libros, que sin duda nos marcaron para el futuro. Yo fui de esos adolescentes que ávidos de lecturas fáciles, acudía a la biblioteca en busca de nuevas formas de conocer la sociedad, cuando no era nada fácil saber qué era aquello de los curas comunistas, de los mineros esclavos, de la droga entre los jóvenes, de un beso entre semejantes, de la homosexualidad como una realidad escondida, etc.

Se secularizó en el año 1957, posiblemente empujado por su decisión personal de ser homosexual que aun sabiendo debía seguir escondido, quería escapar en búsqueda de esa libertad de no pertenecer a nadie. Como todo jesuita que se precie, pasó de ser admirado por el franquismo tardío a ser repudiado por los mismos, al entrar en sus libros temas nada benevolentes con la dictadura, el sistema laboral o legal, la policía y el sexo. No se logró adaptar al proceso de la Transición, cayó en el olvido empujado también por algunas denuncias sobre pederastia que nunca se probaron, y murió en una residencia de Madrid a los 91 años, totalmente olvidado.

Antes había dejado más de 20 libros, muy vendidos y leídos, con títulos tan conocidos en aquellos años como: La vida sale al encuentro, La muerte está en el camino, Primer amor primer dolor, Los curas comunistas, Sexta galería, Cierro olor a podrido, Un sexo llamado débil, La sociedad contra Miguel Jalón, No hay lugar para inocentes, Cierto olor a Podrido, Muerte a los curas, Sentencia para un menor, La droga es joven o El sexo de los Ángeles.

Su forma de escribir ayudaba a ser leído, pues contaba historias fáciles pero muy bien planificadas, muchas veces con doble intención, y que encaraban los problemas que en esos momentos estaban en ebullición dentro de las cabezas de muchos de los adolescentes de la dictadura. La amistad, el compartir, la solidaridad, la igualdad entre sexos (dentro de un orden del año 1960) o el respeto al diferente eran temas bien tratados, por un profesor de los jesuitas, que nunca (creo) intentó adoctrinar a nadie a través de sus libros, pero sí reflejar esa sociedad española que ya empezaba a cambiar a finales de los años 60.