Las guerras han cambiado con el siglo, y entender esto es fundamental para defenderse. Lo saben sobre todo los gobiernos que conocen la importancia de que la sociedades entiendan sus decisiones, para no encontrarse desde dentro con la mayor defensa de la inacción. La pasividad es un gran enemigo para lograr la seguridad, cuando la otra parte no está inactivo. Cuando el terrorismo crece de tamaño, se convierte en guerra, aunque nos cueste mucho admitirlo.
Nombrar la palabra “guerra” resulta además de muy duro un paso más en el entendimiento de todo lo que sucede. Ahora las guerras ya no son un periodo corto en el tiempo (aunque duraran 5 interminables años) ni un periodo constante de conflictividad entre países. Hace 14 años del ataque a las Torres Gemelas, 11 años del ataque a Atocha. Nadie sabe ni cuándo ni cómo seremos capaces —entre todas las partes— de acabar con el terrorismo global.
Las guerras no se dan entre ejércitos de países, entre Estados que buscan resolver un conflicto, entre militares de bandos enfrentados. Ahora son grupos ajenos a los Estados los que en realidad comienzan muchas de las guerras, sin necesidad de tomar antes el control del Estado, y sin unas fronteras claramente marcadas. Se lucha por controles de la opinión pública propia o ajena, contra los objetivos civiles que son los que más propaganda generan.