12.5.15

¿Deberíamos comunicarnos más, mejor o menos?

Cada vez resulta más complicado interactuar entre personas, intercambiar sensaciones entre desconocidos, incluso hablar con algo más que con monólogos desde un invento llamado internet que nos había abierto las puertas en apariencia hacia una comunicación mucho más amplia. Pero parece que la realidad es muy otra.

No tenemos ganas de comunicarnos, si acaso de lanzar gritos al aire, pues para comunicar se necesitan dos direcciones y estas no se dan. Lanzamos mensajes en botellas modernas, pocas veces se recogen, cada vez hay más botellas flotando en el aire, pero bien cerradas con corchos herméticos. Si acaso vemos imágenes, aunque sean de textos, picoteamos durante segundos y nos movemos con increible velocidad entre páginas, buscando lo nuevo sin pararnos en nada, pensando más en lo que nos perdemos si seguimos allí que en lo que ganamos si continuamos leyendo. ¿Tendremos los ojos preprados para tanta mirada tan rápida y escasa?

La sociedad debe abrirse, pero no estamos por la labor. Tal vez por miedo, por hastío o por saturación. Nos volvemos a encerrar sobre nosotros, acortamos la recepción de los mensajes y nadie sabe como abrirlos más. No sé si debemos aceptarlo como ahiora está o revisar bien nuestras formas de comunicación. Ambas posibilidades son correctas a priori.  Cada vez más estamos abandonando los ordenadores y abrazando los teléfonos móviles como forma de comunicación global. Pero cada herramienta es diferente y sus posibilidades aunque nos parezcan las mismas, no lo son. Seguiremos atentos, pero de momento casi la mitad del consumo de internet en España se hace desde el teléfono.

11.5.15

El poder ayer lo tuvo quien cobra y no quien paga

Al comprobar ayer como se insultaba al que había sido un líder deportivo generoso, Iker Casillas, a uno le entran ganas de no querer pertenecer a ningún grupo humano. No sirve de nada ser un héroe o un simple trabajador social, auténtico o artificial, pues tu duración respetable depende de un viento. No fueron mayoría los que insultaron, pero la mayoría calló, empleó el silencio para asentir. 

Es habitual romper figuras de cera desde la posición ambigua de los sin sentido. Cualquiera se siente algo importante si además de pagar se escuda dentro de una masa. Esto es muy viejo. El dinero del pago te convierte en poderoso mientras lo usas para pagar comprando sensación artificial de poder. No se trata ni de tener razón ni de ser inteligente o generoso. Se trata solo de demostrar con unas pocas monedas que tienes el poder falso de dominar y actuar aunque estás completamente manipulado por todo lo que te controla. 

Mientras haya una figura a la que insultar libremente, queda la sensación de que tú nunca serás insultado pues tienes poder. Que en este caso dura 90 minutos solo. Se equivocan quienes piensan que el poder lo ostentaba quien insultaba al trabajador de la pelota. El poder real lo tiene quien se fue con su cochazo al chalet de alto nivel, riendo mientras contaba los fajos que tanto trabajo había costado lograr a los empleados que insultaban.