1.2.15

Todos tenemos algo de Forrester, pero no sabemos escondernos

-->
Efectivamente, tras ver la película Descubriendo a Forrester te quedan ganas de coger una máquina de escribir y empezar a martillearla, a teclear algo con una velocidad cadenciosa. Casi lo de menos es sobre qué. 

¿Para cuando pondrán sonido a las teclas del ordenador?

La vida está llena de proyectos fallidos, de inutilidades que no elijes, de errores y decisiones, de aciertos que se convierten en errores y de errores que tú mismo escondes. Pero eso es lo bonito de la vida, saber que te la estás jugando constantemente. Incluso en las leves acciones de la nada.

La historia del escritor que se esconde tras Forrester se asemeja a la real de J. D. Salinger, pero eso es lo de menos, pues la historia habla del trabajo duro del que simplemente ama una actividad por encima de todas las demás. En este caso escribir por encima del deporte que apasiona. 

Es como si escribir fuera un vicio oculto de todos nosotros, una necesidad vital para seguir vivos. Incluso a veces, casi físicamente vivos. Y habla del amor entre personas que se ayudan, de lo duro que es siempre triunfar incluso aunque la suerte te sople de cerca.

Ya se me ha pasado el mono. Por cierto, nunca se debe empezar un párrafo con un "efectivamente". O no.

¿Cómo le puedo dar más seguridad a mi hijo pequeño?

Un niño necesita conocer todas las posibilidades que ofrece la vida, todas las experiencias que esta nos entrega, aunque é sea todavía muy pequeño. Cuando las situaciones se conocer, ya no nos producen temor, o al menos tanto temor.

Nada es más sencillo para dar seguridad que haber conocido algo de lo que poco a poco nos va a tocar vivir. Por eso a los niños hay que enseñarle todo lo que le rodea. Nuevos sitios, personas diferentes, pequeños dolores o molestias, todos los comportamientos de las personas que le rodean. Protegerlo en exceso es negativo.

—¡Mama! ¿Me va a doler?
— Pues claro que si, pero solo un poquito. Se pasará enseguida y estoy aquí para abrazarte luego. Pero cogerte de la mano.

—¡Mama! Yo no quiero ir.
—Pero hay que ir, yo te acompañaré y verás que es muy sencillo.

La seguridad se trasmite con el tono de voz, con la compañía, con el contacto físico, con la propia seguridad de sus padres. Y nunca les avergüences si al final ellos lloran. Llorar es natural, y hay que dejarlos que lloren hasta que ellos mismos vean que ya no es necesario. Nunca les dejen solos en esos momentos y menos todavía les amenaces con abandonarlos si siguen con su pataleta. Calma, eso es lo que ellos necesitan.